
Los 29:27 minutos del disco moldean a una Bertoldi que advierte cierta preocupación por su contexto, pero que, en vez de vomitar melodías y letras como si se tratara de un diario íntimo, entiende que no vale la pena aleccionar a su público y que la realidad se entiende mejor entrelíneas, sin la necesidad de subtítulos. Los temas parecieran estar unidos por una intensa sensación de hartazgo y una búsqueda por darle la vuelta a ese malestar. ¿Para quiénes trabajamos? ¿Cómo podemos avanzar cuando todo a nuestro alrededor se cae? ¿Quiénes son les enemigues y quiénes son les aliadades? Son algunos de los interrogantes que se intuyen al escuchar el disco.
Con guiños a la electrónica y con una diversidad en el uso de samples y loops, Para quién trabajás Vol. I propone un viaje claro y directo: composiciones con ese espíritu rockero que caracteriza a la artista, pero que por momentos dejan escuchar el susurro de una dimensión pop, romántica y un tanto nostálgica.
Lejos del peso obvio de las guitarras, el sonido se presenta como el paisaje de un sueño roto ochentoso. Por momentos se siente la presencia fantasmal de The Smashing Pumpkins, Charly García, Sumo, Siouxsie and the Banshees y una estela efímera del New Wave. “Además de no querer aburrir con la temática, tampoco quería tirar abajo a la gente, ya demasiado tenemos con la realidad. Así que me pareció importante usar un elemento a mi favor como el ‘up tempo’. Gran parte del disco está arriba de los 160 bpm. Esto inevitablemente me llevó a épocas más ochentosas, beats que te hacen ir para adelante como una máquina que no tiene fin”, afirma la artista en conversación con SOY.
En “No quieren más mi rocanrol” parece burlarse de aquelles que desestiman su abordaje sobre el género rock. Con “El gordo” invita al silencio, a estar atentes a las consecuencias de nuestras palabras y su potencia para rasgar el tejido social. “Monstruos” es una célula oscura que podría remitir a los recientes lesbicidios que impactaron contra la comunidad LGBTIQ+.
“Siglos” es el puñal más fuerte del disco: “Estoy descontrolada pienso en algo mejor. Cada cosa un filtro me preocupo por dos. Tengo mucho mucho mucho mucho temor”. Aquí la idea pareciera reconocer el eterno loop en el que se mueve nuestra historia y cómo el presente no es más que un cover deteriorado de algo que ya pasó. Aceptar esto, amigarse con la incertidumbre y abrazar los miedos individuales y colectivos son algunas de las pistas que ofrece un tema que funciona como un antes y un después en la narrativa del disco.
Un breve paréntesis: cuando Marilina Bertoldi subió al escenario para recibir el Gardel de Oro por Álbum del Año en 2019, destacó que hayan premiado a una lesbiana y solicitó más espacios para las disidencias dentro de la industria musical. Luego de unos años de aquel emblemático discurso, la artista ofrece su visión sobre el estado de la música y la comunidad LGBTIQ+: “Veo que las cosas cambiaron sutilmente para bien. Quizás el mayor de los cambios es que lxs artistas heterosexuales que suelen tener mucho público queer están levantando nuestra bandera. –Y agrega– Me gustaría que la comunidad consuma a más gente de la comunidad. Ese cambio sería hermoso. Somos, a los ojos del capitalismo, un mercado enorme y no está chorreando para nuestro lado”.
Para quién trabajás Vol. I no ofrece respuestas a los problemas de nuestro presente. Entre la voz naufragada de Marilina y canciones tan sólidas como bloques de granito, el disco transmite una sensación de que hay que sobrevivir con extrema cautela, sosteniendo espadas y escudos creados con los minerales del desencanto, la imaginación, la impotencia, la sensación de orfandad que generan los líderes políticos, la asimetría entre los poderosos y el pueblo, la rabia, la imposibilidad de pensar un futuro, un amor intenso, la tristeza, la urgencia por una voz propia. Una larga lista de cuestiones que importan demasiado, aunque otros intenten hacernos creer lo contrario.
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