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TRES MUNDIALES MAS 1s2e2x

Por Daniel Lagares

Dentro de 12 aos se habrn jugado tres Mundiales de ftbol. El del 2002 en Japn-Corea, por primera vez en Asia. En el 2006 en Inglaterra o Alemania y en el 2010, tal vez, en la Argentina. Ser el Mundial del Bicentenario. Para entonces Maradona estar en condiciones de ser abuelo, de modo que no habr consultas populares para decidir si el tcnico de turno debera incluirlo en la seleccin junto a los futbolistas que hoy estn empezando el secundario. Los campeonatos locales ya no sern lo que son, concentrados en equipos de Buenos Aires y ms de un club ser una sociedad annima cuyos hinchas sufrirn los domingos en las canchas y los lunes en la Bolsa.
Pero ninguna otra manifestacin cultural encender las pasiones que continuar produciendo el ftbol. Al contrario. A ms show, ms negocio, ms dlares, se necesitarn ms consumidores para alimentar el crculo vicioso. Cada vez ms entertainment y menos juego. La televisin, cualquiera sean sus dueos, seguir siendo el poder paralelo de las instituciones. Si el FMI recomienda el recorte presupuestario, la tele seguir programando los partidos a su conveniencia. Si veinte aos no es nada, qu son 12?. Si los presentadores de los goles de fin de siglo tienen el look de los cronistas de E!, qu otra cosa puede esperarse si no es la profundizacin del fenmeno, hasta que explote el mismo fenmeno que lleva en su sangre el veneno. Luego, tal vez, habr que asistir al nuevo Renacimiento. Al regreso de lo puramente ldico. Al jugar porque s. Al ser espectador de gusto, noms. En el fondo, hay algo gentico en los argentinos en esto del ftbol, aunque hayamos bajado de los barcos hace varias generaciones. Gentico o lombrosiano. Vaya uno a saber cul es el sortilegio de la pelota para los nativos de estas tierras que los hace futbolistas aunque no ejerzan y directores tcnicos potenciales en la etapa posterior.
Los miles de estudiantes egresados de las escuela de periodismo coparn los medios y se producir el imprescindible trasvasamiento generacional, como se deca en los 70. Lbero y este diario, sin dudas, saldrn mejor. Esos cronistas llevarn noticias de la nueva aldea a los lectores del tercer milenio, que vivirn todava revolcados en el mismo merengue. El despliegue de maldad insolente no tendr quin lo niegue. Y tampoco quien le ponga fin. Todos, como en 1810, seguirn preguntndose de qu se trata. Al cierre de esta edicin no existen indicios de que dentro de 12 aos alguien tenga una respuesta.