Pinta tu aldea y pintarás el mundo. Pinta el odio contra las mujeres en Mar del Plata y el cable de alta tensión de la misoginia te llevará a Washington, ahí donde un hombre de negocios que sabe humillar en público a las mujeres, de modo diferenciado según se ajusten o no a sus cánones de belleza, se convirtió en presidente electo del país más poderoso del mundo. “Apenas pase la elección voy a demandar a esas mentirosas”, había amenazado a las mujeres que lo denunciaron por acoso aun cuando ese acoso y muchos otros acosos están tan documentados que nadie duda de los hechos aunque sí, tal vez, de su calificación. Para el presidente de la piel naranja no sería más que exhibición de su buen gusto la cosificación de unas y el maltrato liso y llano hacia otras. Igual que para nuestro presidente lo que para nosotras es acoso callejero es simple coquetería de histéricas porque a todas nos gusta que nos digan groserías como qué lindo culo tenés. Ellos dos, el presidente en ejercicio y el presidente electo, en confianza y casi a los codazos, suscriben lo que dice el intendente y con el mismo desprecio, para ellos el feminismo, la lucha de las mujeres, el multiculturalismo, todo eso son mordazas que les ponen para que no se diga la verdad. Vamos, si nos gusta. Son ataques a un modo de vida blanco, occidental y cristiano, a esa tranquilidad a la que aludía el intendente cuando evocaba con nostalgia aspiracional los años de la dictadura. 
No hay tal moda, podemos decirle al intendente de Mar del Plata, hay una rabia organizada que va a terminar más tarde o más temprano con ese esquema de valores que usted intenta volver a dibujar. Y viendo las calles argentinas en el último tiempo, es fácil creerlo. Pero no podemos menospreciar ese cable de odio que recorre nuestro continente, no podemos menospreciar la revancha machista que nos explota en la cara, nos deja atónitas porque en algún momento de este mes o del pasado creímos que a Donald Trump lo iba a frenar su jactancia misógina. Evidentemente el feminismo y el movimiento de mujeres, amplio, heterogéneo, diverso es una amenaza para el fascismo blanco que sostiene a estos presidentes, desde el sur al norte. Queda en nuestras manos la responsabilidad de seguir infundiendo miedo en estos muchachos que ahora están en el poder, de tejer alianzas con todos y todas las vulneradas por el patriarcado capitalista, de mirarlos muy de cerca y de saltar también el cerco de nuestros refugios progresistas para tentar otras mayorías, inventar otras utopías, hacer saltar las resistencias del odio y poner en juego la rabia, que es muy otra cosa y que ahora está de nuestro lado. 

Carlos Arroyo
Este artículo fue publicado originalmente el día 11 de noviembre de 2016

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