Ganar el Premio Internacional Jorge Luis Borges de poesÃa fue, para Luis Cano, un lÃo. âEs que soy bastante casualâ, explica. âA fines de los â80 estaba escribiendo algo que pensaba que era una novela. Me afanaron la compu y volvà a escribir de cero. Cuando le mostré a un amigo lo nuevo, me dijo: â¡Eso es poesÃa!â.â No es que el dramaturgo y director de esa ya madura camada de la Nueva Dramaturgia (que también incluye a Rafael Spregelburd, Daniel Veronese y Alejandro Tantanian, entre otros) les haya rehuido a las convenciones. Más bien, de arranque al menos, las convenciones le rehuyeron a él: si no hizo talleres literarios ni se formó institucionalmente en la dramaturgia, fue porque no redactaba âen formatoâ ni tomaba âmodelosâ como punto de partida. Es porque no sabÃa bien qué hacÃa. Tan sólo ây no por escasezâ escribÃa. âEn muchas cosas no tuve claridad, pero sà en que eso que hacÃa era mÃo. ConfÃo en que uno tiene una escritura personal. Y también hay una zona de descubrimientoâ, se explaya. Por eso se asustó con el premio de poesÃa. â¿Ahora qué hago?â, se preguntó. De repente, era poeta; sabÃa cómo llamar lo que hacÃa y, por ende, cómo perfeccionarse. Bastó, sin embargo, sólo una beca âmaravillosaâ de la Fundación Antorchas para darse cuenta de que el de la poesÃa era un ambiente de âgente que tenÃa criterios que no entendÃaâ. Por entonces, ya habÃa transcripto en una vieja computadora del Teatro del Pueblo varias piezas teatrales y de esas reproducciones habÃa absorbido ciertas matrices primales para su escritura, que continuó desprejuiciada, âoriginalâ. En esa dirección continuó trabajando y ganando premios, ahora sà de teatro, hasta hoy, que tiene en la cartelera porteña el drama El diario de Carmen, con soberbias interpretaciones de Gaby Ferrero y Mauricio Minetti. 5b4i6t
Algo del Ãmpetu ârebeldeâ del autor manifiesta la protagonista de esta obra que se puede ver los sábados a las 21 en NoAvestruz (Humboldt 1857). De hecho, Cano ite que genera un teatro y luego se descubre en él. Carmen escribe en su diario y al hacerlo genera un saber que se hace verdad, que se hace poder, en movimiento circular. No frente a los asistentes, que intuyen que están ante una mujer extraviada, una señora que se viste de flores y se camufla con el empapelado de un cuarto hierático, una maqueta en el medio de una nada negra; sino frente a Juan, un hombre (¿un espectro?) de gris almidonado y ciertamente incoloro en esa acuarela vintage. La impresión, para el espectador, es la de estar viendo una ilusión, un espacio significado y finito que âocultaâ lo real peligroso y deviene un ostracismo secreto hasta por su hacedora, como mecanismo de defensa luego de haber visto un accidente en la calle. âMientras escribo, ese impulso puede dejarme horas sin conciencia del paso del tiempo. Digamos que tengo una excusa elegante para encerrarmeâ, se compara.
âFrente a la âignoranciaâ, en usted y en Carmen aparece la intuición como herramienta de una creación âinconscienteâ.
âCada vez valoro más la intuición, pero nunca escribà pensando âesto es lo que me saleâ. Escribo toneladas y quedan gramos. Hay un trabajo consciente, un segundo momento en el que tamizo. Siempre recuerdo una frase de Héctor Libertella: âLa mano que tacha es la que escribe de verasâ. Aprendà en base a preguntas. Sigo escribiendo con esa dificultad muy grande que es no saber qué estoy haciendo.
âLo relacional aparece de arranque en la obra: Carmen y Juan completan a dos voces lo que serÃa, aunque incongruente, un monólogo. ¿Por qué ese recurso?
âLo encontramos. El proceso con Gaby y Mauricio fue buenÃsimo. Con Minetti habÃa trabajado en Coquetos carnavales y estaba en la escena que más me gusta, en la que él se acerca a un cuerpo colgado de una soga, lo balancea y dice: âCuando eras chico, tu papá te hamacaba en la playaâ. Me gusta porque elijo la zona del teatro que es condición de éste: esa que no se puede cosificar. Y Gaby... fui a obras que no me gustaron en las que ella estaba en el elenco, era seguidor de ella. Entonces los invité a ambos y les propuse Aviones enterrados en la playa, otra obra. Sin embargo, me di cuenta de que con ellos tenÃa la posibilidad de hacer algo más interesante. Les pedà que me aguantasen. Paré un mes. Escribà un diario Ãntimo, planteándome la escena que suponÃa. Esta es una lógica que me parece interesante: instancias dramáticas que están en la vida, cómo plantear escénicamente su naturaleza.
â¿Un ejemplo?
âDos amigos de mucho tiempo que se pelean y tienen momentos terribles, de los que no quieren hablar. SolÃan frecuentar un bar. Después de un intento de reconciliación, van a ese bar y nada sucede. Como si no fuera el mismo lugar. ¿Cuál es la escena de eso? No cómo traducir en teatro esa situación sino cómo plantearle al teatro algunas zonas con teatralidad, con una relación muy fuerte con la vida y que tengan la posibilidad de estar menos domesticada. No es que uno intente aportar una novedad, sólo sé que me siento más honesto haciendo esto. Quiero que la obra sea buena técnicamente, pero mi mayor deseo tiene que ver con una instancia muy viva. En El diario de Carmen me pareció interesante que cuando escribÃs un diario Ãntimo, lo hacés en un supuesto de intimidad. Esa es una escena: una persona se esconde para escribir. Cuando escribimos, nos escondemos de alguien.
âAunque también hay un alguien omnipresente.
âExactamente. Esa paradoja tenÃa que encontrar un gesto en el teatro. Esta persona se esconde y también construye un espectador en el âQuerido diarioâ que no se puede ubicar y con el que se coquetea. Hay otra cosa interesante: en general, lo que aparece volcado en el diario es escena pasada y relatada. Ahà hay otro desafÃo interesante: la escena pasó, siempre en otro lugar y antes. Sólo se puede recrear y repetir. Viene por relato. La escena teatral es un presente que genera tensión con un pasado. En todas las escenas, el relato está montado sobre un juego especÃfico. Fue bárbaro probar y, en ese sentido, la obra es un encuentro muy claro entre Ferrero, Minetti y yo. La escena del comienzo surgió en un ensayo, que fue el que puso en marcha lo que terminó siendo la obra. Lo único que ellos tenÃan era lo que estaba en el diario. En esa escena sabÃamos que Carmen y Juan tienen un lugar de relación. El espectador no lo decodifica, pero el mecanismo interno implica que él tiene los verbos y eso genera una tensión en el juego. Ella puede hablar de dónde y cómo, pero no puede nombrar la acción.
âLa escritura de un diario Ãntimo supone una verdad intrÃnsecamente âinteriorâ. No es lo mismo escribir âhacia afueraâ. Esa dualidad está marcada en varios aspectos en escena: hay varios afueras, varios adentros, como matrioskas.
âTodo lo que dice Carmen está distorsionado. DesconfiarÃa mucho de ella. Si conociéramos la casa de Carmen, serÃa sucia y de una sordidez espantosa. Pero eso no se ve, se sospecha. Tenemos un diario al que ella le pegó brillantina y asà de artificiosa es la escena, casi un despegable de librito. El espacio que vemos y cómo ella se muestra no son reales. Es un disimulo para tapar el accidente que vio hace tiempo, que genera toda la situación dramática de la obra. Si todo pasa es porque ella se encerró. Se inventa un gato, a Juan. Está exacerbado ese carácter de ficción de lo escrito.
âDecÃa que Carmen se esconde, pero más bien parece que se refugia, que no importa que afuera sepan que está ahÃ.
âEl afuera es una amenaza. No es una fuga, sino que extrema el guardarse. Esa amenaza del accidente hace que ella haga cosas desesperadas para negarla. Eso se relaciona con una sensación de la época: el afuera tiene cierta idea de peligro. Esta época tiene ataques de pánico y fobias, y la sensación de soledad siempre es un lugar de vinculación.
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