17 AѠOS
1987 / 2004
Fotos a pie de pgina

Por Jos Pablo Feinmann

Para muchos de nosotros, Pgina/12 es (ante todo y por sobre todo) el diario que cotidianamente, desde hace diecisiete aos, publica las fotos de los desaparecidos y las frases que sus amigos y familiares escriben en su memoria. No s si es poco, no s si es mucho o demasiado. S que es nico. No hay otro medio que lo haga. Tampoco s si hay otros motivos para hablar de la grandeza de este diario, pero tampoco lo necesito: con ste alcanza. Esta continuidad, esta obstinacin de la memoria, este espacio para la desdicha habrn de volverlo imperecedero. Las sociedades demoran en calibrar los hechos que ms peso tendrn en su historia. A poco de terminar la Segunda Guerra, un filsofo genial como Sartre escribi un brillante ensayo sobre la cuestin juda y no mencion Auschwitz, no mencion el Holocausto. El “suceso” demor en instalarse en la conciencia europea. Recin en 1967, Theodor Adorno dice por la Radio de Frankfurt su texto La educacin despus de Auschwitz. Durante los cincuenta aparece el gran documental de Alain Resnais, Noche y niebla. No demasiado ms. El juicio de Eichmann en Jerusaln agita las aguas y la ensaystica de Hannah Arendt. Pero el tema tiene tantas resistencias. Es tanto lo que se desea negar que arduamente logran ubicarlo, los que desean hacerlo, en la centralidad que le corresponde.
Lo mismo con nuestros desaparecidos. S que muchos lectores de Pgina no leen los textos de las fotos ni miran las caras de los que fueron secuestrados, torturados, asesinados y por fin desaparecidos. S que algunos no compran el diario por “ese” motivo. Duele ver esas caras. Duele leer los textos de los amigos y los familiares. Duele ver lo jvenes que eran las vctimas. Y cada vez duele ms porque cada vez las vemos ms jvenes, porque nosotros envejecemos y ellas quedan ah, petrificadas por la muerte, con la cara que la muerte les fij para siempre. Ningn rdito le produce al diario esa eleccin: publicar las fotos de las vctimas del terrorismo de Estado, de todos esos seres que sern siempre inocentes porque no hay culpable en esta tierra que merezca ser tratado como un perro, o peor, como una basura, como un desecho, sin leyes, sin jueces, sin justicia, slo con verdugos.
Algunos dicen que esas fotos son “bajoneantes”, que hay que bancarse esas fotos para poder leer el diario. Otros dicen francas atrocidades: que implican (esas fotos) una apologa de la subversin. Otros no dicen nada, pero uno sabe, se da cuenta: preferiran no verlas. Preferiran olvidar o (al menos) no recordar todos los das. Aqu, acaso, resida la verdadera grandeza de la actitud del diario: no hay da en que no publique una o dos o tres de esas fotos. Debiramos preguntarnos qu “gana” con eso. La gratitud de los familiares y amigos que buscan mantener vivo ese recuerdo. Por supuesto. Pero “pierde” mucho ms. Incomoda a muchos. Les recuerda –inevitablemente– la muerte. Aun cuando los textos de los memoriosos que amaron a las vctimas digan que “viven”, que “viven” en su memoria, en su amor o en las causas justas que eligieron en su militancia originaria, para los otros, incluso para el lector “politizado”, el recuerdo “inmediato” que esos rostros entregan es el de la muerte. O el de un pasado terrible al que no slo no se desea volver sino al que tampoco se quiere recordar. Al menos, dirn algunos, no tan asiduamente. No todos los das. La vida de todos los das ya es, en s, bastante triste como para andar mirando y “siendo mirados” por los ojos de las vctimas del horror. Ocurre, sin embargo, que el diario publica esos recordatorios, esos prolijos ejercicios de memoria para que todos, todos los das, recordemos, miremos las caras jvenes –cada vez ms jvenes– de los que quisieron un pas y hasta un mundo mejor, y no tengamos reposo, no podamos olvidar, ellos estn ah, con los cabellos sueltos las chicas, con esos bigotazos “setentistas” los muchachos, y desde ah nos miran y nos preguntan desde hace diecisiete aos, todos los das, en el diario en que escriben Bayer, Verbitsky, Saccomanno, Russo, Gelman, Aliverti, Wainfeld, Granovsky, Nudler, Kiernan, Sasturain, Uriarte, Pauls, Fresn, Forn, Mara Moreno, Eduardo Galeano, Daniel Link, otros que, sin duda injustamente, estoy ahora olvidando, y “el autor de estas lneas” o, por decirlo con sinceridad, yo, nos preguntan, deca, qu hacemos, hoy, cotidianamente, para perseverar por un mundo en el que todas y cada una de esas muertes sean imposibles.

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