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“Es un proceso... no sé si la palabra es ‘de llegada’, pero me encanta la palabra mojón, una palabra muy norteña”, repara ella sobre el carácter del disco. “Es como un mojón para dejar un registro de estos doce años por acá, por eso también todos los compañeros que están y todos los sonidos que hay. Es un disco que condensa todo el aprendizaje, las experiencias con la música desde que me vine de Catamarca a Buenos Aires”, enmarca la cantora y compositora. “Este es el momento ideal, porque es en el que sucedió. Desde que llegué acá estuve muy abocada al trabajo colectivo, porque tenía una intuición muy clara de que era la única forma de aprender todo lo que necesitaba, porque yo no estudié música, siempre fui autodidacta”, explica sobre por qué no publicó antes un disco solista con su sus canciones. “La intuición fue acertada porque la construcción colectiva me permitió aprender distintas cosas y orgánicamente se da que este es el momento de hacer estas canciones”.

-¿No fue sencillo lanzar un disco solista con tu nombre, no?

-Creo que me costó más esperar en el sentido de que me decían "¿Cuándo viene un disco tuyo?", y yo respondía "Bueno, no es el tiempo ahora, pero en algún momento va a suceder". Además, porque los discos que hice con mis bandas los siento míos también. Entonces, todos estos años, no es que sentí que no estaba haciendo algo mío, al contrario, siempre sentí los proyectos muy propios. En este disco está mi nombre y, como me dijo mi amiga Mery Murúa, que usó una metáfora muy clara y muy cruda, "Si no metés las manos en el barro vos nadie las va a meter por tus canciones". Entonces, fue como decir "Claro, si quiero cantar mis canciones esto tiene que ser así". Así que por eso también se dio de esta manera. En el disco hay un montón de amigos y gente con la que en algún momento toqué, colaboré, compartí vida, amistad, alegría, amor, de todo. El disco viene en el momento preciso.

Si bien en el disco aparece su voz muy presente, hay también un espíritu colectivo y colaborativo, porque participan como invitados Tiki Cantero, Juan Quintero, Luna Monti, Nicolás Ibarburu, Santiago Segret, Ramiro Flores, Juan Pablo Di Leone y Sergio Wagner, entre otros. Además, Larcher trabajó codo a codo con uno de sus compañeros en Don Olimpio, el pianista Andrés Pilar, quien se ocupó de los arreglos y la producción artística del disco. “Creo que la música popular tiene en esencia un espíritu colaborativo y cooperativo. En el entretejido difícil en el que se encuentra la cultura argentina hoy en día es la única manera de construir”, resalta la artista.

“Antes que todo hay que cuidar la forma en la que la gente está, cómo se siente, cómo llega la música -continúa-. Eso fue muy hermoso de atender ahora que venían a tocar mis canciones. Necesité mucho cuidar a esas personas, en el sentido de que estén tranquilos y puedan poner su corazón ahí. La música les invitaba e iba a recibir lo que cada quien pudiera aportar. Fue muy sabio dejar que las personas aporten y lleguen con lo que tenían. Eso alimentó mucho la energía cooperativa y le dio algo hermoso a la música. Y eso hace que las canciones tengan un sesgo de un momento y un tiempo”.

-¿Cómo construiste el cuerpo de canciones que desembocaron en el disco?

-Las canciones aparecen a través de un pedido de intimidad con la música que yo ya venía de hace años gestando, porque mi quehacer musical siempre estuvo en la escena, en el estudio o en los trabajos colectivos, pero necesitaba una conversación íntima con la música. En pandemia dejamos de tocar entre todos y me quedé a solas con mi guitarra. Y una convivencia a modo de supervivencia con mi gran amiga Noelia Recalde, que me recibió en su casa y además propició la llama para que tenga confianza de ponerme a componer mis canciones. Ahí empezó este proceso que primero se materializó en Trece –un concierto intimista para trece personas-. Algunas canciones vienen de ahí y otras son más nuevas, pero esa idea de abrazar el proceso de la composición surge de ahí. Trabajé dos años en Trece para poder consolidar o aceptar esta nueva identidad, este nuevo aspecto de la música, que es fruto de un proceso. Al ser intérprete de música popular y de folklore, de pronto abrazo la identidad de canciones que esbozan un género, pero que no se instalan absolutamente en el género folklórico sino que tienen influencias de todos lados.

De alguna manera, el folklore atraviesa todo el disco, pero no lo hace a través de motivos o ritmos folklóricos delimitados o rígidos. La música de raíz folklórica está ahí como cobijando o abrazando, pero con una intención más abierta y dinámica. Hay aires de zamba (“Trinar”, con Juan Pablo Di Leone) y bailecito (“Cariño”, con Juan Quintero y Miguel Vilca), sí, pero también aparece Spinetta en algún giro vocal (“Por el agua de tu río”) y la música se expande hacia otros lados, como queda claro en “Vos”. “Me encanta eso porque es bastante orgánico con el trayecto, porque vamos hacia la raíz, lo último es la raíz, a pesar de que de ahí partimos en la expresión. Por algo está en la flor la metáfora, como eso que surge en un momento determinado, pero que también vuelve a la tierra”, explica Larcher sobre su espíritu inquieto.

“Es perecedera la flor, guarda una semilla adentro, tiene una belleza efímera –sostiene-. Abrazo la metáfora de la flor, que la puse como un subtítulo del disco por dos razones. Porque es un primer capítulo y segundo porque lo ubico en un lugar, como si mi construcción fuera un árbol. Ubico este disco en la copa, en el follaje, en la posibilidad de lo que está en o con el afuera. El viaje es a través de la madera hacia las raíces. Me gusta estar viviéndolo así porque también me hace aceptar que ahí están mis influencias; los deseos de que haya sonoridades que referencien a otras músicas dentro de la música popular, pero que no son solo el folklore. Y eso también me representa. He escuchado mucho a Spinetta, lo he cantado, tuve la suerte de interpretarlo y fue como ‘bueno, está ahí, vive acá’. Así que sí, me encantan esas referencias, que estén sonando también”.

-Y la canción es como un territorio que podés vestir o abordar desde cualquier lugar, ¿no?

-Exacto. Siento que voy en viaje, que la canción es mi vehículo para este conocimiento profundo que es ir hacia la tierra y encontrar el sentido de cómo hemos organizado la música que nos dio esta tierra, cómo habla ese territorio. Me encanta una imagen que compartió Liliana Herrero hace mucho tiempo: es como si sintiera que el folklore está adelante, que todavía me está esperando. Es necesario que haga este viaje desde las canciones y desde este mundo interno, íntimo, del decir, porque quiero construir. Está en mi anhelo construir un oficio compositor y creo que lo tengo. Ojalá que la vida y la voluntad me acompañen para eso.

-¿Te interesa dejar una obra propia?

-Por lo menos hacer el tránsito, porque vengo de un origen de mujeres de montaña, silenciadas, acalladas por muchas razones. Desde el racismo hasta su propia condición de mujeres; desde la pobreza hasta la propia condición de la marginación. Entonces, me interesa por lo menos hacer el ejercicio de poder decir para que todo el esfuerzo que hicieron esas mujeres por mi presente tenga sentido. De alguna manera siento eso: por lo que hicieron mi abuela, mi madre, mis hermanas; por lo que hacen todas mis tías día a día. Por ellas. Hay algo de eso, una lealtad a ese esfuerzo y muchas ganas de agradecer.

La abuela de Larcher en la tapa del disco.


El disco, en términos conceptuales, está vinculado con su linaje familiar y femenino. La imagen de portada, de hecho, muestra el rostro de su abuela materna, María, que era pastora de cabras. “Canta, María, que a tu voz la escuchen los vientos/ Grítale al tiempo un lamento/ Sana mi herida”, canta en “Trinar” Larcher apenas comienza el disco. “Hay algo que me encanta de que ella esté en la tapa, de poder mencionar el origen de mi abuela y cómo ella vive con su fuerza dentro de todo este disco. Porque podría ser muy lineal e ir directamente a un disco muy folklórico, muy de raíz, pero sin embargo acá suena otra cosa”, distingue la cantora. “Lo que me interesa de esta relación es que no represente una idea de lo que es venir de un origen así, de montaña, de pastoras de cabra, desde la mirada de la ciudad. Porque hay una regionalización de cómo mira la gente de la ciudad a quienes venimos de la montaña, quienes descendemos o reconocemos nuestro origen en campesinos y campesinas”, dice.

“Hay una idea de que somos de una determinada manera, como un arquetipo del campesino que habla y se mueve de tal forma –continúa-. Y ahí hay una sumisión muy grande, porque nosotros somos muy complejos, muy variados, muy diversos y tenemos identidades muy diferentes también. Entonces, me encanta que la tapa sea mi abuela con esa cara, esa sonrisa originaria, y que a la vez entres al disco y escuches toda una música - la música de su nieta- que apela a esa fuerza, que nombra esa fuerza y la honra, pero que también se desarrolla en el presente dialogando con la contemporaneidad y con los sonidos también de la ciudad que han sido los de esta década viviendo acá”.

-¿La idea era poner en discusión el estereotipo y a la vez ampliar el sentido del lugar de donde venís y la música que deberías hacer?

-Exacto, que sepan que me crié entre cabras y piedras, pero que mi procesamiento de todo lo que me dejó ese origen y esa infancia se convierte en este disco. Eso me importa mucho, al menos poder colaborar un poquito en desarmar el estereotipo de lo que cree el resto del país acerca de quiénes somos los norteños o las norteñas. Me interesa mucho eso y me alegra haber tenido la ayuda de muchos amigos y compañeras de la música para llevarlo a cabo. No es con ningún propósito aleccionador ni nada, simplemente para abrir un poco las fronteras de la comprensión o de lo que se cree. Hay varias canciones del disco que fueron compuestas en el patio de la casa de mi mamá. Entonces, inevitablemente hay ahí una conexión y es lo que soy también. Me encuentro en un momento en el que necesito poder anclarme desde este territorio, desde Latinoamérica. Mis discos salen desde acá, con esta sonoridad.

-¿Cómo fue el trabajo con Andrés Pilar, que se ocupó de la producción del disco?

-Fue hermoso el trabajo con Andrés, porque fue paralelo al que hicimos con Amor y conocimiento (2023), que es el disco que él compartió hace dos años a dúo conmigo, musicalizando la poesía de su papá. Entonces, se dio algo muy natural, porque estábamos laburando en ese disco y en los recreos yo le mostraba las canciones. Estuvo buenísimo porque al toque se contagió de una energía ahí. La amistad es muy importante para estos procesos también, porque es la confianza del amigo o la amiga que te piden que le muestres lo que estás haciendo. Fue muy del juego, muy de ponernos a tocar, muy del recreo también. Y eso estuvo bueno porque desde el principio no tuvo la carga de "necesito que me produzcas esto". Él fue una de las primeras personas que escuchó todas las canciones. Por eso cuando decidimos grabarlas fue todo muy natural, porque ya las conocía. Y ahí fuimos eligiendo. De hecho, tenemos ocho canciones más para grabar y decidimos hacer esta primera parte de esta forma. A fin de año esperamos grabar la otra parte de Trinar. Así que se fue dando así, muy de la compartida, sin una presión por llevar adelante un trabajo discográfico. Eso me encanta, porque vengo muy de ahí, de hacer así las cosas.

-¿La idea es que sea una serie de discos a partir del concepto Trinar?

-Sí, Trinar tiene estas dos partes, que es Trinar: La flor y Trinar: Los frutos. Ahí también hay un juego con el viaje vegetal de la flor hacia la concreción del fruto. Me gustaba la idea porque hay también una concatenación de sentidos con las otras canciones que están por llegar y que las tocamos en la presentación en el Xirgu. Porque nos parecía lindo que el escenario sea un lugar también de laboratorio, de trabajo, que es algo muy de la música popular. Los músicos populares a medida que van presentando discos van tocando canciones nuevas que se van compartiendo. Me interesa poner las canciones también al servicio de ese momento, porque yo me siento una artista del vivo. Ahí logro mis momentos más valiosos: cantando para la gente.


"Caminantes"

Espiritualidad como medicina

En el disco hay una canción que refleja la fuerza femenina y el compromiso que Larcher que sostiene con el medio ambiente. Se llama "Caminantes" y en la mitad del tema la catamarqueña recita: "Territorio amenazado por el capitalismo/ turismo depredador, Comarca. Verano de fuego, salvar bosque nativo, fuego político”. “Son palabras que fui tomando a modo de citas de las Mujeres Indígenas del Buen Vivir del sur de nuestro país”, cuenta. “Hace un par de años, durante la pandemia, hicieron una caminata muy impresionante desde el sur hasta el Congreso para traer un petitorio donde se denunciaba el extractivismo de los bosques y de los ríos en el sur. También los incendios y el fuego político. Así que fue muy fuerte cantar esto ahora, porque tiene un presente absoluto, una actualidad total y es mi manera de aportar a las luchas”, completa.

“Vengo de Andalgalá, de un barrio que se llama Huachaschi, y ahí hace mucho tiempo que sostenemos nuestra denuncia contra el extractivismo –sigue-. Me parece importante tomar estas palabras y que nombren con crudeza en la canción, porque es la parte más cruda y política del disco. Me parece importante también que haya lugar en la música para estas denuncias y estos consejos de pueblos que hace mucho tiempo vienen propiciando la posibilidad de tener otra forma de vivir. En ese recitado se menciona que la espiritualidad también es una medicina y un derecho, sacándolo también de estos movimientos new age que te venden espiritualidad. Los pueblos hace mucho tiempo propician una cultura espiritual ligada a la tierra y nos vienen enseñando eso. Y viene a cuenta de hablar también de este presente tan difícil que estamos viviendo”.

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