Alejandro Jodorowsky pasó por Buenos Aires para presentar dos de sus libros, PoesÃa sin fin y MetagenealogÃa (Sudamericana). Esa podrÃa ser la versión racional del hecho. Hay otra, obviamente. Se trata de Jodorowsky, y frente al dramaturgo, poeta, cineasta y mÃstico chileno la descripción a secas queda corta. Lo sabÃan cientos de personas que en la mañana del jueves hacÃan cola para verlo en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). âYo deberÃa estar acá para referirme a estos lanzamientos editoriales. Pero no tengo por qué ponerme a vender nada, asà que voy a darles una conferencia sobre cualquier cosaâ, desafió el artista al subir al escenario. 6ht51
Y fue como un conjuro. El principio de un mediodÃa salpicado de chistes, poemas y corazones que iban a bajar del espacio. ¿Bizarro? Quizá. Por las dudas, hay que considerar que hace décadas que el tipo hace lo que se le canta, en el sentido más simpático que pueda tener la expresión. No es un oportunista. De entrada, Jodorowsky pidió a los espectadores que se tomaran de los meñiques y pronunciaran las dos sÃlabas de la palabra âamorâ. Quien no estuviera acostumbrado a esos os podÃa sentir cómo se le retorcÃa por adentro el gusanito de la vergüenza propia y ajena. No obstante, a los pocos segundos el desparpajo del guÃa espiritual habÃa conquistado todos los aplausos.
âLos chistes son sagrados para mà âsiguió élâ. Voy a contarles uno. Es una llanura: a lo lejos, un oso viene persiguiendo a un conejito blanco. Lo quiere comer o destruir. Llegan a un bosque y aparece una rana mágica. âBasta de peleasâ âles dice la ranaâ. âPara que se calmen, les voy a dar la oportunidad de pedirme tres deseos.â âBueno âresponde el osoâ, yo quiero que todos los osos de este bosque sean hembras ¡Todas para mÃ!â Plum, concedido. El conejo pide: âQuiero una pequeña moto rojaâ. Concedido. Viene el segundo deseo del oso. âQuiero que todos los osos del paÃs sean hembras ¡Todas para mÃ!â Y, a su turno, el conejo: âYo quiero un casco rojo, con dos agujeros para sacar mis orejitasâ. Les queda sólo un deseo. El oso pide que âtodos los osos del planeta sean hembrasâ, y que todas sean para él. Entonces el conejito, ya con la moto en marcha y el caso puesto, termina su lista de deseos pidiendo que el oso se vuelva homosexual.â
Hubo risas y ovación. Como si se hubiera inyectado con un mismo jeringazo la sangre de Luis Landriscina y Carl Jung, Jodorowsky procedió a un entretenido análisis del cuento. âEl oso es el ego, que todo lo quiere para sÃ. El conejito es la inteligencia, un ser interno que todos tenemos y que sólo quiere existir sin aplastar a nadie ni pedir nada. Cuando el oso queda preso de lo que ambiciona, su existencia pierde sentido. La solución, por lo tanto, es que aprendan a convivir. ¿Y la rana mágica? Es nuestro dios interior, la energÃa indefinible que dirige nuestra vida y que está hablando a través de mà en este momento.â
El conferencista âél lo iteâ representa más que un hombre o una doctrina. Anuda en el mismo paquete a las sesiones de arte-terapia que concreta hace años en su Cabaret MÃstico, y las pone en conexión con las liturgias religiosas, las cosmovisiones orientales y su sudamericana capacidad para no tener pudores en el trato con la fantasÃa. Vagamente antipolÃtico ââsi la revolución polÃtica no es posible, la re-evolución poética sà lo esââ @alejodorowsky tiene casi doscientos setenta mil seguidores en twitter, y a través de su trayectoria se ha convertido en referente para personalidades como John Lennon, Peter Gabriel y Marilyn Manson, entre otros. De hecho, el film La montaña sagrada (1973) acaba de inspirar al último videoclip de Manson, Born Villain. (link: http://www.youtube.com/watch?v=C4zSpPeZI5s&skipcontrinter=1.)
A pesar de esos blasones, a Jodorowsky le gusta mantener una lÃnea despojada. Conquistó miradas y oÃdos durante una hora y media sin otra escenografÃa que un par de sillas y una mesita. âPasé cinco años aprendiendo con un maestro zen. El no tenÃa casa y comÃa muy bien con los desperdicios que recogÃa en los mercadosâ, explicó. Acaso sea ese mismo despojo âo, más bien, las lecciones derivadas de ese despojoâ lo que le permite al neochamán elaborar teorÃas seductoras desde lo más simple (ver recuadro).
Cerca de las dos de la tarde el auditorio seguÃa cautivado. El âterapeutaâ invitó a alguien de la multitud âque se sintiera malâ para curarlo en vivo con psicomagia, esto es, con el método dramático y âmedicinalâ que Jodorowsky ideó inspirándose en tradiciones ancestrales. Desde una mirada cÃnica era imposible distinguir ese cuadro del clásico mercachifle que llega al pueblo vendiendo pociones de la vida eterna. Y, sin embargo, ahà estaba el célebre actor-sanador, con convicción inquebrantable y décadas de actividad a cuestas. El rey de las trampas sagradas. âAtención con lo que voy a hacer, porque Freud se va a retorcer en la tumbaâ, advirtió, al tiempo que un joven con cara de yo no fui se levantaba de su butaca, subÃa al escenario y confesaba sus penas micrófono en mano. âVamos a hacer lo siguiente. Voy a cambiarte el corazón. Abriré tu pecho, sacaré tu órgano y desde la inmensidad te pondré un corazón nuevo.â
No volaba una mosca. La mano del terapeuta trazó lÃneas en el esternón del paciente como si fuera un cuchillo. Luego le agarró los testÃculos. â¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!â, gritaba el cirujano espiritual. Creer o reventar: cuando terminó el acto el pibe juraba sentirse mejor. âDe esto el psicoanálisis se ha olvidado, ¿eh?â, bromeó Jodorowsky entre la algarabÃa.
Bajó el âpacienteâ y llegó el turno de la pura poesÃa. El mago pidió que su esposa, Pascale Montandon, subiera a escena para que él le leyera algunos textos. âMientras te acaricio/te veo envejecer/Amo a las dos/a ti y a tu muerte... ¿Tú qué opinas de ésto, Pascale?â, soltó. La esposa hizo lo posible para retener las lágrimas. âNada, que te amoâ, balbuceó ella. La situación producÃa una mezcla de incomodidad, voyeurismo y ternura. Después, el abrazo de ambos se llevó puestos los pruritos de la razón.
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