El periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, se hizo eco de la marcha convocada por científicos y universitarios para reclamar por más financiamiento y, en una comparación con los bichos de El Eternauta, afirmó: “Con sus patitas cortas, sus mentes cortas, y su enorme caparazón de sistema, de establishment, se trepan a la cultura, a la educación, y derrumban todo”.
El editorial de Víctor Hugo Morles
“Nadie se salva solo”, dicen los científicos en su convocatoria. La ciencia y la universidad están bajo la amenaza de algo tóxico. Y entonces uno imagina la esquina de Godoy Cruz y Paraguay como un nuevo escenario de El Eternauta.
El edificio, que ha sido un motivo de orgullo, luce como esos puentes y calles atravesadas por la bruma y la incertidumbre. Los personajes no entienden lo que pasa, son víctimas de lo desconocido. ¿Cómo es que hay bichos así?
¿De dónde salen los Milei, los Caputo, los Francos? ¿Con qué velocidad devoran la Constitución, los derechos y los sueños? Con sus patitas cortas, sus mentes cortas, y su enorme caparazón de sistema, de establishment, se trepan a la cultura, a la educación, y derrumban todo.
Contra el vaciamiento y el desfinanciamiento de la ciencia y la investigación, desde el Conicet gritan que lo que el país necesita es más ciencia y tecnología si se quiere salir del modelo agroexportador sin valor agregado que es lo único que quieren dejar en pie.
Hablamos de la deuda impagable que somete al país a la condición de colonia, pero tan importante como ella es la deuda de conocimiento, el bache profundo de la historia y el quiebre de una razón de ser que ha tenido la Argentina a través de sus brillantes científicos.
Houssay. Leloir. Milstein. Y ahora Kornblihtt, Paz, Dickenstein. Siempre los científicos argentinos han motivado el orgullo. Pero parte de la entrega de la colonia es también renunciar a toda forma de progreso autogenerada.
Hay que esperar que, con los dineros del mundo, los países poderosos sean los únicos que investiguen, y de esa manera ser cada vez menos acá. Es lo que los bichos quieren. Es lo que Juan Salvo, y los hombres y mujeres comunes, debemos salvar.
¿Estamos a tiempo, como en El Eternauta? ¿Creemos de verdad que nadie se salva solo, que la pelea es colectiva y que el enemigo es un engendro que aún no podemos determinar científicamente qué es?
¿Y que por más que lo estudiemos no le encontramos la vuelta a este animal que, en la nube de los tiempos del retorno del fascismo, nos está devorando la vida?