Pasaron siete años para que el dúo Karina Antonelli y Osvaldo Belmonte volvieran a subir a escena con un nuevo espectáculo de Lalá. Pero no fue tiempo transcurrido en vano: del trÃo inicial pasaron a un elenco de siete músicos, pero según ellos lo más importante pasó por otro lado: âNació nuestro hijoâ, cuenta la pareja entre risas. Entre mamaderas y cambio de pañales, de a poco eligieron nuevas canciones, compusieron otras, convocaron a más músicos y finalmente grabaron el disco Lalá y el toque toque. âTodos se coparon, está buena la música, están buenos los arreglos. Se armó el disco y dijimos â¿cómo lo presentamos?ââ, recuerdan. âEl show empieza como un recital y se va moviendo hacia la historia de Raúl y Esmeraldaâ, explican a coro. âSon dos planos: están los músicos tocando todas las canciones del disco y aparecen cada tanto el maestro que dirige la orquesta y su asistenteâ, adelantan de lo que puede verse los sábados a las 15 y 17 en NoAvestruz (Humboldt 1857). 6c5p3z
Con una estética ambientada en las décadas del â40 y â50 (âhasta pensábamos en blanco y negroâ, ejemplifica Antonelli) y la orquesta en vivo sobre el escenario, Lalá y el toque toque es la historia de un director de orquesta muy formal y su ayudante un tanto torpe, que entre canciones y gags intentan dar cuerpo a su romance. Apelando a los códigos del cine mudo y de los musicales, con instrumentos que imitan los sonidos de los animales, una canción que es una adivinanza, zapateos y un número titiritesco con una bailarina de papel, construyen un vÃnculo con el público que recorre distintos climas, desde los más festivos hasta intimistas. âLas canciones de la historia hablan mucho de la interioridad de los personajes. Ella quiere acercarse a Raúl, está enamorada. ¿Le da bola o no le da bola? Es una historia simple, como en la primariaâ, compara Belmonte, y ambos rescatan que el nexo que va uniendo los distintos números es el humor que pueden generar las situaciones más cotidianas.
La comicidad como articulador de la actuación y la música, reconocen, es un camino ya transitado, pero no por eso deja de ser efectivo. Belmonte asegura que es âlo que nos gusta a nosotros, desde Pepe Iglesias hasta Leo MaslÃah o Les Luthiers. O mismo la música de Chaplin, cómo jugaba con el movimiento y el sonido, o la de los dibujos animadosâ. Antonelli amplÃa: entre la música y el gag hay elementos que permiten la comparación, como âlas repeticionesâ. âLo ves en Los tres chiflados, lo ves en Chaplin: tiene que ver con la reiteración de una melodÃa, que se puede emparentar con una acción corporal, y te empezás a divertir porque se va modificando para el ridÃculo. En ese sentido es muy parecido al clown: repetÃs, repetÃs y aparece un gag. Con la música pasa algo de esoâ, dice la actriz y cantante.
Si el primer disco estuvo compuesto por canciones populares rioplatenses, este segundo disco está organizado por los ritmos que marcaron aquella época: fox-trot, tango, mambo, bolero y hasta tap, con tres canciones propias. ¿Pensar que la platea va a estar poblada por chicos es una limitación al momento de pensar la música? âNo hay una armonÃa para niños; al contrario: podés explorar cosas loquÃsimas que son interesantes porque tenés menos prejuiciosâ, reflexiona Belmonte. âPodés ir de un tango a un chachachá, y de ahà adonde se te ocurra porque el adulto también baja sus prejuicios al ir a un espectáculo para chicos. Se afloja y disfruta másâ, está convencido. âMusicalmente se puede jugar con más cosas que en un recital para adultosâ, se entusiasma el pianista. Y recupera el âMozart mamboâ, en el que ponen en un mismo plano al compositor clásico con el ritmo tradicional caribeño. âSe puede jugar con eso y lo disfruto mucho. Dura dos segundos, pero decimos algo que todo el tiempo uno tiene ganas de expresarloâ, afirma.
Hacer un espectáculo para chicos implica intentar sumergirse en su mundo y su lógica, en su espontaneidad y su desprejuicio. âUno produciendo cosas artÃsticas siempre remite a aquello que le pegó de chicoâ, apuesta Belmonte. âY con la música más. Pero ahora nos pasó que Antonio nos tiró ideas para hacer las canciones. Orientate era un juego que tenÃamos con élâ, confiesa, y Antonelli confirma que sobre el escenario se divierten: âMe rÃo de cosas que parecen tontas, pero si no me divierto con lo que hago, no lo hago más. El punto de partida siempre fue preguntarnos qué nos divierteâ, detalla, y ite que, recién estrenado el segundo disco, ya está planeando el siguiente: âTenemos ganas de ampliar la circulación de instrumentos. Que haya una gaita, un arpa, un fagot. ¿Cuándo ven un arpa los chicos? No hay que ir al Teatro Colón para verloâ, concluye.
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