Pronto habrá transcurrido una década desde el derrumbe de la convertibilidad, un plan de estabilización que devino en una trampa de largo plazo. 2011 ofreció también otro aniversario clave en la historia económica de âfinales turbulentosâ: treinta años atrás caÃa la tablita, experimento ruinoso de MartÃnez de Hoz. Por el tiempo transcurrido, la tablita âapelativo que inmortalizó al plan lanzado a fines de 1978 y que durarÃa hasta 1981â ya no ocupa en la memoria colectiva un sitio análogo al de la convertibilidad. Sin embargo, nunca como bajo la tablita se dio un deterioro semejante en tan corto tiempo. Convertibilidad y tablita comparten más que su calendario conmemorativo. Ambas nacen de una interpretación ortodoxa de la inflación y apelaron a la predeterminación explÃcita de la paridad cambiaria para combatirla. Pero la tablita no alcanzó siquiera logros económicos transitorios sino que condujo directamente hacia el desastre. 6wi1l
La tablita fue una suerte de convertibilidad gradual. No ataba el tipo de cambio de una vez y para siempre a una paridad fija sino a un esquema de devaluación programado. Como implicaba devaluaciones decrecientes en el tiempo, asumÃa que los precios se desacelerarÃan al compás del ancla cambiaria. La tablita, por tanto, otorgaba un rol clave a las expectativas. De hecho, Franco Modigliani, conocido economista neokeynesiano, decÃa que el experimento argentino ilustraba perfectamente el peligro de aplicar al mundo real el paradigma de las âexpectativas racionalesâ, modelo fetiche de la macroeconomÃa ortodoxa. Bajo expectativas racionales, los agentes económicos conocen toda la información relevante de todas las variables y alternativas existentes. Nadie puede âengañarâ a nadie. Por eso, la tablita era presentada como un juego racional de sinceramiento, una coordinación hacia la estabilidad que acabarÃa con el incremento de precios y demás variables nominales.
La realidad no quiso someterse a la teorÃa y la inflación siguió muy por encima de lo que presumÃa el escalonamiento devaluacionista predeterminado. Sin embargo, la tablita fue sostenida. La sobrevaluación cambiaria acumuló un 60 por ciento, ocasionando un rojo inédito en cuenta corriente de unos 5000 millones de dólares en 1980. Además, las elevadÃsimas tasas de interés (que descapitalizaron al sector productivo) alentaron la bicicleta financiera y la fuga de divisas alcanzó un monto similar al anterior. Esta dinámica perversa fue financiada con reservas y endeudamiento externo masivo. La tablita estalló en el primer trimestre de 1981. Ese año la actividad cayó un 6 por ciento y la desocupación se duplicó. La industria se derrumbó un 16 por ciento âla mayor contracción anual de toda su historiaâ, expulsando al 13 por ciento del empleo. Y la deuda pasarÃa a ser una herencia inmanejable. Aquellos años de dólares artificialmente baratos quedaron sintetizados ingeniosamente en el âdéme dosâ de los argentinos viajando al exterior. La tablita, en realidad, no fue sino un extraordinario subsidio a las importaciones y a la especulación financiera, cuyo costo asumió la forma de un salto estructural en el endeudamiento externo y de una enorme destrucción del tejido productivo, el empleo y el salario real
* Economista de AEDA y UNQ.
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