La crisis polÃtica británica, parte de una recuperación económica lenta, parcial y desigual asà como de un agotamiento del modelo elitista de Westminster, está tomando creciente notoriedad. Los nacionalistas de derecha, euroescépticos y antiinmigración concentrados en el emergente partido polÃtico UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) ocupan desde el 21 de noviembre su segunda banca en el Parlamento. En su década de existencia el UKIP evidencia el quiebre sistemático en la tradicional formación electoral y partidaria en este paÃs. UKIP no surge de una escisión partidaria. Es expresión del conservadurismo duro y populista, atrayendo primero a votantes euroescépticos, para traccionar progresivamente a votantes de todos los partidos, incluyendo el laborismo. La resaca de una larga crisis financiera en Europa, y su impacto en el desempleo y la desigualdad, ha propiciado un caldo de cultivo para reacciones xenófobas y nacionalistas que UKIP ha sabido capitalizar apelando fundamentalmente a la afectada clase obrera blanca y a su chivo expiatorio, los inmigrantes. Que UKIP haya ganado un diputado más en el distrito de Rochester, últimamente conservador pero históricamente laborista, indica que el Reino Unido no está afrontando una simple crisis partidaria sino una manifestación profunda de desafección popular y desintegración polÃtica. Pero para entender la crisis británica debemos ponerla en perspectiva. Y quizás hay lecciones para el Reino Unido de la economÃa polÃtica âpost neoliberalâ de América latina. 6f2b6l
Es cada vez más evidente que los patrones tradicionales de gobierno en Gran Bretaña están colapsando debido a una combinación de frustraciones profundas: frustración ciudadana con el aislamiento y distancia de sus lÃderes polÃticos, y frustración con un proyecto polÃtico-económico que, una vez más, viene amputando el sistema de bienestar, minando el contrato social que ha garantizado históricamente la paz social. Un respetado académico británico ha llegado a preguntar si la actual crisis es preludio de una desintegración total del neoliberalismo en Gran Bretaña, argumentando que ni el modelo económico de la derecha basado en el aumento de la desigualdad, ni lo que ofrece la izquierda, tÃmida, incapaz, quizá desinteresada, ya sirve. Es claro que el debate polÃtico británico necesita, y con urgencia, ir más allá de la obtusa discusión sobre polÃtica partidista. Ese debate se enriquecerÃa mucho si se abriera a aprender de experiencias de los paÃses en el Sur, donde décadas de neoliberalismo últimamente han dado paso a la demanda masiva por una gestión polÃtico-económica más justa y reformas sustantivas.
Un punto de partida podrÃa ser la crisis en América latina a fines de la década pasada, que dio lugar a un debate sobre las posibilidades de una economÃa polÃtica basada en un nuevo contrato social, istrado por un Estado más activo y sensible al legado de la pobreza, invertir en educación y generar equidad. Como hemos demostrado en otros medios, âexperimentos post neoliberalesâ han combinado un intento pragmático de reorientar la dirección y el propósito de la economÃa a través del gasto del Estado, reforma impositiva y gestión de exportaciones con un proyecto de ciudadanÃa ampliado en Argentina y Brasil y de incorporación cultural en Bolivia y Ecuador.
Desde luego, estas experiencias no están libres de problemas. Las capacidades del Estado están en muchas instancias desafiadas por lÃmites técnico-polÃticos, liderazgos problemáticos y la falta de institucionalización de reformas. La desigualdad preocupa aún, a pesar de la baja en Ãndices de pobreza. Pero a pesar de sus profundos problemas, la oferta âpost neoliberalâ es atractiva en las urnas, como han reflejado las recientes reelecciones de Rousseff en Brasil, Morales en Bolivia y Tabaré Vázquez en Uruguay. Estos gobiernos atraen el apoyo no sólo de áreas más carenciadas rurales y urbanas, sino también de clases medias y trabajadores cuyos derechos han sido fortalecidos. De hecho, la clave de sus bases polÃticas es el freno a modelos de gobiernos sujetos enteramente a los dictados de la especulación financiera y mercados sin regulación que en los â80 y â90 han llevado al empobrecimiento de las clases medias, más dramáticamente en Argentina, donde los ânuevos pobresâ motorizaron las protestas de 2001.
Hay mucho para reflexionar sobre dicho camino en Gran Bretaña, y en Europa en general. A pesar de las dificultades que mucha gente enfrenta diariamente como resultado de bajos salarios y altas tasas de desempleo, los partidos polÃticos parecen incapaces o desinteresados de responder con seriedad y sensibilidad social. Una de las lecciones más importantes que América latina ofrece en estos momentos es que los lÃderes polÃticos tienen que ofrecer una alternativa al neoliberalismo si quieren triunfar.
Retomando la pregunta del futuro británico, ¿estamos frente a una rebelión masiva electoral debido a la desintegración del neoliberalismo y el colapso del modelo de Westminster? A pesar de los últimos avances de UKIP, dirÃamos que no, todavÃa. La lógica de mercado está profundamente arraigada en Inglaterra como mecanismo de organización social, y los inmigrantes sirven como chivos expiatorios. Los ciudadanos británicos están perdiendo paciencia pero aún no parecen estar listos para echar la culpa a la clase polÃtica o gritar âque se vayan todosâ. Hay, más que nada, confusión, desorientación y falta de esperanza para el futuro. Pero es, sin duda, un momento frágil y delicado para Gran Bretaña, cuna del liberalismo económico y polÃtico que ya necesita su propio momento âpost neoliberalâ
* Pia Riggirozzi, profesora asociada en Relaciones Internacionales, Universidad de Southampton, Inglaterra.
** Jean Grugel, profesora de Desarrollo Internacional, Universidad de Sheffield, Inglaterra.
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