La lucha de clases ha muerto. La globalización impera en todas partes. Los derechos sindicales también han sido abolidos en todas partes, fruto de la exportación de puestos de trabajo, el miedo al desempleo y la desaparición de las empresas y los Estados tradicionales, que brindaban a sus empleados y ciudadanos protección desde la cuna hasta la tumba. Pero, ¿verdaderamente ocurre esto en todas partes? ¡No! Un pequeño pueblito resiste. Está hecho todo de cristal, tiene menos de un kilómetro cuadrado y queda topográficamente (aunque no polÃticamente) en la ciudad de Nueva York. Y se llama las Naciones Unidas. 1x5832
Si este comienzo parece digno de Asterix, considérese lo que está ocurriendo. Kofi Annan se ha convertido en el primer secretario general de la ONU a quien los empleados de Naciones Unidas le retiran su confianza, situación inédita en los 60 años de historia de la organización mundial. La moción de âno confianzaâ a Annan fue aprobada en una reunión que el Sindicato de Empleados de la ONU celebró de manera urgente esta semana y en la que recibió el respaldo de 524 de los 526 afiliados que acudieron a la convocatoria, donde sólo obtuvo dos votos en contra. âEs un dÃa triste para la ONU. Es triste que haya llegado el momento en que los empleados no confÃen más en el secretario general y hayan votado a favor de una moción de no-confianzaâ, manifestó Guy Caruso, vicesecretario del sindicato.
En un documento divulgado tras la reunión, los empleados expresan âsu desconfianza en el secretario general y su equipo de alta direcciónâ, y muestran su âsolidaridadâ con los funcionarios cuyo puesto de trabajo pueda estar en peligro.
En realidad, la ONU podrÃa parecer un extraño punto de relanzamiento para la lucha de clases predicada por Marx y Engels en los tiempos de capitalismo realmente salvaje de la Revolución Industrial, o por Lenin en medio del zarismo. Con sus limusinas, sueldos y bonificaciones por decenas de miles de dólares, generosas vacaciones, viajes gratis por el mundo, suntuosas viviendas en Nueva York o Ginebra y misiones de ayuda económica y militar a paÃses donde terminan embarrándolo todo, y que terminan perpetuándose a sà mismas, estos empleados parecerÃan una extraña reencarnación de lo que en otros tiempos se llamaba âel sujeto revolucionarioâ. Pero, ¿no habÃa dicho Lenin que la dirección revolucionaria estarÃa a cargo de una vanguardia de intelectuales esclarecidos? Por lo demás, la lucha de estos 5000 empleados del Sindicato de la ONU refleja preocupaciones bien presentes en los trabajadores de todo el mundo, y de todos los estamentos. Un nuevo plan de reestructuración, con un presupuesto de 500 millones de dólares, propone subcontratar algunos de los servicios que ahora se hacen en la ONU en el exterior y trasladar varias unidades del departamento de traducción, producción de documentos y publicaciones a paÃses donde los costos sean más baratos. También incluye una mayor supervisión financiera, programas de bajas incentivadas, jubilaciones anticipadas y modernizar los sistemas de tecnologÃa de la información.
Como de costumbre cuando pasan estas cosas, la mano negra del Imperio no anda lejos. Algunos de los trabajadores incluso acusaron a Annan de querer convertir al organismo en una âcorporación empresarialâ, en tanto que otros denunciaron que el plan de reformas parecÃa haber estado diseñado en Washington. Estados Unidos âque contribuye con un 20 por ciento al presupuesto general de la ONU y el 22 por ciento en las operaciones de mantenimiento de la pazâ ha sido el paÃs que está presionando con más firmeza para que se lleve a cabo la reforma istrativa pendiente en el organismo. El embajador de EE.UU. ante la ONU, John Bolton, acogió el plan de Annan de forma positiva al señalar que ârespaldamos sus objetivos, pues son nuestros objetivosâ. Por el contrario, el proyecto de reforma propuesto por el secretario general ha causado malestar en el llamado Grupo de los 77, que agrupa a la mayorÃa de los paÃses en desarrollo. Es difÃcil saber el impacto internacional de esta crisis, pero algo es seguro: los trabajadores de la ONU, por lo menos, están unidos.
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