Moverse es mejor que permanecer. Al menos, asà lo entienden quienes componen la ambiciosa expedición cientÃfico cultural Paraná RaâAngá, que zarpará el lunes 8 de marzo desde el puerto de Tigre con destino a Asunción del Paraguay, adonde tiene previsto arribar el 31 del mismo mes. Esta âempresa flotanteâ retoma la tradición humboldtiana del viaje como instrumento de conocimiento y colaboración entre artes y ciencias. La tripulación argentina-paraguaya-española, que participará de este acontecimiento y remontará el Plata, el Paraná y el Paraguay âcon escalas previstas en Rosario, Santa Fe, Paraná, La Paz, Goya, Corrientes, Pilar, Barranqueras y Formosaâ, estará integrada por antropólogos, sociólogos, geógrafos, músicos, artistas visuales, arquitectos, escritores, historiadores del arte y de la ciencia y filósofos. Además contará con las intervenciones de un fotógrafo, un cocinero y hasta un sacerdote jesuita (ver aparte). El cineasta Mariano Llinás, los escritores MarÃa Moreno y Daniel GarcÃa Helder, los músicos Oscar Edelstein y Jorge Fandermole, entre otros, son algunos de los expedicionarios que subirán al barco, esa máquina con pasado y perfil de ballena. En la lentitud de este fascinante viaje por el rÃo âun escenario que no subyuga por lo azul, sino por el mezclado marrónâ, reflexionarán sobre el territorio y su gente, y podrán registrar de primera mano las historias y vivencias regionales. 6m2413
Paraná RaâAngá es una iniciativa de la red de centros culturales de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), liderada por el Centro Cultural Parque de España de Rosario (CE), y del que participan también los Centros Culturales de España en Buenos Aires, Córdoba y Asunción del Paraguay. Las editoras del proyecto son Graciela Silvestri, arquitecta, doctora en Historia, investigadora del Conicet y autora de El color del rÃo. Historia cultural del paisaje del Riachuelo, y la paraguaya LÃa Colombino, historiadora del arte, poeta y una de las directoras del Museo del Barro. La señal Santa Fe y el Canal Encuentro realizarán una serie de trece capÃtulos sobre la expedición, dirigida por Julia Solomonoff. ¿Cuál es el sentido de esta empresa en un mundo donde pareciera no haber âmucho por descubrirâ? Hoy, ¿qué significa viajar? âDesde un lugar extremadamente marginal en el debate del pensamiento contemporáneo, como es la costa del rÃo Paraná, disiento con la idea de Giorgio Agamben âun pensador extraordinario, por otra parteâ acerca del fin de las experiencias, o del fin de poder extraer un sentido, o un relato de las experiencias. El auge de las crónicas y de los documentales en cine y en tevé y la vigencia de obras hÃbridas, pero de origen eminentemente experiencial, como las de W. G. Sebald o Claudio Magris, por ejemplo, no sólo refutan la idea del fin de la experiencia, sino que señalan, sociológicamente, que hay un interés en las experiencias del prójimoâ, plantea el poeta y crÃtico MartÃn Prieto, director del CE. âEs verdad que, como anotó señeramente Claude Lévi-Strauss en Tristes trópicos, un libro que tuvimos muy presente a la hora de diseñar esta expedición, todos estamos un poco hartos de los relatos de âtantos detalles insÃpidos, tantos acontecimientos insignificantes. Pero detrás de la abrumadora hojarasca de la primera persona emergen experiencias individuales y colectivas que a muchos les interesa contar, en el formato que sea, y a muchos otros leer, ver, escuchar. En ese sentido, el viaje es por definición una forma privilegiada de la experiencia. Y más aún un viaje como ésteâ.
Uno de los objetivos de Paraná RaâAngá es construir una o varias imágenes del rÃo âtal como lo hemos conocido y conocemos hasta ahoraâ, cuenta Prieto. Para trazar esas imágenes, se convocó a un equipo de viajeros, seleccionados por Silvestri, de los tres paÃses involucrados en el viaje, la Argentina, Paraguay y España; de distintos oficios, profesiones y artes que de una u otra manera están involucrados en el asunto fluvial. âHay que tener en cuenta que desde Santa Fe hasta Asunción no hay calado suficiente para subir o bajar en un barco de pasajeros, por lo que salvo los profesionales de la navegación, son pocos los que han surcado esas aguas en los últimos cuarenta o cincuenta añosâ, recuerda el director del CE. âPodemos decir que aun en el trayecto donde sà hay calado, tampoco es masiva la navegación de pasajeros. ¿Cuántos de nosotros conocemos âla parte de atrásâ de las grandes fábricas del norte de la provincia de Buenos Aires? Acá mismo, en este Centro Cultural, que queda a la vera del rÃo, ¿cuántos de nosotros, además de Pocho, nuestro jefe de mantenimiento, que sale cada tanto con su cuñado a pescar a la isla, hemos visto la imagen de nuestro propio lugar de trabajo desde el rÃo? En la suma de oportunidad, objetivos y acciones, tripulantes y ruta se encuentra la novedad del proyecto.â
Silvestri coincide. âQuienes habitamos las grandes ciudades de esta cuenca hemos olvidado que vivimos al borde de rÃos; ellos no suelen formar parte de nuestra experiencia cotidianaâ, advierte la arquitecta. âMucho se ha hecho para que las ciudades recuperen el rÃo que ellas mismas negaron, pero esta recuperación âexitosa en algunos casos, como Rosarioâ implica generalmente, para el ciudadano promedio, sólo la recuperación del rÃo como paisaje contemplado. No es poco, aunque resulta en una percepción distante.â Esta ausencia, reflexiona Silvestri, no se deriva enteramente de la vida moderna. âBuenos Aires, que ya era una gran ciudad a principios de siglo XX, fue bien consciente de su rÃo. Los barcos llegaban atestados de inmigrantes, objetos y noticias; la llegada de tal o cual buque era noticia en los diarios; muchos recuerdan todavÃa cómo, pocas décadas atrás, era habitual remontar el Paraná hasta Asunción en viaje de placerâ, repasa la arquitecta. Las viejas canciones del litoral âun folclore tÃpico de mi infancia, en los â60â tenÃan al rÃo como protagonista, y asà quienes nunca vimos una jangada o un camalote los imaginamos con esta música, asociados con las palabras que también viajaban rÃo abajo: las del guaranÃ.â
En los años â70 todavÃa se viajaba en barco; experiencia que implicaba una percepción de la región fluvial distinta que la que se obtiene por tierra. âHoy, los viajes se hacen preferentemente en automóvil, en ómnibus, en avión; la infraestructura ferroviaria está casi liquidada; los puentes carreteros o los túneles subfluviales comunican ciudades que antes estaban comunicadas por lanchas. El tiempo no se puede desperdiciar, ni aun en vacaciones: queremos llegar cuanto antes a destino, y nada de lo que sucede en los bordes del espacio que atravesamos nos importaâ, analiza Silvestri. âAl perderse la experiencia del viaje fluvial, con sus tiempos lentos y su relativa imprevisibilidad, se pierde también la conciencia de un territorio que el eje Plata-Paraná-Paraguay reúne fÃsica e históricamente. Se pierde, en principio, la dimensión de esta región, la escala de las intervenciones humanas ante una naturaleza que no alcanza a ser domesticada, la medida temporal del espacio. Se pierde la diversidad del camino; pueblos y orillas que nunca visitarÃamos, cambios progresivos del paisaje que nunca advertirÃamos, sensaciones climáticas que no son traducibles a grados Farenheit. Puede decirse, y es cierto, que estas experiencias también suceden en un viaje terrestre, pero lo que éste no otorgarÃa es la conciencia de habitar un territorio que tiene, por asà decirlo, el agua como base. Nuestras sociedades mantienen esta condición acuática; son móviles, fluyentes, viajeras. Viajaron los tupÃ-guaranà antes de la conquista, viajaron los españoles rÃo arriba, viajaron los criollos de Asunción, hijos de españoles e indÃgenas, para refundar Buenos Aires; viajaron los inmigrantes para fundar colonias; viajan cotidianamente los expulsados de la tierra; los fascinados con la vida de la metrópoli cuya quintaesencia parece ser todavÃa Buenos Aires; viceversa, viajan los que se subyugan con la naturaleza apenas dominada en el corazón de Sudaméricaâ.
La tradición del viaje como instrumento de conocimiento no se pierde por el viaje turÃstico, que era habitual en el siglo XIX. âNo podemos decir que este tipo de viaje no produjera conocimiento, aunque debiéramos reemplazar la palabra conocimiento, atada al método cientÃfico, por reflexión, pensamiento, o nuevas representacionesâ, aclara Silvestri. âPara dar un ejemplo conocido, el viaje de Goethe a Italia no solo legó una crónica, todavÃa referencia literaria, sino que la experiencia lo llevó a planteos que transformaron muchos encuadres cientÃficos. Por supuesto, hay viajes y viajes, de la misma manera que hay congresos y congresos, artistas y artistas; los hay convencionales y olvidables, planificados sin resquicios o abiertos a los sucesos, masivos o individualesâ. Muchas disciplinas, especialmente en el área de la antropologÃa, la arqueologÃa y las ciencias naturales, continúan haciendo del viaje un instrumento esencial. âEn el mundo de las artes y las letras, la práctica viajera se acentuó en las últimas décadas, anclada en una larga tradición que no se clausuró en el siglo XXâ, subraya la editora de Paraná RaâAngá, y menciona, como ejemplos, los viajes de los modernistas de San Pablo a Minas Gerais; las travesÃas de la escuela de ValparaÃso; e incluso en el recorrido por New Jersey de Robert Smithson. En el ámbito de las letras, en la cuenca del Plata, algunos viajeros se convirtieron en referencia de culto, como Rafael Barret, el autor de El dolor paraguayo, alabado por Borges, Roa Bastos y Juan L Ortiz. âEl viaje aporta un tipo de conocimiento particular: una experiencia que no puede ser planificada en todos sus detalles, aunque se cuente con Google y GPSâ, ironiza la arquitecta.
Viaje y experiencia están Ãntimamente relacionados, según se lee en el libro de Martin Jay, Cantos de experiencia, quien se niega a fijar un único significado para tan denso vocablo. âLa idea de experiencia que este viaje convoca tiene más que ver con un tipo de saber que se alcanza colectivamente al final de un viaje. Se trata de experiencia en el múltiple sentido de âsalidaâ, âprobarâ; se confÃa en que pueda surgir de ella algo nuevo, aun transitando espacios conocidos. Por eso el lema de la expedición: âerrante en torno de los objetos miroâ, que es una traducción bastante libre que el viajero Malaspina realizó de un verso de La Eneidaâ, explica Silvestri. âEn este sentido, el nombre de la expedición, Paraná RaâAngá, se traduce como âfigura del Paranáâ, lo que se presenta ante los ojos mientras se transforma. Las figuras surgirán de un trabajo necesariamente colectivo, del intercambio entre los mismos expedicionarios, desde los encargados de la logÃstica de la nave hasta los cientÃficos y poetas; colectivo en el sentido de la interacción concreta con el mundo que se observa y registra âanimales, plantas, agua, objetosâ; colectivo, porque se apoya en siglos de saber y hacer.â
Prieto propone que la tripulación del barco debe viajar en una suerte de âbalanceo entre la atención y la desatención, entre el saber y el no saberâ. âEs importante conocer la historia de los rÃos del Plata, Paraná y Paraguay, y ya es muy interesante ir viendo, en los debates previos de los expedicionarios a través de un foro virtual, cómo los unos âpor ejemplo, los literatosâ desconocen la historia de los otros âpor ejemplo, los biólogosâ. Es decir, la reunión de especialidades, oficios y artes, tan segmentados en el mundo contemporáneo, reaviva, ensancha y llena de significados nuevos la historia y la tradición. Pero además de eso que âya se sabeâ, aunque no todos sepamos lo mismo, la expedición va en busca, justamente, de eso que no se sabe aún; por eso pone en juego tres tiempos en simultáneo: el pasado, la historia, todo eso con lo que nos subimos al barco, el presente puro del viaje âeso que anotarÃamos en un cuaderno de bitácora, cada noche o cada amanecerâ y el futuro: la convicción de que estamos transitando un espacio que está a punto de desaparecer.â
Si se revisa la historia, se podrá apreciar cómo muchas de las más insólitas creaciones humanas se han originado esquivando los protocolos habituales, rompiendo normas y fronteras tradicionales en artes y letras, inspirándose libremente en otras esferas de saber. âLa voluntad holÃstica de Humboldt, que no estaba en pugna con su ideologÃa ilustrada, lo llevó a preocuparse tanto por los artistas que presentarÃan el cuadro de la tierra âa los que exigÃa âexperienciaâ del lugar que iban a representarâ como a buscar relaciones entre los distintos reinos de la naturaleza y del hombre que minaron el afán clasificatorio dieciochescoâ, señala Silvestri. âClaro que esa especie de último âhombre renacentistaâ, fascinado por los mitos, las plantas, las piedras, los paisajes o los gobiernos, no existe más. Pero no está dicho que no pueda pensarse otra forma de relación entre los diferentes lenguajes, y todo sugiere que estas nuevas formas de o son inevitablemente colectivas.â
¿Se sumarán las nuevas tecnologÃas a esta expedición fluvial? ¿Los expedicionarios llevarán adelante un blog?, pregunta Página/12. âNo recuso en absoluto la introducción de las nuevas tecnologÃasâ, responde Silvestri. âSin embargo, mi preocupación es por la coexistencia de diversas tecnologÃas. En Occidente, el convencimiento de que la introducción de una tecnologÃa de punta barre con todo lo anterior es paradójico, ya que habla de que el determinismo cultural no está superado por nosotros. Nada nos dice que el lápiz negro HB y la computadora no puedan convivir, sobre todo considerando que la computadora está lejos de reemplazar lo que el modesto grafito puede hacer, en particular, lograr esa relación entre la cabeza, la mano, y el corazón, para decirlo con las palabras que Berger tradujo de un sabio chino. Me dedico más bien a pensar de qué manera este mundo en que la libretita moleskine, el lápiz negro, el color obtenido de raÃces, la tela tejida a mano, o el barro, conviven con Internet. Habrá bitácoras abiertas a la participación por Internet, y bitácoras escritas a mano en algún rincón solitario del barco; y seguramente esta opción no se restringe a un problema etario. Muchos jóvenes redescubren técnicas tradicionales, muchos viejos se hacen adictos de las nuevas tecnologÃas. ¡Que ninguna profecÃa del futuro nos quite la diversidad!â, pide la editora de Paraná RaâAngá, y cita a Foucault: âLa nave en viaje es la utopÃa mayúscula de felicidad compartida, la que sea posible en el conflicto, la diferencia y la finitudâ.
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