Hay jóvenes que matan y jóvenes que mueren en la Argentina post 2001. Aunque los escenarios de los crÃmenes sean diversos âuna disco en Colegiales, una escuela en Carmen de Patagones, una calesita en La Plata o una bailanta en José C.Pazâ, el desenlace fatal de una situación que aparentaba ser ordinaria, el homicidio como caso extremo, no es propiedad exclusiva de una clase, sino más bien una cuestión generacional. âSi no hay lugar para mirar a esta generación con ojos complacientes, tampoco hay que hacerlo con ojos condenatorios. Porque lo importante, apenas, es mirarla con claridadâ, plantea el periodista Javier Sinay en su primer libro, Sangre joven. Matar y morir antes de la adultez (Tusquets). El cronista narra con suma claridad seis asesinatos protagonizados por vÃctimas y victimarios de entre y 15 y 26 años; los cuenta sorteando los estereotipos, buceando en la vida cotidiana, los hábitos, los lugares que frecuenta y la música que escucha esa generación que crece, como advierte, âal amparo de lo truncoâ. 2r6i5j
No es casual que la primera crónica del libro sea la de âLos amantes de Villa Pueyrredónâ, el crimen de la discoteca El Teatro. Sangre joven está dedicado al chico asesinado a puñaladas a fines de diciembre de 2003, Federico Medina (20 años), cuando habÃa más de mil quinientas personas en la pista de la disco del barrio de Colegiales. Cala, el novio celoso de la Pimpollo, la femme fatale que entonces tenÃa 17 años, con un cuchillo y tres certeras puñaladas puso punto final al triángulo amoroso. Sinay habló con el tÃo de Fede, con el primo, testigo del crimen, y con varios amigos. Hasta que recibió un llamado que le âcongeló la sangreâ: la Pimpollo, la figurita más difÃcil y pieza clave de la historia. Es notable cómo a partir del encuentro, en la vieja pizzerÃa Kentucky de Palermo, Sinay se encarga de demoler el estereotipo de esa heredera de las medidas de la Coca Sarli, simplemente preguntando y escuchando. Ante la mirada del cronista, la Pimpollo se revela como una chica frágil, una vÃctima más del caso.
Entre los homicidios que se narran en el libro, el de la masacre de Carmen de Patagones fue el itinerario más arduo que le tocó a Sinay. El cronista se encontró con la reticencia de mucha gente que no quiere recordar a Junior, el chico de 15 años que mató a tres compañeros e hirió gravemente a cinco más. Con la tercera historia, Sinay (Buenos Aires, 1980), colaborador de las revistas Rolling Stone y Hombre, entre otros medios, abre las puertas del universo villero para sumergirse en el mundo de las pibas chorras que no tienen miedo a batirse a duelo con botellas rotas en la mano; que van a bailar con una sevillana en el bolsillo, como Andy (18 años), que mató a un pibe en la bailanta SâCombro en julio de 2004. Lo asombroso es que esa chica curtida por la extrema pobreza y la falta de oportunidades, condenada a veinte años de prisión, llevaba un diario Ãntimo en el que confesó el crimen. El inventario de esa sangre joven se completa con una tragedia griega protagonizada por una familia santiagueña en La Plata. Jaime vivÃa en la casa de su prima Silvana. Se enamoró de ella. Los dos tenÃan 22 años; él la mató, la descuartizó y la enterró en el cubÃculo central de la calesita Del Duende Poppy, donde trabajaba.
La Plata también fue el escenario de las peripecias del Hombre Araña. Brian, 16 años, trepaba por los balcones para robar y violar; luego de un raid aterrador encontró su final cuando un joven policÃa se despertó por los gritos que venÃan de la ventana de al lado, salió al balcón con el arma en la mano y le disparó. El último, en Chascomús, tiene como vÃctima a Perico, un joven con la pierna derecha amputada por completo y la izquierda por debajo de la rodilla, que cobró la indemnización por el accidente que sufrió a los 11 años y fue asesinado.
âEn esta Argentina de la que habla el libro hay pibes con mucho abandono que se van armando solosâ, dice Sinay a Página/12. âVarios de los casos que investigué son hechos rutinarios que terminaron mal, por ejemplo el caso de Andy. Es frecuente pelearse a la salida de una bailanta, incluso puede dar lugar a anécdotas durante la semana; pero de repente aparece una delgada lÃnea roja que se quiebra. Y no sé si se dan cuenta de que están tan cerca de quebrarla. Algunas sentencias tuvieron un atenuante, algo asà como âinexperiencia de vidaâ; eran demasiado jóvenes para estar en una situación asÃ. Creo que ese atenuante es adecuadoâ, opina el periodista que conjuga el interés por la cultura joven y el género policial. CrÃtico ante la posición del entrevistador que tiene que escarbar en heridas que no cierran, que acaso nunca cicatrizarán, cuando estaba con la Pimpollo se preguntó qué hubiera hecho él frente a la posibilidad de conceder una entrevista si la desgracia le hubiera tocado como le tocó a ella. âSiempre me preguntaba qué harÃa si estuviera en ese lugar âcuenta Sinayâ. ¿AceptarÃa una entrevista con un periodista? No sé, creo que tratarÃa de conocer al periodista antes.â
â¿Alguno de los familiares o amigos de la vÃctimas trató de conocerlo primero antes de aceptar hablar?
âNinguno me dijo âprimero quiero conocerteâ, pero sentÃa que tenÃa que pasar âla prueba de la confianzaâ, como me pasó con la tÃa de Perico, a la que vi como cuatro o cinco veces. Pero ella es una señora que en Chascomús habló con muchos periodistas, asà que ya estaba acostumbrada. Pero otros nunca habÃan hablado con un periodista.
âLa Pimpollo, por ejemplo.
âSÃ, y creo que nunca más lo va a hacer. Me dijo que habló conmigo para limpiar su nombre. Nos encontramos una sola vez. Yo también me fui formando la idea de âmujer fatalâ, de âviuda negraâ (se rÃe). Pero cuando la conocÃ, me di cuenta de que era una piba a la que se le escapó todo de las manos. Cuando uno pasa a través de estas historias, sale diferente. Fue un año y medio en que sentà demasiada oscuridad al estar en esos mundos. Me metà mucho en estos casos y hay cosas que te ponen mal, que te dan dolor e impotencia, más cuando hablás con los familiares. Ver cómo actúa la Justicia, me sorprendió un poco... ese funcionamiento interno que tiene, tan alejada de la realidad, que a veces tarda o no puede resolver un crimen como el de Perico.
âLo que sorprende de Andy, con quien pudo hablar en la cárcel, es que anotó en su diario que mató a un chico.
âAndy dice que lo hizo porque le daba miedo contárselo a la mamá y tenÃa que descargarse de alguna manera. Una chica de bajos recursos, metida en la droga, que tenÃa una vida violenta y con varias enemigas, es todo lo contrario de lo que uno imaginarÃa cuando piensa en una chica que escribe un diario Ãntimo. Este detalle quiebra los estereotipos. Si te acercás mucho a alguien te das cuenta de que los estereotipos no existen. TenÃa esa manera de escribir en la que ponÃa, por ejemplo, âbueno, amigos, hoy les quiero contar...â. Le pregunté a quién le escribÃa, pero me contestó que no sabÃa, que escribÃa asÃ. Ahora ya no escribe su diario Ãntimo porque dice que cuanto menos pensás en la cárcel, mejor. SerÃa interesante ver qué escribirÃa hoy, ¿no?
â¿Por qué le interesa el género policial?
âEn el género policial todo está llevado al extremo: lo bueno, lo malo, la psicologÃa de la gente, las ambiciones, las frustraciones, los gestos nobles. En la crisis se ve quién es quién; en el policial, también. El dramatismo del género policial es lo que me atrae
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