Si los elencos estables son una rareza en Buenos Aires, el Ballet 40/90 lo es aún más. Lo forman cincuenta mujeres que tienen entre 40 y 90 años âa veces se anima algún hombreâ, y lo creó hace veinte años Elsa Agras, una artista formada en danza clásica, técnicas corporales, música, teatro y clown. Agras tenÃa 70 cuando empezó a dar clases de baile a mujeres adultas. Arrancó con sólo dos alumnas, pero el rumor de que en el barrio de Palermo un grupito de señoras se juntaban para mover el cuerpo comenzó a circular. Muchas se sumaron, se consolidaron las clases, los ensayos, las muestras de fin de año y los primeros espectáculos. Desde entonces sostuvieron la actividad, se establecieron niveles de enseñanza y todas (principiantes, intermedias y avanzadas) crearon junto a la directora los espectáculos Miusijol, Per VÃvere, Te bailo la justa, Sandunga, A los hechos, pechos y ¡A más hechos, más pechos!, además de recibir algunos premios y distinciones. En el reciente estreno del último trabajo, Te lo bailo de taquito (viernes a las 20.30 en el teatro Empire, Hipólito Yrigoyen 1934), Agras no pudo estar presente. Hace dÃas estaba internada por una neumonÃa y falleció el dÃa siguiente, a los 90 años. 685959
Con una mezcla de sensaciones entre las que priman la tristeza por la pérdida y la alegrÃa inmensa de haber conocido a una mujer y artista muy especial, tres de las integrantes del cuerpo de baile se juntaron con Página/12 para hablar de la nueva obra y del elenco que integran. âNo somos Eleonora Cassano, pero aseguramos muchÃsima energÃa sobre el escenario. Mucha alegrÃa y sorpresas. Bailamos distintos ritmos: vals, tango, música española, mambo, comedia musical, clásico, jazzâ, sostiene Martha Goldberg, de 71. En esta travesÃa musical y danzada, el humor y el juego son esenciales, pero desde un lugar que escapa a la obviedad. âElsa iraba mucho a Pina Bausch. Le gustaba probar algunas ideas que sacaba de sus obras. Siempre nos decÃa que era el público el que tenÃa que entrar en nuestra propuesta y que nosotras nunca tenÃamos que bajar el nivel de lo que querÃamos hacer. De hecho, este año repetimos una coreografÃa que antes no impactaba y que ahora el público disfruta a plenoâ, advierte Laura Bruno, de 64. Para Sadi Vergona, de 84, trabajar con Agra era una aventura. âTomamos ritmos y géneros para llegar a lugares distintos, raros. Más allá del resultado, la búsqueda en sà era muy interesante. Preparar una obra era como un laboratorio. Elsa traÃa la música, nos hacÃa escucharla sin movernos. Después nos daba libertad para improvisar y movernos como quisiéramos. A partir de ahà empezábamos a trabajar y a pulir cada coreografÃa. Y el vestuario que creábamos para cada escena era un trabajo también muy cuidado.â
Vergona se acercó a la compañÃa hace doce años, Laura lo hizo antes, hacia fines de la década del â90. TenÃa 48 años cuando fue a ver un ensayo y llegó el flechazo. âFue como un enamoramiento, ver señoras que bailaban esas músicas que uno siempre habÃa escuchado... Me enamoré del baile y de Elsa, de su didáctica, su carácterâ, cuenta. Algo parecido le pasó a Goldberg cuando fue con una amiga âa ver bailar a unas viejasâ. âMe volvà loca âaseguraâ. Sentà que querÃa estar ahà y desde ese momento no paré. Es una de las pocas cosas que sostengo desde que me jubiléâ. Las tres coinciden en que Agra tenÃa el carácter y la energÃa suficientes como para llevar adelante un grupo de cincuenta mujeres. No daba vueltas para decir las cosas, era directa, no perdÃa tiempo y exigÃa que sus bailarinas se comprometieran con la actividad. âHabÃa que ser disciplinadas y rigurosas, tomárselo en serio a pesar de que trabajamos con el humor. A veces costaba asumir lo que te decÃa, pero con el tiempo te dabas cuenta de que tenÃa razónâ, recuerdan.
Goldberg agrega una frase que Agras dijo una vez al pasar y que le quedó grabada: âEl dÃa que dejen el ego, van a encontrar el ritmoâ. Cuentan que sus propias familias se asombran cuando las ven en escena: âEs que trabajamos con la irreverencia, con romper ciertos prejuicios y estereotiposâ, comentan. Para ellas, esta experiencia implicó transformaciones profundas. Goldberg es fÃsica de profesión y al formar parte del Ballet afloró su coqueterÃa; su feminidad tomó nuevos brÃos. âPor dar un ejemplo, antes no me maquillaba y ahora no salgo de casa sin pintarme los labiosâ, cuenta con su cabello rizado, sus ojos vivaces y los labios rojos. Para Bruno, el placer del movimiento y la templanza para plantarse sobre un escenario fueron las fuerzas que la impulsaron a concretar cambios. âEl Ballet coincidió con mi separación y con una etapa de desafÃo. Formar parte de este elenco me ayudó a abrir mi negocio, autoabastecerme y arrancar de nuevoâ, reconoce.
Elsa Agras era una de las clowns que más impacto causaban en los espectáculos de Marcelo Katz, uno de los directores más reconocidos del género. De pelo blanco, bastón y pocas palabras, conmovÃa con un humor sutil, desconcertante. Rechazaba el concepto de âtercera edadâ, por eso bautizó al elenco Ballet 40/90. âNos deja un legado de alegrÃa, vitalidad y trabajo. En una etapa de la vida en que las cosas tienden a cerrarse, nos propuso el camino inverso. Abrirnos y seguir para adelante conscientes de nuestras potencialidadesâ, destacan. Hace unos años, cuando Goldberg atravesó un momento de mucho dolor en la espalda que limitaba su movilidad, Agras le propuso una coreografÃa más caminada y cantada que danzada. Suerte de ama de casa ridÃcula y sensual, aparecÃa de negro y con utensilios de cocina en los lugares más insólitos de su cuerpo. âCantaba un tema, âTengo un cuerpitoâ, y tenÃa embudos en las tetas, un colador en la cabeza, muñequeras hechas de esponja y hasta una espumadera tipo conchero. ¡No me lo olvido más!â
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