El elenco de Espejos circulares, una de las cinco obras que Javier Daulte dirige actualmente en la cartelera porteña, está conformado por actores y actrices de trayectoria probada, como Soledad Silveyra, Jorge Suárez, Boy Olmi y Andrea Pietra. Como era de esperarse, todos cumplen al pie de la letra con cada uno de los personajes que les tocó interpretar de la pieza de la estadounidense Annie Baker. Sin embargo, en la obra que va de miércoles a domingos en el Paseo la Plaza la mayor sorpresa pasa por la ajustada y punzante interpretación de Laura, a cargo de Victoria Almeida. De larga trayectoria en el teatro independiente, la actriz de rasgos adolescentes demuestra, en su primer protagónico en el circuito comercial, la sutil gracia con la que se destacó en el off. âLe doy poca importancia al protagónico, básicamente porque me interesan más los materiales que los marcosâ, subraya la actriz, cuyo parecido fÃsico a Audrey Tautou, la protagonista de Amélie, impresiona a propios y extraños. 4r2r52
Oriunda de La Plata, la actriz de 28 años asumió su exposición laboral más grande con la soltura que caracteriza a quien el disfrute de estar sobre el escenario le provoca una intensidad mayor sobre cualquier otro aspecto. âEl desafÃo que me presentaba Espejos... tenÃa mucho más que ver con trabajar bajo la dirección de Daulte, o por compartir escena con los monstruos que tengo de compañeros, que por el hecho de ser protagonista. VenÃa de un barrio distinto, me preguntaba si me iba a sentir un sapo de otro pozo. Porque, por más herramientas que tenga, si no me sentÃa cómoda, en escena me iba a sentir limitadaâ, confiesa la actriz.
En la obra, Almeida âque comenzó a tomar clases a los 13 años y que a los 18 se mudó a la Ciudad de Buenos Aires para estudiar actuación en el IUNAâ interpreta a Laura, la única adolescente de un grupo de teatro cuyos integrantes deciden estudiar actuación por distintas razones, pero todos motorizados por dejar algo atrás y comenzar una nueva vida. En las seis semanas/clases que dura Espejos..., los personajes tejen distintos vÃnculos entre sÃ, a partir de los cuales desnudarán mucho más que su capacidad para la actuación. En ese colectivo, Laura parece la más retraÃda y endeble, pero también âdesde su aspiración a convertirse en âuna actriz profesionalââ la única capaz de cuestionar las reglas y el sentido de los ejercicios de las clases. La actriz logra que cada intervención de Laura, por más pequeña que sea, rompa con el hilo discursivo de la trama.
âEl personaje tiene algo de mà en mi adolescenciaâ, reconoce Almeida, que lo último que habÃa hecho en el off fue La última vez (que me tiré a un precipicio), un unipersonal donde desplegó sus herramientas como clown, su formación primaria. âMe identifico âcuenta a Página/12â porque siempre fui muy tÃmida. En Laura está presente la exposición que a los 14 años sentà en mis primeras clases de teatro, rodeada de adultos. Mi personaje, como yo en aquel tiempo, es bastante distante. Espejos... nos llevó a los actores a ese primer encuentro que cada uno tuvo con la profesión. Esa cosa de descubrir a jugar a ser otro, de ponerse una máscara, es inolvidable.â
âEn Espejos circulares, los personajes se inscriben al curso para dar una vuelta de página a sus vidas. ¿El teatro puede ser una terapia?
âCada uno se acerca al teatro, como a cualquier otra disciplina, por sus propias motivaciones. No creo que los personajes lo utilicen como una terapia. La docente es la que tiene puesta la bandera del âteatro sanadorâ. Cada uno tiene su propia razón para comenzar un curso que termina siendo más revelador de sus propias vidas que de lo que termina resultándoles como herramientas para actuar. En mi caso, actuar fue siempre un juego, la posibilidad de ser alguien más que yo.
â¿No se gustaba a sà misma? ¿El teatro era como una válvula de escape?
âJugar a ser otras personas es fantástico, mucho más divertido que ser uno. Lamentablemente, el paso a la adultez conlleva una pérdida de asombro, inversamente proporcional. El trabajo del actor es apelar a esa fascinación por el juego, más intuitiva e inconsciente. Cuando los actores nos ponemos muy intelectuales, a mi criterio la cagamos. Suelo abordar mis trabajos desde un lugar más intuitivo, trato de no intelectualizarlos. Sólo me pongo analÃtica si no logro conectar con el personaje. La actuación me liberó un montón de cosas. Pero eso es anecdótico, o es consecuencia: mi acercamiento a la actuación fue con una finalidad lúdica.
â¿Cree que la obra puede ser vista de diferente manera por aquellos que estudian teatro?
âEl espectador siempre completa la obra con su propia mirada. De todas maneras, si bien Espejos... cuenta el comienzo de una clase de teatro, allà suceden cosas que podrÃan ocurrir en una clase de cualquier cosa. No es una obra para estudiantes de teatro. La obra está hablando de vÃnculos entre las personas. Pero sà creo que aquel que estudia o estudió teatro se puede reÃr mucho más de él mismo al ver los ejercicios desde una posición de espectador. El estudiante de teatro se va a sentir identificado. De hecho, un amigo docente me dijo que hacÃa uno de los ejercicios que aparecen en la obra y que ahora no lo iba a poder hacer nunca más. Lo vio tan ridÃculo que le quitó sentido al ejercicio.
âHay un momento cúlmine en la obra, cuando los personajes revelan sus secretos mejor guardados, que marca un punto de quiebre en el relato.
âLos personajes recién pueden sortear exitosamente algunos ejercicios una vez que sacaron afuera todas sus miserias, de haberse âdesnudadoâ, de haber contado sus secretos más Ãntimos. La actuación requiere de entrega. Sin entrega, la actuación es impostada. De todas maneras, no es una obra que habla de teatro, habla de vÃnculos humanos. Por suerte, en Espejos... pasa algo que no es muy común: hay quÃmica. Pero no es que hay quÃmica en el grupo y después se traslada al escenario. En Espejos... hay quÃmica en el escenario, que en definitiva es lo más importante. Es un grupo de actores, con una escucha y un nivel de adaptación muy profundo. No hay improvisación, pero si hay lugar para agregar una nueva mirada o una sutileza, el otro la recibe y se adapta. Sin saber nada de fútbol, Espejos... es como un equipo de fútbol que âjuega de memoriaâ.
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