En una columna publicada en La Nación, el economista Eduardo Levy Yeyati realizó una reflexión que le escapa a la agitada coyuntura económica. La pregunta central que se intenta responder es: ¿en qué sectores económicos deberÃa centrarse el desarrollo de la Argentina? Levy Yeyati plantea que el dilema en los cÃrculos polÃticos/empresariales versa entre un tipo de desarrollo nostálgico vinculado a la priorización de un desarrollo industrial y de los casos exitosos del Sudeste asiático (ser un âtigreâ) y otro tipo de desarrollo asociado a la priorización de bienes primarios juntamente con servicios sofisticados (ser âcanguroâ en relación con la experiencia de Australia y Nueva Zelanda). El autor plantea que entre la âfantasÃa de los tigresâ y la âfantasÃa de los cangurosâ es preferible inclinarse por esta última opción, dado que es mejor ganar en sofisticación que esforzarse por un voluntarioso proyecto industrial condenado a la ineficiencia. 292329
Es indudable que producto de la dotación de factores con que cuenta la Argentina una opción de desarrollo que apueste a las ventajas comparativas (agrobusiness) asociado a la búsqueda de ventajas competitivas en nichos vinculados a servicios representa un modelo tentador y auspicioso. A su vez, seguir realizando esfuerzos estatales âincentivos fiscales, subsidios, barreras comercialesâ para lograr un desarrollo industrial sustitutivo y poco eficiente en términos de la producción internacional claramente representa una opción poco atrayente.
Sin embargo, un aspecto nodal que debe ponerse sobre relieve en este tipo de discusiones sobre qué camino adoptar para el desarrollo nacional es la variable poblacional. Todos los paÃses que han optado históricamente por modelos industrialistas tienen numerosas poblaciones. En aquellos paÃses con poblaciones superiores a los 80 millones de habitantes (Estados Unidos, Alemania, Rusia, India, China, Brasil) la defensa de los entramados industriales es prioritaria. Por ejemplo, el proyecto de industrialización de Corea del Sur no puede analizarse sin considerar las necesidades laborales de sus 50 millones de habitantes. En cambio, la estrategia de âcanguroâ es viable en paÃses con pequeñas cantidades de habitantes. Para paÃses como Australia (23 millones), Nueva Zelanda (4,4 millones) e incluso para nuestros vecinos Chile (17 millones) y Uruguay (3,4 millones) la inclusión laboral se cierra con la opción del âcanguroâ. El problema para la Argentina es que dicha opción âsi bien eficiente desde lo productivoâ no alcanza a cubrir las necesidades laborales de todos los argentinos. AsÃ, para que la Argentina no caiga en un modelo viable desde lo económico pero inviable desde lo social, es inevitable que alcance algún grado de desarrollo industrial. Esta preocupación estuvo en el centro de la estrategia de Industrialización por Sustituciones de Importaciones (ISI) que adoptaron Argentina, Brasil y México en los años cuarenta del pasado siglo. Para las incipientes sociedades de masas del siglo XX el modelo agroexportador tradicional dejaba de ser una opción polÃtica y socialmente factible. Como ha dicho en varias oportunidades el economista Dani Rodrik, âla polÃtica industrial nunca pasó de moda, las economÃas de éxito siempre han confiado en las polÃticas estatales que fomentan el crecimiento acelerando y la transformación estructuralâ.
Afirmar esta tesis no implica avalar que el desarrollo industrial argentino debe intentar repetir el desarrollismo de posguerra. No es menor el dato de que la actual etapa de âreindustrializaciónâ se ha hecho teniendo en cuenta aquel marco conceptual. En la globalización imperante del siglo XXI la clave radica en cómo insertarse en cadenas regionales y globales de valor especÃficas a partir de polÃticas comerciales estratégicas (diferente de la clásica protección del modelo ISI) que permitan ganar competitividad industrial desde la vÃa estratégica (I+D, vinculación tecnológica, t ventures) y no por la vÃa estructural basada en la precariedad de los salarios, como ha sido la clave del éxito asiático.
La discusión de ser âtigre o canguroâ debe contemplar la variable social si se busca un modelo de desarrollo inclusivo. La evidencia internacional no muestra casos exitosos de âcangurosâ con poblaciones semejantes a la argentina. La clave para el futuro desarrollo económico y social versa entonces en cómo convertirnos en un âtigreâ moderno, competitivo, eficiente, que deje los vicios, la nostalgia y las prácticas del pasado.
* Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR). Docente de la UNR.
Becario doctoral del Conicet
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