El ejercicio de búsqueda a través de Google del término âseguridad jurÃdicaâ arroja 1.840.000 os en las páginas argentinas. Evidentemente, es una cuestión relevante y de inmensa presencia. Lo primero que aparece es un breve texto escrito por el consejero de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional, Pedro J. FrÃas, que comienza asÃ: âCuando el Fondo Monetario Internacional exige a la Argentina recuperar la seguridad jurÃdica nos interpreta a todos los que queremos vivir en un Estado de derechoâ. o4t4v
Le sigue una nota editorial de La Nación de octubre de 2004, que si bien llevaba como tÃtulo âSeguridad jurÃdica para todosâ, al inicio destacaba lo siguiente: âCiertos reiterados y justificados reclamos del sector empresario, de los cuales ha ido dando cuenta este diario, actualizan la trascendencia... (del) tema de la seguridad jurÃdica, ese concepto tan vapuleado y, sin embargo, de tan vital importancia para cualquier intento de reinstalar al paÃs en la senda del progreso y el crecimiento. Para quienes prefieren emplear un lenguaje más cotidiano, no está de más recordar que la seguridad jurÃdica se identifica, en definitiva, con la previsibilidad, condición imprescindible para que los inversores del mundo vengan a nuestro paÃs y se decidan a contratar, a generar empleo o, simplemente a salir a la calleâ.
Lo tercero que muestra Google es una nota del mismo diario de hace diez dÃas acerca de un seminario sobre América latina realizado en España donde el presidente de Repsol, Antonio Brufau, se quejaba por la falta de âmarcos estables, previsibilidad y seguridad jurÃdica en determinados paÃses de la regiónâ.
Alcanza con estos ejemplos para que el ejercicio sirva como prueba de que la seguridad jurÃdica ha sido en los últimos años una bandera agitada casi siempre a favor de intereses poderosos, fundamentalmente de los empresarios. En nombre de la seguridad jurÃdica el Fondo presionó y logró que durante la presidencia de Eduardo Duhalde se derogara la Ley de Subversión Económica que afectaba a importantes banqueros. En nombre de la seguridad jurÃdica se puso el grito en el cielo por el congelamiento de tarifas. La seguridad jurÃdica fue un caballito de batalla muy usado para embestir contra muchas decisiones que perjudicaban el bolsillo del poder económico.
Seguramente, en varios casos les asistÃa la razón. Pero tan cierto como eso es que la falta de seguridad jurÃdica no estaba en primer plano cuando lo que no se respetaba eran derechos populares, por no hablar de los tiempos en los que se violaban los más elementales derechos humanos. El incumplimiento masivo del artÃculo 14 bis de la Constitución no es algo que los que suelen insistir en el asunto encuadren habitualmente como atropellos a la seguridad jurÃdica. Y cuando excepcionalmente se considera que la seguridad jurÃdica es para todos, como en el citado editorial de La Nación, los derechos de los comunes aparecen relegados respecto al derecho de los fuertes.
Por todo lo anterior, además de la enorme trascendencia concreta que tiene el fallo de la Corte Suprema en el caso de Adolfo Badaro en materia previsional y fiscal, es conceptualmente notable que el máximo tribunal haya reiterado su instrucción para que se sancione una ley que establezca un criterio de movilidad en los haberes de aplicación permanente, fundamentado en la necesidad de brindarles a los jubilados âmayor seguridad jurÃdicaâ que la que se desprende de estar sujetos a la discrecionalidad del Gobierno.
Con la discrecionalidad del gobierno de Kirchner, los tres millones de jubilados que menos cobraban mejoraron bastante su ingreso real (los que estaban en el mÃnimo hace cuatro años casi triplicaron su ingreso), mientras que el restante millón y algo, Adolfo Badaro entre ellos, recibió aumentos algo o muy inferiores a la inflación. Asà planteado, el balance es positivo. Pero desluce bastante si se tiene en cuenta que, luego de cinco años de excepcional crecimiento, la radiografÃa de los haberes jubilatorios muestra que los que cobran más de 1000 pesos por mes no llegan a 400.000 (menos del 10 por ciento), y que la pirámide se acható a tal punto que tres de cada cuatro cobran un haber mÃnimo que apenas araña los 600 pesos.
Dentro de un mes vence el plazo para que los afiliados a las AFJP puedan optar por volver al sistema público. Si el Gobierno está verdaderamente interesado en maximizar los traspasos, nada mejor que obedecer de inmediato a la Corte promoviendo una ley de movilidad jubilatoria que seduzca a los candidatos con la seguridad jurÃdica de que su ingreso se va a ajustar de ahora en más con el mejor de los criterios posibles.
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