El canto del cisne de Martin Scorsese, su gran anhelo artístico y testamento cinematográfico, es un largometraje sobre Jonestown. Ya tiene apalabrado a Steve Buscemi para encarnar al líder de la secta que envenenó a sus seguidores con una bebida saborizada en polvo. Esto último es crucial puesto que una productora de Hollywood acaba de asegurarse los derechos para hacer una “peli”, al estilo Barbie, sobre esta marca. “Si Warner Brothers puede hacer un billón de dólares gracias a las tetas de plástico de una muñeca sin vagina, tranquilamente podemos hacer dos billones con Kool Aid”, dirá el jerarca de la Continental. En ese fino equilibrio de lo absolutamente verosímil y el caos es que The Studio (estreno de la semana pasada por Apple TV+) tiene su razón de ser. La comedia de diez episodios que destripa el modus operandi de la “fábrica de los sueños” en pleno siglo XXI.
La cámara sigue a Matt Remick (Seth Rogen), nuevo presidente de esta factoría audiovisual que parece añorar la era dorada hollywoodense y el nuevo cine americano en simultáneo, con la urgencia de esta otra era. Su ambición es la de producir “films prestigiosos y que sean éxitos de taquilla”, lo cual choca con la realidad, su propia torpeza y el ego desmadrado de quienes lo rodean. Empezando por el CEO de Griffin Mill (Bryan Cranston), pasando por sus asistentes (Ike Barinholtz y Chase Sui Wonders), una briosa ejecutiva de marketing (Kathryn Hahn) y Patty Leigh (Catherine O’Hara), la otrora responsable de Continental y mentora del protagonista. The Studio, entonces, prosigue las tribulaciones y enredos de un cinéfilo empedernido que teme destruir lo que más ama. Un poco como screwball, otro tanto como metaficción, cada capítulo se desprende de un disparador puntual: la entrega de premios, una mala decisión de casting, la pérdida de un rollo, las discusiones sobre el corte final, sirven aquí para que estas criaturas desplieguen su arsenal de chistes internos y anden a las corridas por L.A. “Nos metimos en la cabeza de los que dirigen los estudios. Varios de ellos viven esa disyuntiva de que son muy fan de las personas a las que deben manejar. Tiene que enviarles correcciones, y no quieren que sus ídolos se ofendan. Esa es una parte central de la serie”, dice Rogen.
La última creación de Rogen y Evan Goldberg, cabe decir, es muy afín al corpus de la dupla (Este es el fin, Supercool, Pineapple Express, La entrevista). Ese backstage del quilombo que, en esta ocasión, se mete con los usos y costumbres de su propia faena. “Martin Scorsese nos preguntó porqué lo hicimos insultar tanto. ¿En serio? ¿De dónde pensás que sacamos eso”, cuenta Rogen. Según O’Hara ese tipo de comidillas le dan a la propuesta algo “muy orgánico y vivo”. Para entrar en combustión, The Studio cuenta con cameos a saco (Paul Dano, Charlize Theron, Zac Efron, Johnny Knoxville, Adam Scott, Dave Franco, y un larguísimo etcétera) y una puesta en escena que prioriza la urgencia y la cercanía en extremo. De hecho, el segundo episodio cuenta el enmarañado rodaje de un plano secuencia que terminará en desastre. Y lo hace con esa misma técnica. “Todas las escenas las filmamos como si fueran la única y en cuanto la tenías ya sabías que había que pasar de página. Eso es aterradoramente entretenido. Hay algo de ballet en ver al camarógrafo moviéndose como una columna de mármol y nosotros allí dentro bailando con la cámara”, expone O’Hara.
-¿Cuánto de verdad hay en esta sátira sobre los pormenores de Hollywood?
Seth Rogen: -Los que pasamos gran parte de nuestra vida haciendo esto, podemos dar por sentado de que todo esto podría suceder o haber sucedido, las discusiones en bambalinas y los deseos ocultos. Me gusta que nos enfocamos en ciertos momentos específicos del quehacer de esta industria. Y mucho tiene que ver con lo que pasa en la realidad.
- The Studio pertenece al subgénero de Hollywood mirándose al espejo. Acá pueden rastrearse desde El último magnate de Elias Kazan a Las reglas del juego de Robert Altman. ¿Hay otra obra que pueda añadirse a esta santísima trinidad cinematográfica?
S.R.: -Sí, son un montón. Living in Oblivion de Tom DiCillo. Érase una vez en Hollywood de Tarantino, también. No es una película pero The Larry Sanders Show fue una gran inspiración. Hablamos muchos de eso. Three amigos! de John Landis, es una película genial sobre el viejo Hollywood. Son catalizadores y obras con las que crecí. El final de Pee-Wee's Big Adventures que sucede en los sets de un viejo estudio fue algo que charlamos un montón con Evan.
- ¿Cómo concibieron los cameos?
S.R.: -Realmente queríamos que la serie comenzara con Martin Scorsese. Escribimos los guiones pensando en personas muy en particular para construir esta historia acerca de gente que hace películas, sus estilos y cómo uno se imagina que pueden llegar a ser personalmente. Cuando íbamos con los guiones simplemente esperábamos que los posibles invitados entendieran el chiste. Cuando veo la cantidad de cameos me doy cuenta de que tuvimos mucha suerte y de que no nos mandaron al carajo por como los presentamos.
- ¿Hay alguno de su preferencia?
Catherine O’Hara: -No lo arruines.
S.R.: -Uh. Diría que el de Sarah Polley, porque fue el primero que pensamos. Venía de ser nominada al Oscar por una película muy bien recibida por la crítica y que sería el tipo de creadora con la que el protagonista tendría dificultades para vincularse. Ella es cool, reverenciada, íntegra. Además, técnicamente el episodio fue muy complicado de filmar por lo del plano secuencia dentro de un plano secuencia. Y ella dio en la tecla.
- ¿Qué le diría Matt Remick a Evan Goldberg y Seth Rogen si les plantearan hacer una película? Y, en segundo lugar, ¿se trata de una serie sobre “pitchear”? Todos están vendiéndose y presentando sus cartas contstantemente. Le pasa a Matt, incluso Martin Scorsese tiene que presentar su último proyecto….
C.O.: -Es tremendo que alguien como Martin Scorsese tenga que pitchear para algún proyecto. Me gustó la idea de ser alguien que tiene que comprar esas ideas. Que esté en ese lugar de poder. “A ver Marty, que tenés, que hiciste”.
S.R.: -Creo que nos daría un tiempo en su agenda. Pensaría en el gancho comercial y seguramente tenga alguna de su preferencia. Creo que él pensaría que podría llegar a hacer una de nuestras películas para después arruinarlo todo y no poder hacerlo. Lo cual pasa un montón de veces.
Programados
* Si el Desconfío de naipes, o el videojuego de Among Us fueran un reality… bueno, eso ya existe y se llama The Traitors. La tercera temporada de este programa ya puede verse por Universal+. El programa se destaca por su anfitrión, Alan Cumming, un fashionista tan ladino como exuberante en cada una de sus apariciones. Sus doce episodios fueron filmados en un imponente castillo escocés donde suceden desafíos bastante despiadados. “Lo emocionante de The Traitors es que podemos ver a personas obligadas a mentir y ser testigos de lo bien que lo hacen, así como del daño que les supone hacerlo. Podemos imaginar lo que se siente al ser tan traicioneros y juzgar a la gente por sus acciones sin tener que hacerlo realmente. Creo que es este aspecto voyerista lo que hace que el juego sea tan especial. Nosotros lo sabemos, pero los demás jugadores no, y, por lo tanto, somos cómplices”, declaró su host.
* Camaleón: el pasado no cambia podrá verse por Disney+ desde el próximo 16 de abril. Se trata de una producción local protagonizada por Pablo Echarri y Eugenia “China” Suárez. La historia sigue a Sabrina (Suárez), una mujer cuya vida queda completamente desestabilizada con la reaparición de Salvador (Echarri), un artista plástico que marcó profundamente su pasado. El elenco de la pieza de Kapow se completa con Federico D’Elía, Cecilia Dopazo y Analía Couceyro.
* El próximo 15 de mayo Max estrenará Duster, producción con el sello de J.J. Abrams. El otrora creador de Lost convocó a un viejo conocido como Josh “Sawyer” Holloway. Ambientada en los ’70, la serie sigue a un audaz piloto que trabaja para una organización criminal en ascenso. El peligro crece cuando una joven agente llega a la ciudad decidida a acabar con esta familia del crimen. Huele a Vanishing Point aunque, en vez de un Dodge Challenger, aparece el bólido que le da nombre a la miniserie.
El personaje
Danny Simms de Pulso (Willa Ftizgerald). A la doctora la ascienden tras la suspensión de un colega. El temita es que la galena tenía un romance con el susodicho. Así que esta Meredith Grey radicada en Miami debe enfrentarse al escarnio laboral, salvar pacientes y el ritmo alocado de la ciudad de los flamencos.