Foto: Alejandra Morasano

En el escenario de Villa Crespo, Milo se mueve con soltura y aplomo. El clima general es de celebración, euforia y orgullo. Una parte del barrio llegó a las grandes ligas. Antes de su show, varios integrantes de la crew Bajo West, de la que forma parte, tiran unas barras de freestyle y comparten algunas canciones: Nahun A., Kelito, Lisandro Torres y Gonzalo Ezequiel (Crtrap).

Luego de cantar el rap 1708 detrás de un telón blanco en donde solo se veía su sombra, Milo sale a escena, como si naciera, con la fuerza de la letra de uno de sus hits, Morning, que señala una de las premisas de su vida artística: "La music hizo que los días feos fueran lindos/ Haciendo que lo fácil sea difícil y distinto". Antes de recibir a los primeros invitados, suenan al hilo Fla, No soy eterno y Morocha, una de sus primeras composiciones con espíritu adolescente.

"Apenas tengo 16, pero sé bien que los momentos/ más felices que pasé nada tienen que ver con plata/ Hoy escribo esto en otro vuelo, pero aún no olvido el suelo", canta en Toy en el mic, como si se tratara de una declaración de principios. Después de la canción de amor Tu manta, que abre su primer disco, llega la primera invitada de la noche, Yami Safdie, para interpretar Carencias de cordura -una canción acústica con aires de zamba norteña- y Bolero, dos temas que lo conectan con la canción folklórica latinoamericana.

De hecho, ése es uno de los rasgos que distingue a Milo J de otros artistas vinculados a la música urbana: su cercanía con la música popular y su intuición para abordar cualquier género que lo convoque o conmueva. No fue casual, por ende, que la voz de Facundo Cabral funcionara como interludio en dos momentos del show. Su relación con la música, tal vez, está asociada con el juego y la búsqueda constante. El trap es un estilo que atraviesa sus canciones, pero no es el único ni el predominante.

Su interés como artista es más amplio y eso se reflejó, por ejemplo, en el único cover que eligió cantar en el Movistar Arena: Negra murguera, de Bersuit, acompañado acá por la potencia coral, colectiva y visual de la murga uruguaya Agarrate Catalina. La canción sorprendió a sus fans -muy pocos la cantaron-, pero no desentona con su imaginario, su mapa musical y su territorio. De hecho, Morón es un barrio que cobija a la murga y el rock.

La mayoría del público que asistió al concierto rondaba entre los 15 y los 25 años, una franja etaria muy precisa. Los más adultos eran padres o madres acompañando a sus hijes. Hubo bastante pogo, gritos, selfies y celulares encendidos en canciones de amor. M.A.I, Domingo, Penas de antaño -con un set de cuerdas en vivo- y Aire fueron las más celebradas. Varias veces Milo devolvió los gestos de ternura y agradecimiento haciendo un corazón con sus manos. "Miiiiiiloo, Miiiilooo, Miiiilooo", fue uno de los cánticos más frecuentes de la noche. Una joven promesa de la música que la espontaneidad popular vinculó con Messi.

El escenario estaba ambientado como un monoblock. Allí se desplegaban los músicos de su banda y un cuerpo de bailarines y bailarinas. En Sincera te Milo regaló un momento intimista con los guitarristas Dommo y Kiro; en Fruto se sacó la remera y cantó como en una plaza; en Dispara los percusionistas Martín Beckerman y Jere Segall encendieron el baile, y en Vitalicio la tecladista Jazmín Kendikian tuvo su instante destacado. También compartieron escenario artistas urbanos con más experiencia: Bhavi en Flechazo, LIT killah en Aeróbico Remix y Akim 88 en el trap No estoy.

Después de una hora y cuarenta de show, los hits virales Milagrosa y Rara vez -con set de vientos-, y el rap que abre la Session 57 con Bizarrap fueron las elegidas para cerrar la lista de temas. "Le hice honor a la J en mi nombre, y mis valore' me cubren la espalda/ Hoy me voy al sol, porque Dios me llamó desde el downtown", lanzó Milo, un iluminado de la nueva música argentina.

Foto: Alejandra Morasano



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