La identidad por el teatro Por Hugo Soriani 646e2i

Ahora Luca est sentada en un banco del Parque Centenario y acaricia la foto que le dio Estela en la sede de Abuelas. La foto est ajada, amarilla, pero se nota bien la cara retratada: pelo lacio, mirada suave y un lunar en la mejilla derecha. Dicen que es igualita a ella, eso dicen.

Luca se acaricia el lunar de su mejilla derecha. Est tirada en la cama con la mirada fija en el techo y ya no siente ganas de adivinarles formas a las manchas de humedad. Vuela esta cancin para ti, Luca, canta Serrat desde su mesita de luz, pero esta vez siente que el tema no fue escrito para ella. Debe haber otra Luca en algn otro lado capaz de inspirar esos versos. O ser acaso que ella no es Luca?
Acaba de venir del teatro; de chica siempre le gust el teatro y ahora, casi con 26 aos, sigue fantaseando con algn personaje de los que representaba en el colegio o en el cumpleaos de alguna amiga.
Ponerse en la piel de otro, vestirse y pintarse, hablar y llorar. Era difcil, sobre todo llorar, justo a ella que le costaban las lgrimas aun con los dolores ms fuertes. Luca piensa que fue eso lo que le hizo abandonar la idea: no poder llorar. No existe una actriz que no sepa llorar bien, con lgrimas en serio y capaz de convencer a todos de una pena tan profunda.
Luca se toca el lunar de su mejilla derecha. Ya no tiene la vista en las manchas de humedad. Ahora est de costado y acaba de sacar el compact. Hace dos aos que vive sola y puede hacer lo que quiere, como ahora, que son las dos de la maana y acaba de llegar del teatro.
El ltimo ao con sus viejos fue el ms duro, buena gente los viejos, pero celosos y autoritarios. Muchas veces tuvo que mentirles para justificar una llegada tarde, el llamado de algn novio, o la marca de un beso que no quera borrarse de su cuello.
Si no hubiera sido por ese curso con el que se enganch en el Rojas ni se hubiera enterado. Pero vio los afiches y los nombres que le sonaban familiares: Daniel Fanego, Valentina Bassi, Patricia Zangaro, Cristina Fridman, Manuel Callau. Y no se la quiso perder: A propsito de la duda, se llamaba la obra y ella an no adivinaba que sera la primera del ciclo Teatro por la Identidad.
De esa vez recuerda el ruido de los helicpteros en escena, los dilogos formados con testimonios de hijos, nietos, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, recuerda las remeras blancas estampadas de las actrices: Prisin a los asesinos, Justicia y castigo decan algunas. Pero sobre todo Luca recuerda la murga del final con todos saltando y repitiendo a un solo comps: ...Y vos sabs quin sos...?.
A Luca, casi tres aos despus y mientras se toca el lunar de su mejilla derecha, ese estribillo le sigue martillando la cabeza: Vos sabs quin sos?.
Cada lunes durante dos aos Luca hizo colas que ocupaban toda la cuadra, como las que se armaban en los conciertos de rock o para escuchar a Dolina en el Tortoni. Conoci gente, se hizo amigos nuevos y fue encontrando una identidad con ellos. El vos sabs quin sos empezaba a cobrar forma desde la sospecha de ser otro.
Junto a ellos fue a las marchas y conoci las quince salas que se fueron agregando cuando al ciclo se sumaron directores, coregrafos, tcnicos, autores y productores. Qu hubiera dicho su padre? Nada bueno, seguro, o nada. Porque su padre muri sin contestar ninguna de sus preguntas, muri callado. A su madre era intil preguntarle: ella lloraba para no hablar. Lloraba como Luca no haba podido hacerlo nunca.
Marcela Ferrads, Vita Escard, Leonor Manso, Luis Rivera Lpez... Luca poda recitar cada parte de sus intervenciones y la carta de Mariana Eva Prez de memoria. Mariana ya saba que era Mariana y le deca a ella, a ella y a los dems: No te queds a mitad de camino. No te queds con la duda.
Ahora Luca est sentada en un banco del Parque Centenario y acaricia la foto que le dio Estela en la sede de Abuelas. La foto est ajada, amarilla, pero se nota bien la cara retratada: pelo lacio, mirada suave y un lunar en la mejilla derecha. Dicen que es igualita a ella, eso dicen.
Anoche, Luca decidi lo que antes 70 de sus compaeros y espera que se haga la hora sentada en un banco de ese parque donde alguna tarde anduvo en bicicleta.
Es slo un pinchazo, piensa Luca, y sus amigos le dijeron que no duele nada.
No duele nada, no duele nada, repite mientras cruza la avenida Daz Vlez y entra en el hospital Durand. No duele nada y ella, adems, nunca supo llorar.