El patrón de crecimiento posconvertibilidad alteró significativamente la dinámica laboral. La creación de millones de empleos, acompañada por una sostenida recomposición salarial, incrementó la participación de los trabajadores en la distribución funcional del ingreso. Ese relevante indicador pone el foco sobre la distribución del ingreso resultante del proceso productivo. La Cuenta de Generación de Ingreso, elaborada por la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales, revela que la participación asalariada pasó del 34,3 por ciento en 2003 al 43,6 por ciento en 2008. 6s6eg
El Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) publica una medición alternativa que corrobora esa tendencia. La participación asalariada en el ingreso, según el Cifra, se incrementó del 31,3 al 37,6 por ciento en ese perÃodo. El dato de la distribución funcional no da cuenta de todas las transformaciones operadas al interior de un mercado laboral muy heterogéneo. Por ejemplo, el aumento de la participación de los trabajadores en el ingreso puede coexistir con un incremento de la desigualdad intrasalarial. Eso ocurrirÃa si los trabajadores mejor remunerados obtuvieran mayores recomposiciones salariales en términos relativos.
La trayectoria reciente de la dinámica laboral posconvertibilidad marchó por carriles opuestos. Durante ese perÃodo, disminuyó la histórica brecha entre las remuneraciones de los trabajadores registrados y no registrados.
A pesar de la persistencia de una profunda disparidad, âla dinámica diferencial de los ingresos de estos dos grupos implicó una mejora en términos distributivos. Los ingresos de los asalariados no registrados pasaron de representar el 41,4 al 46,2 por ciento de los ingresos promedio de los registradosâ, destacan Ana Fernández y Mariana González en âLa desigualdad en los ingresos laborales. Su evolución en la posconvertibilidadâ, publicado en Revista Apuntes para el Cambio Nº 3.
Por otro lado, las diferencias salariales entre los trabajadores con distintas credenciales educativas también se redujeron. El informe señala que âentre 2001 y 2011 los salarios del nivel educativo más bajo crecieron por encima del promedio, aumentando 20,1 por ciento en términos reales. En ese sentido, se trata de una dinámica exactamente opuesta a la de la década de la convertibilidad. Esta evolución implicó una reducción de las brechas entre los salarios de estos grupos de trabajadores: los ingresos de aquellos con menor nivel educativo pasaron de representar en promedio tan sólo el 39,1 por ciento de los de mayor educación en 2001 a ser equivalentes al 50,4 por ciento de esos ingresos en 2011â.
El reparto más igualitario de la masa salarial redujo la brecha de ingresos entre aquellos trabajadores ubicados en los extremos de la distribución. âEl salario promedio del 20 por ciento de trabajadores con mayores remuneraciones era en 2001 equivalente a 10,9 veces el salario promedio del 20 por ciento de menores ingresos. En 2004, esta distancia llegó a su nivel máximo, de 13,8 veces. Desde entonces se redujo, de modo que en 2011 el valor resultó de 10,0 vecesâ, precisan Ana Fernández y Mariana González.
El Coeficiente de Gini, que mide el grado de desigualdad total de los salarios, también mostró una clara mejorÃa en términos distributivos. âLa disminución de la desigualdad en la distribución del ingreso que tuvo lugar en la posconvertibilidad se vincula con dos razones principales. Por un lado, la mejora en la situación del mercado de trabajo âen particular, el menor nivel de desocupaciónâ que colocó a los trabajadores y sus organizaciones en una posición relativa de mayor fortaleza desde la cual negociar sus salarios. Por otro lado, el papel de las instituciones laborales, que actuaron efectivamente en el sentido de contribuir a comprimir la desigualdadâ, concluye el informe
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