Betty era la niña âchúcaraâ de la escuela, y sus santos, Pacualito Pérez, Nicolino Locche y el Mono Gatica. A ellos rezaba para que la sacaran de la pobreza y su mamá no acabara golpeada por su padre. De la madre, siempre lastimada, le quedó el gusto por el canto, y del padre, aficionado al boxeo, el recuerdo del grito furioso: âMatalo, dale, mataloâ. Cuando esto sucedÃa, escapaba al baño para vomitar. Aquella violencia la hacÃa fantasear con un Ringo Bonavena que la sostenÃa con un âvamos, piba, vamos, esto recién empiezaâ. Ese era el mundo del padre fastidiado porque la llevaban a la iglesia: â¿Para qué, si ella sabe quién es Dios? El único Dios que existe es Cassius Clayâ. Tiempo después Betty se ilusionó con tener un trabajo donde no faltara una sirena. PodÃa ser la de una autobomba, una ambulancia o un coche policial. Y eligió la de un patrullero. Se transformó en mujer policÃa y cumplió el raro deseo de âno tener sà mismaâ. Este desapego le servÃa para no pensar que mató a uno en defensa propia (âsiempre se mata en defensaâ) y mimetizarse con aquello que en su imaginario representaba a la institución. Betty es el arisco personaje de La voz de la sirena, obra de Alberto Muñoz, poeta, músico, actor, psicólogo y guionista (Okupas y Magazine for fai), adaptada y dirigida por la actriz Leonor Manso, que acaba de estrenarse en el Centro Cultural de la Cooperación. 6b3t5s
La actriz y cantante Claudia Tomás es aquà esa hija devota de unos santos tan dispares como famosos que visita la tumba de su madre, cumpliendo un rito que es a la vez recuperación y despedida. La mujer hace recuento y deja señales: se detiene en la relación con sus padres y en pasajes de una vida tocada por la violencia, antes como hija y ahora como mujer policÃa capaz de manejar con destreza una pistola ambidiestra. En esta entrevista con Manso, Tomás y Muñoz, creador de piezas afines al humor negro, este autor dice haber reflexionado sobre el término mujer policÃa y la actividad que ésta desarrolla: âUno ve a las mujeres policÃas en la calle y le parece que están participando de un certamen de inmovilidad. Son âestatuas de la leyâ, y yo, al menos, no puedo dejar de pensar que son mujeresâ.
Alberto Muñoz: âExacto. Se dice mujer policÃa. Uno supone que la institución le proporciona todo lo que debe saber en ese oficio, pero volcado en un cuerpo femenino. Tratando de descubrir nuevos elementos que potenciaran esa condición, encontré que uno no variaba: el uniforme. Toda mujer es un misterio y si, además, lleva uniforme, el misterio es aún mayor. Este convencimiento me llevó a crear un personaje, nada común en nuestro teatro, como el de la mujer policÃa, y reconstruir la vida de Betty.
Claudia Tomás: âPara componer este personaje hablé con mujeres policÃas y especÃficamente dos de ellas me contaron que tenÃan muy presente a sus padres policÃas. Se mostraban orgullosas de continuar en la fuerza y vestir el uniforme. Antes de tomar esa decisión pensaron en otras carreras, en otras alternativas, pero ninguna las conformaba ni les producÃa tanta emoción y tanto orgullo.
Leonor Manso: âNo olvidemos que el uniforme âuniformaâ y, justamente, el personaje que ideó Alberto señala que, como mujer policÃa, Betty âno tiene sà mismaâ, y no intenta ser lo contrario. Pensemos que cuando se viste un uniforme se reciben órdenes de un superior y desaparece la necesidad de decidir por sà mismo.
C. T.: âEn realidad, esas órdenes son respuestas. Tanto quien las da como quien las recibe debe atenerse a un reglamento. No hay que buscar demasiado, porque las respuestas están en el reglamento.
L. M.: âEn esos casos no importa qué desea ni qué piensa el otro; tampoco hay preguntas. Se manda a hacer y todos tranquilos. Esto pasa no sólo a nivel institucional.
A. M.: âElla quiere liberarse. Su relato se constituye en una tremenda operación para arrancar a la madre de su propio cuerpo.
L. M.: âY al padre, porque está habitada por los dos. Por eso casi no hay transiciones en lo que cuenta. Habla como una posesa y recuerda a su familia, que es su núcleo en la vida.
C. T.: âBetty es una mujer común. Su mundo musical era el rock nacional, y canta sin reparar en cómo. Descubre emociones profundas y canta porque ya no sabe qué palabras utilizar. Las canciones escritas por otro la ayudan a expresarse, aunque esas canciones estén âarrugadasâ o ârotasâ.
A.-M.: âLo mÃo fue crear un poema dramático y Leonor hizo lo necesario para que funcionara en la escena. Las canciones que aparecen en la obra no fueron elegidas solamente por mÃ, sino junto a Leonor y Claudia, que sabe de esto. Con ella grabé El puente de las tetas, una obra musical de cámara que compuse con Diego Vila. Tiene tratamientos clásicos y lenguaje prostibulario. Las canciones son interpretadas por Claudia, Moira Santana y Marcela Pietrokovsky.
L. M.: âEn La voz de la sirena cambié el lugar que ocupaban algunas frases, pero el texto original se mantuvo. Esto no es un poema leÃdo. Aquà hay un personaje, Betty, que debe mostrarse vivo en la escena.
A. M.: âLeonor me conoce, sabe que soy un mal escritor de teatro y que no pienso corregirme.
A. M.: âPienso como poeta, y quiero quedarme ahÃ. Leonor y Claudia me entienden, y saben cómo llevar un poema a un lugar teatral.
C. T.: âAlberto escribe con una cabeza y un lenguaje decididamente poético, y Leonor levanta esa partitura. Ella hizo también la puesta de AntÃgonas (âmujeres que conviven con lo negadoâ), donde trabajamos con la actriz Ingrid Pelicori.
L. M.: âEsta es mi segunda dirección con ellos. El año pasado actué en El cordero de ojos azules, de Gonzalo DemarÃa (junto a Carlos Belloso y Guillermo Berthold), y me ocupé de la dirección escénica de LucÃa Di Lammermoor, de Gaetano Donizetti. Me gustó, pero necesito actuar. Este año trabajé en la dirección escénica de Tosca, de Giacomo Puccini, también para el ciclo de Juventus Lyrica y vamos a reponer Los poetas de Mascaró (donde también actúa Claudia Tomás). La voz de la sirena trasciende a la anécdota de una mujer policÃa. Veo en la obra temas que nos tocan a todos en cualquier tiempo y espacio. Un tema es la soledad que nos empuja a buscar un lugar, ingresar a un medio o una institución, como en este caso, donde podamos encontrarnos con otros, aun cuando esos otros no sean amigos. Otra cuestión que nos interesa y está presente en la obra es la violencia de género. Betty la vivió desde niña y en su relato aparece como naturalizada. Ahora es distinto, se tiene conciencia del problema y existe otra actitud frente al que pega.
* La voz de la sirena, de Alberto Muñoz. Adaptación y dirección de Leonor Manso. Intérprete: Claudia Tomás. Funciones en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543, los sábados a las 23 y domingos a las 20.15.
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