MANO
DURA A PEDIDO 1b6d9
Por
J. P. Feinmann
En 1987 cuando este diario naci hubo
una patota, una especie de escuadrn de la muerte pintarrajeado
que se alz contra el sistema democrtico. La historia
se conoce. Fueron derrotados por la masiva presencia de la gente en
todas las plazas, lugares pblicos del pas. Luego, un
poltico que no supo estar a la altura de eso que la historia
le ofreca fue a ver a la patota, al escuadrn pintarrajeado,
y le regal la movilizacin. Quiero decir: cuando este
diario naci el problema de la seguridad era, todava,
el problema militar. Los escuadrones que amenazaban el orden democrtico
estaban en los cuarteles, eran rmoras de tiempos devenidos,
nadie los reclamaba. Hoy, doce aos despus, algunos,
muchos reclaman otra vez la velocidad fcil de las armas ante
una justicia a la que consideran lenta, ineficaz. Ya apareci
el primer loco. Ya hubo uno (digamos, un ciudadano) que
pidi escuadrones de la muerte. No obstante, sordamente, son
muchos quienes los piden. El argentino es rpido para reclamar
medidas drsticas. Cuando lo asustaba la subversin, pidi
la mano dura de los que tuvieron la dureza abominable de crear campos
de concentracin y desaparecer personas. Hoy, que lo asusta la
delincuencia, ya pide escuadrones de la muerte.
No seamos cnicos, no aceptemos eufemismos. Aqu, con
la exaltacin de los custodios privados, de la seguridad privada,
de la mano dura, de la polica de gatillo veloz, se est
pidiendo la justicia a la brasilea. Hace un par de aos
esas matanzas de nios harapientos en las calles de Brasil horrorizaban
a muchos argentinos. Hoy, a menos. Cuando se abre el horizonte de lo
posible lo real no demora en aparecer. Cuando lo horrible nos horroriza
menos es porque, maana, nos parecer digno de ser tomado
en cuenta, y dos o tres das despus lo estaremos reclamando
a gritos, como la solucin de todos nuestros problemas.
Las calles de Buenos Aires son inseguras por la delincuencia pero tambin
son inseguras por la fiereza con que transitan los automotores. Las
calles de Buenos Aires son un abyecto carnaval de puteadas. Sin embargo,
nadie que maneja un auto se asume como un ser peligroso. Los peligros
estn en otra parte: esos pibes de la 9 de Julio, los que te
limpian el parabrisas sin permiso. Ya no hay atrocidad que los automovilistas
de las puteadas feroces no hayan reclamado para ellos. A esta altura
piden que los maten, sin ms. (Aqu, el que tiene algo
siempre pide que revienten a quien se lo puede robar. Nunca, en cambio,
se le ocurre pedir por una sociedad en la que todos tengan algo). Si
apareciera un escuadrn y los limpiara a tiros, algunos disimularan,
diran as no, no era necesario tanto, matarlos no, meterlos
presos solamente. Sin embargo, les desean la muerte.
Por qu se desea la muerte con tanta facilidad? Por
qu se la pide? Por qu los candidatos duros ganan
espacios en las encuestas eleccionarias no bien dicen que la pena de
muerte est mal pero es necesaria, habra que pensarlo,
tal vez lleg el momento? Porque lo que subyace en el nimo
del argentino asustado es que le quiten el peligro del modo que sea.
Si pidieron a Videla, cmo no habran hoy de pedir
a Patti? Cada hombre para cada momento histrico. Videla para
la subversin, esa incomodidad intolerable. Patti para la delincuencia,
esa incomodidad de hoy que no permite disfrutar de las delicias del
ajuste, del paraso menemista. Cmo ser
la Argentina cuando este diario cumpla sus prximos doce aos?
Si la tendencia dura contina, si la economa del mercado
se profundiza, si el Estado (un Estado que garantice educacin,
salud y seguridad con jueces y leyes) desaparece, Buenos Aires ser
una ciudad segura, donde habrn sido liquidados los pibes de
la calle, los ladrones, los travestis, las prostitutas y todos los incmodos
que incomoden con esas quejas viejas, con esas palabras viejas: libertad,
justicia, democracia, derechos humanos. Los exitosos de la sociedad
del xito tal vez regresen de sus countries. Y tal vez todo sea
como no debi ser. Como muchos, hoy, todava, desean que
no sea y lucharn para que no sea, desde todos los espacios posibles.
Desde este diario, por ejemplo.
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