Esta vez no fueron las convencionales quejas de la literatura de género las que decidieron a la directora LÃa JelÃn a elaborar la dramaturgia de Canción de cuna para un marido en coma, sino el vitriólico retrato de las pasiones que vulneran a una mujer incapaz de concebir a su marido enamorado de otra. El hecho de cuidar al amado durante diez años exacerbó las emociones de esta esposa, convirtiéndola en un ser feroz de encantadora apariencia. La confesión de la mujer gira en torno de un hombre en âestado vegetativoâ al que critica y sobre el cual hace chistes. Interpretada por una singular Ana MarÃa Cores, esta Canción... se ofrece en la reinaugurada Sala Luisa Vehil (Salón Dorado) del Teatro Nacional Cervantes. âAna fue quien gestionó el permiso directamente con el autor, el español Roberto Lumbreras Blancoâ, cuenta JelÃn, en diálogo con Página/12. La directora se regocija hoy por este reencuentro con la actriz. âElla fue una de las chicas que acompañó a Tato Bores en el show Pobre Tato, que estrenamos en 1976 con libro de Tato y Jorge Schussheim. Aquel espectáculo era un recuento de sucesos que acababan el 24 de marzo de 1976, porque era imposible hacer chistes sobre lo que no existÃa: la polÃtica.â No es lo único que JelÃn recuerda sobre Cores. Hubo un espectáculo donde la actriz actuó y cantó junto a Luz Kerz y otro donde se vistió de varón: âEra una historia de misóginos que se reunÃan en un club. Los otros varones eran Marta Gam, Amelita Baltar, Luz Kerz y una vedette medio negrita que me robé del teatro Astrosâ. JelÃn disfruta de los detalles, como ahora de cada una de las situaciones que plantea el discurso de una señora ávida de revancha. Aun con sus apuntes misóginos y algunas frases hechas âque bien colocadas desatan risasâ, la obra sorprende por la imaginativa y ágil puesta de la directora y la entrega de Cores, cuyo personaje revela âhasta qué extremos puede llegar el resentimiento y el deseo de venganza frente a una infidelidadâ. 405c2y
â¿Qué es aquà diferente?
âEn general, en obras como ésta, el personaje se queda en la queja. AquÃ, en cambio, el sentimiento de abandono es tan profundo que modifica a la mujer: crea una patologÃa de la que no se sale ni con la terapia psicoanalÃtica. El abandono es uno de los golpes más feroces al narcisismo.
âQue también el varón padece.
âPero no sé si el hombre es tan vengativo. Tiene otra forma de lastimar: no pasarle a su ex dinero para los hijos, por ejemplo, sobre todo cuando es la mujer la que decide separarse. No digo que no se tome revancha. En la obra, la protagonista no puede dejar de preguntarse qué veÃa su marido en aquella otra que ella no tuviera. Esa herida, creo, es la que genera ferocidad. Ella aprovecha la situación y llega a vender incluso el semen del marido, un actor famoso, a las iradoras. Aprovecha todo lo que está a su alcance. Toma como amante al director de la clÃnica y después al dueño del palacio donde instala a este hombre, enchufado a un equipo que lo mantiene vivo. Lo que desató su furia fue la grabación de un poema erótico actuado por él y la amante. Algo intolerable. En realidad, ella es culpable del accidente que sufrieron los dos. La mujer está muerta y el marido en coma.
â¿Se inspiró en algún personaje para esta dramaturgia?
âRecordé una obra que hizo Marilú Marini antes de establecerse en ParÃs: Señorita Gloria. HacÃa el papel de una temible maestra. Un trabajo impresionante. Me gustó hacer un paralelo con ese personaje y con Medea.
âQuien mata a sus hijos por el abandono de Jasón, y para no dejarlos en manos de sus enemigos...
âA lo mejor nos queda grande esta relación, pero ésos fueron los caminos. En la obra hay chistes, pero también la intención de no quedarse en el ditirambo, en lo festivo. Siendo un monólogo, el personaje debe atravesar todos los estados de ánimo. Entra a escena cantando âLas mañanitas del rey Davidâ, una canción tradicional mexicana, y llevando una torta por los diez años de letargo. Una broma que pasa por la piedad y el desprecio. Para Ana MarÃa este papel es una jugada muy fuerte. Ella es una actriz y cantante extraordinaria. Cuando la tomé para el grupo de las chicas de Tato, en 1975, estábamos ensayando Réquiem para la clase media. Me asombró. En uno de los monólogos, Tato salÃa vestido de cura y las chicas de monjas. Tres dÃas después tuvimos que cambiar todo, porque nos amenazaron. Todo esto, como Pobre Tato y Hello Tato (en el teatro Estrellas), lo hicimos después de que a Tato lo echaran de la TV, en 1974.
â¿Bromeaban a pesar de todo?
âEramos muy locos, pero ése era nuestro trabajo. Nos amenazaban. Para uno de los cuadros se me ocurrió hacer un paralelo con la tragedia griega. A Tato le pusimos una túnica verde y vestimos a las chicas con túnicas blancas. Tato aparecÃa diciendo âOh!, dioses del Olimpoâ, y las chicas le hacÃan coro, repitiendo âOh! Oh!â. En Pobre Tato, que presentamos en el Teatro Del Globo, Tato era un palomo que desde la cornisa de la Casa de Gobierno contaba la historia de los presidentes argentinos. Tato, que llevaba pico y alitas, era un palomo gordito acompañado por tres palomitas con muy pocas plumas, porque eran pobres y no tenÃan qué comer en Plaza de Mayo. Desde lo alto, Tato insistÃa: â¡Qué vamos a respetar los diez mandamientos si no podemos respetar uno, el sexto, no matarás! ¡Qué paÃs éste! ¡Qué paÃs!â. Le pusieron una bomba y amenazaron con matarnos a todos. Schussheim intentó irse, pero no pudo. HabÃa conseguido un buen trabajo en una agencia de publicidad mexicana, pero decÃa que en México extrañaba, que preferÃa morir en Buenos Aires.
â¿Cuál es la clave para dirigir obras sin dramaturgia previa, como Canción de cuna...?
âEstudiar en profundidad al autor; entender su propuesta; inventar una estética. Cuando se toman obras de Chejov o de Shakespeare, con fuerte tradición en la escena, se sabe qué camino tomar. Se elige algo que se ha hecho o un camino contrario. Como en las obras de la nueva dramaturgia, las no estrenadas necesitan de un director o una directora de espÃritu muy abierto.
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