Jean-Baptiste Say fue un economista francés (1767-1832) que divulgó la obra fundacional de la economÃa polÃtica clásica, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) del filósofo y economista escocés Adam Smith. Say pasará a la historia del pensamiento económico por la teorización de un principio que se revela fundamental para la posterior construcción de la economÃa ortodoxa o neoliberal, la âley de los mercadosâ o âley de Sayâ). Se la puede resumir en la siguiente sentencia: âla oferta crea su propia demandaâ. Esta afirmación equivale a sostener que una venta (oferta) es sucedida indefectiblemente por una compra (demanda) o, que la oferta iguala a la demanda. Asà se está ante un mundo inmejorable para los capitalistas porque la producción es efectivamente vendida. A partir de este aparente virtuosismo económico se puede extraer algunas consideraciones. 5w2l1a
Primero, el principio de Say funciona como una garantÃa que imposibilita la aparición de crisis económicas porque todo bien ofertado en el mercado es vendido o consumido. Asimismo, certifica un estado de âequilibrioâ económico debido a que las ventas proporcionan los ingresos para aceitar la acumulación capitalista. Entonces, si todo el volumen producido es consumido, tampoco pueden presentarse una situación de crisis o estancamiento. En definitiva, si se presentasen problemas económicos estos serán automáticamente atribuidos a âinterferenciasâ vinculadas al intervencionismo estatal. Este rasgo explicarÃa las propuestas polÃticas de minimización y recorte de funciones del Estado.
Segundo, el desempleo no puede darse porque por definición la âley de Sayâ supone que los compradores satisficieron sus deseos y que los vendedores maximizaron sus beneficios. De allà que, para la lógica ortodoxa, esta ley represente un supuesto fundamental articulando mercados libres cristalinos con pleno empleo. En este sentido, la ley no plantea la cuestión distributiva, es más, brinda un escenario donde la sociedad pareciese no tener ningún tipo de tensión entre clases porque sus relaciones están dominadas por las virtudes innatas del âmercadoâ.
Pero quizás la crÃtica al principio de Say más resonada fue la de Keynes. Sus observaciones, originadas en vistas de una profunda depresión y desempleo, marcaron un punto de inflexión en la teorÃa económica. Pero, si los lineamentos de la ley garantizaban la imposibilidad de crisis ¿qué falló? Según Keynes, fracasó toda la estructura teórica ortodoxa dominante de la cual la âley de Sayâ era un bastión esencial. En la TeorÃa general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) sostiene que âsus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarla a los hechos realesâ. Desde esta óptica, intentó replantear la teorÃa ortodoxa inaugurando una nueva lÃnea de pensamiento que se conoció como teorÃa de la âdemanda efectivaâ.
Para Keynes era evidente que todo el volumen de producción no puede ser vendido o demandado porque existen decisiones de los agentes económicos que tienden a romper la igualdad de oferta y la demanda. Sentenció que una situación de equilibrio general solo podÃa darse âpor accidente o por designioâ. En resumen, no todo el arsenal de bienes que produce la economÃa puede venderse provocando crisis capitalistas recurrentes.
Después de esbozar estas crÃticas surge una pregunta: ¿por qué sobrevive velada o explÃcitamente el principio de Say en los discursos de polÃticos, economistas y empresarios vinculados al neoliberalismo? ¿Por qué sigue vigente hasta nuestros dÃas si empÃricamente no puede sostenerse? ¿Por qué nos bombardean con las supuestas bondades del mercado libre donde, sin intromisión del Estado, oferta y demanda siempre se igualarán? Perdura porque la ortodoxia necesita imperiosamente del principio de Say para legitimar sus polÃticas en pos de una economÃa de mercado.
* Docente UNLZ y UNQ.
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