En sus memorias recientemente editadas, Earth to Moon, Moon Unit recuerda su aparición junto a Frank en programas de entrevistas, como Late Night with David Letterman, donde aprendió rápidamente que ciertas historias obtendrían "una gran reacción". Como la de la groupie neozelandesa que se mudó a la casa familiar... o la poco convencional historia de paternidad sobre "la vez que Gail nos esposó a mí y a mi hermano menor Dweezil por los tobillos, grabó nuestra pelea y nos la reprodujo". Fue, dice ahora, "una época confusa".

Moon, de 57 años, habla por Zoom desde el salón de su casa en Los Ángeles. Es una compañía estupenda: abierta, elocuente y risueña. Durante la hora que dura nuestra conversación, se mueve entre un seco optimismo y una palpable furia por el trato que le dieron sus narcisistas padres (además de Dweezil, tiene dos hermanos más: Ahmet y Diva). Su libro, que salió a la venta este mes, es una lectura salvaje, a la vez impactante e improbablemente divertida, ya que cataloga la vida en su destartalada casa de Laurel Canyon, un lugar que estaba permanentemente en obras, que rara vez se limpiaba y que tenía un cuadro de una orgía en el living.

La infancia, nos enteramos por el libro, fue una época de profunda ansiedad y confusión para Moon, cuyo nombre resultó ser el menor de sus males (aunque afirma que los extravagantes nombres de Elon Musk para sus hijos, entre los que se incluye X Æ A-Xii, le provocaron "una mirada de soslayo"). Como hija mayor, se sintió desolada por la falta de interés de su padre en sus hijos y, al mismo tiempo, rehén de los estados de ánimo erráticos de su madre. Recuerda que una noche Frank la despertó y le dijo: "Gail está furiosa. Necesito que escondas la pistola".

Por eso, aunque el proceso de escritura fue en ocasiones catártico, también fue doloroso, ya que se reabrieron viejas heridas. "Tuve que recordar que estaba gestando un nuevo yo mientras revivía las peores experiencias de mi vida", reflexiona Moon. "A veces, realmente sentía como si estuviera cayendo a través del espacio". Incluso el proceso promocional hace aflorar sentimientos complicados. "He estado haciendo eventos, y la gente tiene esta ira justa en mi nombre, y es como una ola de emoción me golpea de nuevo. Vas por la vida y ponés un pie delante del otro y entonces alguien te dice: 'Estoy tan enojada por vos'. Y entonces pensás: 'Dios mío, ha sido peor de lo que pensaba”".

Célebre inconformista musical, Frank Zappa alcanzó la fama a principios de los '60 tras una aparición en The Steve Allen Show durante la cual tocó una bicicleta como instrumento musical. Más tarde, mezcló complejos estilos de jazz y música clásica con una narrativa surrealista en éxitos de culto como "Don't Eat the Yellow Snow" y "Bobby Brown", sobre un orgulloso misógino que se plantea violar a una animadora. Frank era un adicto al trabajo confeso que publicó 62 álbumes a lo largo de su vida (murió de cáncer de páncreas en 1993, a los 52 años) e inspiró una ferviente devoción entre sus fans, que lo aclamaban como un genio creativo. Cuando no estaba de gira con su banda The Mothers of Invention, se encerraba en su estudio y mantenía a su familia a distancia.

La mención de la palabra con "G" provoca un bufido de burla por parte de Moon. "Existe la extraña dicotomía de llamar genio a mi padre y el hecho de que ni siquiera se asegurara de que sus hijos supieran cómo funcionaba el día a día. No invirtió en nuestra educación ni en nuestro futuro. Ni siquiera les dijo a sus hijos: '¿Qué tal les va?' Esto es indignante para mí. Si eso es la genialidad, ¡pah! No, gracias". Sin embargo, Moon reconoce el carisma de su padre y se da cuenta del atractivo que tenía para quienes tenían la suerte de no depender de él. "Para ellos representaba la libertad, la integridad, el civismo y la denuncia de las injusticias. Hablaba a los marginados y a los raros. Observé que tanto él como él tenían un gran significado para la gente. Y siguen rabiando, la gente que lo quiere lo quiere para siempre".

Entre esos devotos estaba Gail, una ex modelo que hizo una breve incursión en la música con una parodia de Sonny y Cher llamada "Bunny and Bear", y que conoció a Zappa mientras trabajaba como secretaria en el famoso club nocturno Whiskey a Go Go de Los Ángeles. Gail se negó a abandonar a su marido a pesar de la furia que le producían sus abundantes y flagrantes aventuras amorosas. Además de traer amantes al hogar familiar, Frank llevó una vez a Moon y Dweezil de viaje a Nueva York cuando eran adolescentes para ver el musical Cats. Después del espectáculo, instaló a los niños en una habitación de hotel con servicio de habitaciones y desapareció. Esa misma noche, Moon se despertó al oír un ruido sordo en la habitación de al lado: era su padre practicando sexo con una de las bailarinas del espectáculo. "El caso es", cuenta Moon, "que él me engañaba y le decía a Gail: 'Siempre vuelvo con ustedes. No me importan'. Pero de niña, la forma en que yo interpretaba eso era: 'Prefiero pasar el tiempo con gente que no me importa que contigo, mi propio hija'. Mi cerebro me decía que yo valía menos que lo que no me importa".

Frank Zappa.
 
 

 

No es de extrañar que, al llegar a la adolescencia, Moon estuviera decidida a marcharse de casa. A los 17 años, con el dinero que había ganado en "Valley Girl" y los esporádicos trabajos de actriz que le siguieron (entre sus créditos figuran la serie policíaca CHiPs y la comedia de situación The Facts of Life), compró su primera casa. Una vez allí, recuerda, "me tumbé literalmente en el suelo y me quedé mirando al techo porque había salido, pero no sabía qué hacer conmigo misma. Era como si hubiera estado cumpliendo condena por algo que no había cometido y, al salir, no supiera cómo estar en el mundo". Buscó la orientación de un gurú espiritual, ya que "estaba preparada para el servilismo. Me habían entrenado para no querer nada y no ser nada. Gracias a Dios, ese gurú no me dejó cortarme el pelo, hacerme renunciante y mudarme a la India. Me dijo: “Vos pertenecés al mundo”".

En cualquier caso, la independencia de Moon iba a durar poco. Poco después de que a Frank le diagnosticaran un cáncer en 1990, Gail le hizo una visita y le anunció: "Nos has costado 200.000 dólares criarte, así que tenemos que vender tu casa para pagar los tratamientos contra el cáncer de tu padre, que no tiene seguro médico". Moon, siempre tan dócil, vendió la casa y regresó a su hogar.

Tras la muerte de Frank, poco a poco fue encontrando su camino en el mundo laboral, haciendo arte, continuando actuando y escribiendo una novela semiautobiográfica, America the Beautiful, en 2001. Al año siguiente, Moon se casó con Paul Doucette, de la banda Matchbox Twenty, y tuvieron una hija, Mathilda (Moon y su marido se divorciaron en 2014). Convertirse en madre le hizo darse cuenta de lo poco que ella misma había recibido de su madre. "Fue como: 'Vaya, estoy dando desde un lugar donde no hay mapa. No me enseñaron a hacer esto'. Y entonces la herida volvió a abrirse, porque no pude evitar pensar: 'Nadie hizo esto por mí”".

A la pregunta de por qué esperó tanto para escribir sobre sus padres, responde: "Porque siempre pensé que era la historia de Gail la que tenía que contar. A Gail le encantaba la música. Gail eligió a mi padre como compañero y tuvo una vida con él". Pero luego cambió de opinión. En parte porque "quedó claro que la gente tenía interés en saber cómo era ser su hija", pero sobre todo por el infame testamento de su madre.

En 2015, Gail murió de cáncer de pulmón, dejando tras de sí enormes deudas al igual que su marido. También dejó la mayor parte de la herencia de Zappa a sus hijos menores, dando a Diva y Ahmet el 30 por ciento a cada uno y a Dweezil y Moon el 20 por ciento. De este modo, los hermanos menores quedaron a cargo de todos los asuntos relacionados con Frank, lo que significa que ellos toman las decisiones sobre su legado y fideicomiso, y también recibirán una mayor parte de los beneficios futuros (a pesar de que Moon cuidó de su madre durante su último año de vida). A partir de entonces, los hijos de Zappa se enfrentaron durante una década, a menudo con abogados de por medio. Desde entonces, Moon ha decidido que su madre le hizo un favor "aunque no se lo agradezco". En lugar de gestionar el negocio familiar, ha pasado los últimos años cultivando su propio talento y su carrera. "Eso es literalmente lo que hizo falta para que mi testarudo cerebro comprendiera: 'Tenés que invertir en tu propia vida'. Era convertirme en una víctima de esta circunstancia o arriesgarme por mí misma".

¿Y cómo es ahora su relación con sus hermanos? "Bueno, Ahmet leyó el libro y dijo que le había gustado, así que eso fue bastante maravilloso. Dweezil no habla con ninguno de nosotros, pero Diva y yo estamos progresando. Creo que en parte se debe a que he dejado de esperar que las relaciones sean como las de las tarjetas Hallmark. Simplemente dejo que sean lo que son". Ahora Moon da clases de yoga y meditación y tiene su propia marca de té. También está escribiendo otro libro. "Le estoy dando una oportunidad a la ficción porque, por primera vez en mi vida, soy capaz de dejar el pasado en el pasado", dice sonriendo. "¿Y sabés qué? Me siento bien".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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