El agua ha sido, en la mayorÃa de las religiones, un elemento purificador. Pero, acaso por su análogo carácter de fluido, se llamen âaguasâ a las excretas humanas. En tiempos no tan lejanos, o en pueblos no muy adelantados socioeconómicamente, de cultura anterior al inodoro y las tuberÃas cloacales, los lÃquidos excrementicios humanos eran recogidos en orinales y vaciados con fuerza en la calle, al grito de ¡agua va! Aquello que de pronto salÃa volando de una ventana no era, claro está, agua, como bien lo percibÃa todo transeúnte distraÃdo que no prestaba atención a la advertencia de viva voz. Por su naturaleza fluida, el agua de un rÃo tan pronto puede estar sobre una ribera, sobre la otra, o en cualquier punto intermedio. Por ello volcar efluentes nocivos en una orilla puede significar volcarlos también en la orilla opuesta. A eso se debe el Tratado del RÃo Uruguay, por el cual un emprendimiento sobre una orilla debe notificarse antes al paÃs de la orilla opuesta. No haberlo hecho, violar el tratado, no sólo abona la ilegitimidad de las obras sino que se suma a otros elementos que las hacen antisociales. La experiencia de Pontevedra enseña que, una vez instalada la fábrica de pasta, se hace imposible dar marcha atrás. Que su funcionamiento genera un olor nauseabundo, perceptible constantemente y a gran distancia, que ahuyenta el turismo. Los efluentes, tanto lÃquidos como gaseosos, perjudican la salud de la gente, los cultivos en tierra y la pesca en el agua. Los casos conocidos muestran que este tipo de actividades no son industriales, sino extractivas, en el más puro estilo colonialista. Se implantan allà donde su autorización depende de un intendente o un gobernador, por lo general polÃticos de segunda lÃnea, sedientos de coimas, y obtienen la facultad de usar agua pura de un curso de agua sin pagar nada por ello, ni tampoco por contaminarlo, y derecho a enfermar la tierra y sus habitantes en un radio mucho más extenso que sus propias instalaciones, también sin pagar nada. El argumento de que âdan trabajoâ, tanto en su construcción como en su funcionamiento, se desvanece frente al empobrecimiento general de la calidad de vida. No cabe en ninguna cabeza que polÃticos progresistas como los que hoy mandan defiendan tozudamente el retorno del paÃs hermano al estatuto colonial. El mero aumento de producción y ganancias no es en sà desarrollo económico. 4w1m52
Me informa la TV que vecinos de Florencio Varela no tienen agua desde hace diez dÃas. Y yo me digo ây que ellos me perdonenâ â¡qué suerte tienen! Por aquÃ, el agua, nunca pasóâ. Mis padres compraron este predio del conurbano hace cincuenta y cinco años. Yo era un chico y ahora casi estoy en la tercera edad. Pasaron sucesivos intendentes y el que está ahora lleva varios perÃodos y el agua no aparece. Pasaron gobernadores de todo el espectro polÃtico y el actual ya ha sido reelecto. A ambos les pago impuestos, pero de agua nadie habla. El Señor de Santa Cruz va terminando su ciclo y, de agua, nada. Por supuesto que no estoy careciente de agua desde hace más de medio siglo: primero se instaló una bomba manual, luego una bomba a motor y hoy hay un compresor. Pero ¿será agua buena? La duda es porque todos los terrenos tienen una casa y una familia, y por tanto pozos negros. ¿No habrá en el subsuelo redes capilares que conecten pozos negros y napas de agua? Pensar esta posibilidad espanta y desde hace varios años el agua para beber la compramos âsÃ, como en la coloniaâ a un camioncito que nos trae bidones de 12 litros de âagua de mesa envasadaâ a 7 pesos la unidad. Cuando tomo un vaso de tinto y mi mente navega, pienso en los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, y cuán lejos de ellos estamos los de la provincia de Buenos Aires. Un corte de agua de diez dÃas harÃa que fuesen a golpear cacerolas a la Plaza de Mayo. Acá el agua falta desde los últimos 5000 años o más. Lo que es peor, la TV me muestra arduas negociaciones del Gobierno con la empresa sa, por lo visto, para seguir abasteciendo a la población de las cacerolas, que es apenas una fracción insignificante de la del paÃs. Asà como en el paÃs del trigo y la carne mueren como moscas niños por desnutrición, en el paÃs del rÃo más ancho del mundo se provee agua potable a una parte insignificante, y no adonde está el trabajo, sino el poder económico, financiero y polÃtico. Se discrimina geográficamente con la provisión de agua potable, como se discrimina en la atención hospitalaria, la educación y otros servicios. Hay servicios de primera y de segunda, como hay ciudadanos de primera y de segunda. El agua potable es un problema en todo el mundo, pero este paÃs tiene los recursos naturales como proveerla a todos los ciudadanos por igual. Deje el Gobierno de remendar lo que âhizo Menemâ y propóngase horizontes más amplios y más solidarios.
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