El ciudadano estaba
pintado. El desocupado, desocupado. Y el pas se caa a
pedazos. La televisin mostraba a los jubilados que no podan
cobrar y se desmayaban en las colas frente a los bancos. Hubo saqueos,
gente aqu en la ciudad que sali a buscar comida. Los bancos
cerraban, la deuda externa, las exigencias del Fondo, las peleas y las
promesas de los polticos. El dueo de un almacn
lloraba porque haba perdido todo en los saqueos. Pobres contra
pobres disputndose migajitas en un pas rico. Los ricos
que ostentaban su riqueza reciente. Recuerdo una mujer que lloraba frente
al televisor, que no poda separarse de esa ventana que se abra
a un pas destrozado.
Haba empezado como un da ms, con la misma rutina
del todo mal y las mismas noticias agobiantes en un clima resignado y
sin esperanza. De caminar con los pies pesados hacia el trabajo, de saber
que iba a ser otro da de malas noticias. Domingo Cavallo que se
ira o se quedara y al final se ira, y despus
un discurso presidencial de que todo estaba de lo ms bien, pero
que por si acaso declaraba el estado de sitio. Y muchos que lo haban
votado, que se arrepentan de haberlo hecho, ahora maldecan
como si ese voto hubiera sido el peor acto de sus vidas. Este
idiota no se da cuenta de lo que pasa?, pregunt alguien
despus de escuchar, pasmado, el discurso presidencial.
Era otro da ms en esa rutina de cada perpetua,
de perder algo cada da, a veces la vergenza de ver a otros
comiendo de la basura y bandadas de chicos pidiendo en las calles, de
andar por la ciudad en una burbuja de vaco, de sentarse a contarlo
como otro da ms. Pero esa noche, algunos redactores que
ya se haban retirado, empezaron a volver. Por toda la ciudad
se escucha el ruido de las cacerolas, dijeron ya con la sospecha
de que ese da empezara a ser distinto.
Las calles estaban vacas y oscuras en ese estado de sitio. Pero
un leve rumor metlico pareca salir de todos lados y creca
sin llegar a convertirse nunca en estruendo. Era un tic-tac metlico,
como un reloj que marcaba otra hora en todos lados y al mismo tiempo.
Haba que seguir ese latido en el aire, asirlo con el odo
igual que hacen los perros con el olfato cuando siguen una presa. No haba
un origen, haba muchos. Uno caminaba a tientas para encontrarlos
sin cita ni convocatoria.
Cerca de la redaccin, lo que ms fuerte se escuchaba provena
de la Plaza de Mayo. En ese momento estaba iluminada y los grupos que
haban llegado en forma espontnea estaban delante del monumento
a San Martn. Eran vecinos de los barrios del centro, de San Telmo
y Montserrat, eran empleados, desocupados, amas de casa, trabajadores
y gente de clase media y muchas mujeres y chicos. Golpeaban sus cacerolas,
rean y gritaban contra el estado de sitio y contra los polticos
que los haban engaado, lloraban, pero ahora de alegra
cuando abrazaban a los nuevos contingentes que llegaban. Toda la mufa
se haba transformado en un despertar, con una alegra pacfica,
pero furiosa. La pobreza, el hambre, la falta de trabajo, los jubilados
sin cobrar y los polticos mentirosos del doble discurso no iban
a desaparecer de la noche a la maana. Pero la nica posibilidad
de que sucediera alguna vez era que aflorara esa conciencia ciudadana
solidaria, ntida y filosa, que converta la tristeza en
sonrisas esa noche.
Despus se dijo que era la clase media que haba salido
a protestar slo porque le haban metido la mano en el bolsillo.
Se dijo que era la misma clase media portea que no haba
hecho nada cuando las provincias se caan a pedazos. Se dijo que
eran los ahorristas. Se dijeron muchas cosas que suenan a autojustificacin
de polticos en falta. Lo cierto es que la mayora de los
que estaban esa noche tena ms deudas que ahorros, eran
ciudadanos que haban votado a la Alianza porque esperaban un cambio
y se sentan estafados. Justamente esa gente haba votado
por un cambio cuando en las provincias, destrozadas por el modelo, ganaban
los caudillos menemistas. El 19 de diciembre de 2001 fue un ejemplo de
ejercicio de la democracia y un fuerte empujn para democratizar
verdaderamente el sistema poltico. |