Poner el despertador, madrugar o seguir de largo para ver competencias con algún argentino es parte de la pasión y tradición que le ponemos al "ser hincha". Franco Colapinto los domingos es el ejemplo más cercano. Corea - Japón 2002 es el recuerdo más tratado en terapia. Los Spurs de Manu Ginóbili es una de las anécdotas más grandes de nuestra historia con el básquet.

Facebook era el viejo Twitter. Los celulares inteligentes todavía estaban aprendiendo a evolucionar y las plataformas de streaming se llamaban "reproductor de dvd". Era el año 2000. Los argentinos estaban empezando a invadir la mejor liga de basquet del mundo. Y Bahía Blanca tenía un Aquiles.

El chico que no crecía

Emanuel David Ginóbili nació, creció y vivirá por siempre en una familia cercana al básquet. Esa familia es de Bahía Blanca, que es al básquet lo que Tandil es al tenis. Y (spoiler alert) si buscás en Wikipedia, Ginóbili es "el mejor jugador argentino, latinoamericano y uno de los 100 mejores de la historia" de ese deporte.

Manu Ginóbili en realidad no es Aquiles, es más bien como el Caballo de Troya, pero de Atenas. El que se metió en Estados Unidos para mostrar, y que recuerden para el resto de la historia, que los argentinos no son "solo fútbol" y que el oro y los laureles serían albicelestes.

Cuando era chico y solo competía con sus hermanos, Manu no crecía. "Tal vez quede petiso y sea contador", pensaban su papá y su mamá. Pero no fue contador ni abogado ni electricista. En su lugar, Manu rompió a Estados Unidos. Siendo honestos los rompió varias veces, pero uno directamente terminó en un documental de Netflix ("The Redeem Team"). Porque Manu mandó al Dream Team al psicólogo.

El equipo de las pesadillas

Que Argentina le ganara dos veces a Estados Unidos y le sacara de forma histórica una medalla olímpica, no fue suerte. Fue resultado de un proceso de trabajo, de un crecimiento superlativo y sin precedentes de un grupo de jugadores magistrales.

Las claves fueron dos: los nombres necesarios e indicados, y su presencia en un territorio desconocido. La llegada de los argentinos a la NBA fue el desembarco que permitió conquistar ese podio en Atenas 2004 y haberles ganado, dos años antes, en un Mundial que ellos mismos organizaron: Indianápolis 2002.

Pero en medio del descontrol histórico que hizo la Generación Dorada, Manu Ginóbili fue un paso más allá. Un "allá" que nos mantuvo despiertos hasta la hora que fuera necesaria para ver a un equipo de Texas.

Una realidad paralela en la que siempre sonaba la frase de Diego Maradona: "Yo quiero entrar a Estados Unidos para poder ver NBA". Porque la NBA es otro deporte. Y ahora ese otro deporte tenía un argentino como protagonista y, por supuesto, todos éramos de los Spurs.

Los primeros troyanos

La gran invasión empezó a principios del milenio. Wolkowyski fue el primero en ser fichado para Seattle SuperSonics. Siguió “Pepe” Sánchez en Philadelphia y Manu en San Antonio.

La lista es larga, y esa extensión permitió armar un super equipo en la selección, que con el entrenamiento, la experiencia y el rodaje lograron resultados inéditos. Para Argentina y para todo el mundo del deporte.

Ginóbili ganó 4 anillos (2003, 2005, 2007 y su Last Dance: 2014, algo sin precedentes para un latinoamericano) y forma parte de Los Tres Grandes con Tim Duncan y Tony Parker. Un trío que durante más de una década lo único que hizo fue jugar y ganar. Sus tres dorsales fueron retirados (9, 20 y 21) y así Manu nunca se fue de los Spurs.

Con Fabricio Oberto compartieron equipo y él también ganó un anillo (2007). Son los únicos dos argentinos en lograr semejante hazaña.

La final 2025

El próximo jueves 5 de junio, a las 21:30, será el primer partido entre Thunder y Pacers, dos franquicias que nunca ganaron un título y que meten en la definición a nombres que están fuera de los grandes presupuestos y de las grandes urbes.

Los Thunder ganaron un trofeo en el 79, pero en esa época estaban en Seattle y se llamaban SuperSonics.

Por séptima temporada consecutiva, el campeón no se repetirá. Esto marco un punto histórico que refleja un equilibrio competitivo que no era habitual.

Informe: Jorgelina Rocca.