Guggenheim, en codirección con Nyle DiMarco durante la filmación de la película estrenada en el Sundance.


LOS SONIDOS DEL SILENCIO 

Un típico set con fondo neutro recibe la visita de los ex estudiantes que participaron de la revuelta, en su mayoría líderes del movimiento. “¿Para qué es el micrófono?", pregunta con una sonrisa en los labios y un simple gesto uno de ellos, la única mujer del grupo. El boom sólo es necesario para captar el sonido ambiente, el roce de la ropa o el ruido de una botella de agua al abrirse, ya que los entrevistados no producirán sonido alguno. Serán sus manos y gestos los que van a transmitir la historia, al tiempo que la voz de un traductor de lenguaje de señas al inglés –o, en algunos casos, los subtítulos– tendrá la responsabilidad de convertir esas señales en palabras y frases, para que el espectador con audición normal pueda comprenderlas. Una decisión lógica, aunque no usual, que pone en igualdad de condiciones a sordos y no sordos, invirtiendo la ecuación más común. No es casual que uno de los participantes del documental destaque que, hasta no hace mucho tiempo, la falta de traductores al lenguaje de señas o el close captioning (los subtítulos que describen sonidos y transcriben diálogos o conversaciones) hacía imposible para los no oyentes participar de igual a igual como espectadores de un programa, película o serie. “La representación delante y detrás de cámaras fue uno de los focos más importantes a la hora de codirigir esta película”, afirma Nyle DiMarco en conversación con Radar junto a Davis Guggenheim, poniendo de relieve el concepto de la inclusividad, en este caso audiovisual. DiMarco gesticula con la manos y el rostro y un traductor ofrece la traducción de inmediato. “Para mí eso fue central, y cada decisión a la hora de construir el documental fue pensada para un público no oyente que pudiera verlo y decir ‘esta es mi película’”.

DiMarco agrega que otra de las intenciones al cocrear el film junto a Guggenheim fue que el espectador oyente pudiera entrar y salir de “la experiencia del no oyente. Queríamos realmente que eso estuviera entrelazado en la fibra de la película, pero eso nos trajo aparejados muchos desafíos. ¿Qué clase de punto de vista íbamos a representar y cómo lograrlo de manera creativa sin perder de vista que todo el relato debía tener un sentido global? ¿Qué imágenes y clips de archivo buscar y mostrar? Antes de Deaf President Now! participé como productor de un cortometraje y una serie documental sobre temática similar, pero esta es la primera vez que codirijo. Conozco la historia de la protesta de la Universidad Gallaudet como la palma de mi mano, pero fue recién luego de conversar con Davis en términos de narración visual que todo comenzó a tomar forma. Vengo de una familia de padres sordos y ellos conocen personalmente y son buenos amigos de algunos exalumnos que formaron parte de la protesta”.

Davis Guggenheim toma la palabra y recuerda que cuando le contó a su hija que, por primera vez en su carrera, iba a codirigir una película, su respuesta fue que esa no era una buena idea. “Sos viejo y testarudo. Eso me dijo mi hija. Pero al conversar con Nyle quedó todo muy claro. Lo más común es que cualquier película sobre la experiencia de los sordos está contada por gente que oye. Y no quería cometer ese mismo error. Nyle tenía muy claro qué quería contar, y yo fui una suerte de partera. Este es el bebé de Nyle”. Las imágenes en formato casi cuadrado, la ropa, los bigotes de ellos y los peinados de ellas retrotraen al espectador a los años ‘80. Todos aplauden y gritan. La locutora de un noticiero relata: “Vamos en vivo a la Universidad Gallaudet, donde los estudiantes están protestando. Está a punto de ser nombrado un nuevo presidente y los estudiantes quieren que sea uno de ellos”. A partir de ese momento, Deaf President Now! revela cada uno de los pasos de unos y otros, el movimiento estudiantil y la resistencia de las autoridades, para que ese deseo se convierta en realidad o todo lo contrario. Una historia de apenas siete días y unas horas decisivas. Como en todo relato de lucha aquí también hay héroes –los estudiantes Greg Hlibok, Jerry Covell, Bridgetta Bourne-Firl y Tim Rarus– y un villano: Jane Bassett Spilman, una mujer adinerada y de alcurnia que, en el momento de los hechos, oficiaba de presidenta de la junta que gerenciaba la universidad. La misma mujer que, al ser abordada por algunos de los líderes de D.F.N. durante una coqueta cena en un restaurante, dicen que afirmó, sin ruborizarse, que la gente sorda no estaba capacitada para funcionar en un mundo de oyentes. Y así la bomba estalló.

DAME UNA SEÑAL 

Deaf President Now! dedica una buena cantidad de minutos, como un desvío pertinente de la historia central, para destacar el énfasis en la práctica oral como eje central de la educación tradicional para sordos. En otras palabras, desatender por completo e incluso desalentar el uso de la comunicación vía señas. Un momento de enorme resonancia simbólica, registrado por las cámaras periodísticas, ocurre durante una reunión entre Spilman y un grupo de estudiantes, que en la mejor tradición de la política revolucionaria hicieron sonar una alarma contra incendios. La expresión de la mujer, “No se puede hablar con este barullo”, al tiempo que los jóvenes intercambiaban opiniones con sus manos, resulta particularmente potente. “Nuestra historia está siendo borrada”, afirma durante la entrevista DiMarco. “Muchos de estos movimientos sociales están siendo olvidados. Y creo que si las nuevas generaciones no conocen nada de esa instancia crítica de nuestra historia... en fin, creo que la película aparece en un momento perfecto. Estos jóvenes lucharon duramente por los derechos que los chicos de hoy disfrutan”. “Mientras hacíamos la película”, acota Guggenheim, “al volver a casa veíamos todas estas protestas que tenían lugar en los campus de los Estados Unidos y nos parecía muy duro, porque difícilmente tengan como resultado algún tipo de resolución humana. El tenor y el tono de las protestas no era el adecuado. Hacer la película en ese momento fue muy importante y nos recordó que una acción colectiva bien hecha puede producir resultados permanentes”.

La manera en la cual la historia se desarrolla en pantalla logra que cada capítulo del drama ofrezca sus dosis de tensión e incluso suspenso, en gran medida gracias al guion y a un montaje ajustado. Un profesor que perdió la audición por un accidente durante la juventud y que es el principal candidato de los estudiantes se da vuelta en mitad de la crisis y deja de apoyarlos, al menos públicamente. Las diferencias entre los líderes del grupo comienzan a aflorar cuando la batalla parece perdida: algunos tienen una visión más combativa, otros menos confrontativa, más cercana a la idea de ceder para ganar terreno. Guggenheim recuerda que, cuando comenzó a trabajar en el proyecto del documental Still, sobre la vida presente de Michael J. Fox, afectado por el Parkinson, “él siempre insistía en que no quería verse como una criatura hacia la cual sentir lástima. Él es divertido y sí, se cae al piso y tiene defectos. Y creo que eso es lo que quiere todo el mundo: ser visto como un ser humano. Si hubiéramos descrito a estas cuatro personas, los estudiantes de la Universidad Gallaudet, como perfectas no hubiéramos sido honestos, ya que no siempre se llevaban bien y tenían rencillas entre ellos. Pero al margen de eso, la idea era mostrar a la gente sorda como lo que son: seres humanos. El sordo puede ser celoso, tener un ego grande o ser una persona bella y maravillosa. Son simplemente seres humanos. Si los mostrábamos como héroes inmaculados, unidimensionales, eso no hubiera ayudado en lo más mínimo”. Sin embargo, el heroísmo está, existe, agazapado en las decisiones más difíciles antes una disyuntiva o el apoyo a una causa que se considera justa. Héroes anónimos que el documental de Davis Guggenheim y Nyle DiMarco recupera desde un pasado complejo para reflexionar sobre un presente que tampoco resulta nada sencillo.

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