La fiesta arrancó a todo trapo. El escritor Luis Chitarroni inauguró ayer el III Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires, Filba, en el auditorio del Malba; edición que se extenderá diez dÃas âhasta el domingo 18â y contará con la presentación del escritor sudafricano J. M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura, además de una veintena de narradores y poetas internacionales, como el holandés Cees Nooteboom, el noruego Kjell Askildsen y el canadiense Richard Gwyn, entre otros. âEl Filba visto de lejos, cuando acepté la invitación, me producÃa esa sensación grata e inalcanzable de vértigo ajeno. Ahora sólo gratitud y pánicoâ, reconoció Chitarroni durante la conferencia de apertura a la que asistieron algunos de los invitados que ya están en el paÃs, el italiano Ermanno Cavazzoni y la japonesa Minae Mizumura; además de una tropa literaria local encabezada por MartÃn Kohan, Matilde Sánchez, Alan Pauls, Daniel Guebel y MartÃn Caparrós. âHacer un festival es complicadÃsimo; muchas veces nos preguntamos para qué nos metemos en esto. Pero al final, todo el esfuerzo vale la penaâ, destacó Pablo Braun, director del Filba. 4j5i2g
Antes de las esperadas palabras de Chitarroni, Braun ponderó la movida del Filba. âEstoy seguro de que después del Festival va a haber lectores más satisfechos, va a haber lectores âesporádicosâ que van a leer más, y va a haber âno lectoresâ que se van a transformar, aunque sea por un rato y ojalá que para siempre, en lectores âauguróâ. Seguramente no sean millones ni mucho menos, pero esta gota en el océano es un empujón más. Y si todos empujamos para el mismo lado, hasta podemos lograr que la literatura camine más rápido o hasta pueda correr.â El director del Filba anunció que el próximo año se realizará el primer Festival Nacional de Literatura, probablemente en BahÃa Blanca, a fines de marzo. âNuestra idea es cada año hacerlo en distintas ciudades de distintas provinciasâ, anticipó Braun.
Chitarroni repasó el profundo impacto que le provocó tropezar, cuando aún era âprebabélicoâ, con las diferentes traducciones del poema âEl cuervoâ, de Edgar Allan Poe. âLa traducción es el problema central que atañe a la literaturaâ, afirmó el escritor y editor de La bestia equilátera. No podÃa faltar el recuerdo de Babel, revista independiente de libros que duró tres años, entre 1989 y 1991. Para Chitarroni, a cargo de una columna llamada âSiluetasâ, esa revista fue una especie de âcampo ideal de entrenamientoâ: âescribir exige que uno tenga una disponibilidad léxica y una decisión narrativa que tarda en pertenecernos por completoâ, dijo. La expectativa que despierta el hecho de que un Premio Nobel de Literatura, el sudafricano J. M. Coetzee, participe por primera vez en el Filba le permitió llevar agua al molino de una obsesión compartida: la traducción.
Coetzee ha estudiado las traducciones de Kafka al inglés de Edwin y Willa Muir. El equÃvoco de esa traducción cristalizada transformó al escritor praguense en âuna especie de cómico de la legua de cine mudo, atento siempre a la seriedad del mundo âcuestionó el autor de El carapálidaâ o en un acróbata tembloroso en cámara lenta, un artista del hambre que se desliza por el laberinto de la incertidumbre teológica y lo transforma en un orquestada realidad burocrática de grotesca arquitectura realistaâ. Chitarroni redobló la apuesta de sus objeciones cuando advirtió que se redujo al Kafka atormentado a una suerte de âmaestro ciruela que instruye acerca de las trivialidades de una confusión cotidianaâ. Y precisó que, como los grandes maestros de la lengua âJoyce, Proust y Borgesâ, el escritor praguense supo adquirir âuna desconfianza por el sentido de la propiedad de las palabras trasfundido a la puntuaciónâ. âLa vertiginosa captura que Kafka hacÃa de las palabras exigió siempre una circulación y una lectura en estado de renovación. Por suerte, nosotros tenemos versiones de La metamorfosis de dos grandes escritores argentinos, Aira y Borges; con la sospecha enriquecedora de que la de Borges sea una mera atribuciónâ, ponderó.
A medida de que el autor de Peripecias del no avanzaba en la lectura de su conferencia, se disparaba la sensación de ser testigos de un âlujoâ, como calificaron algunos las reflexiones que desplegaba el escritor. Rodolfo Walsh también ingresó en las cavilaciones de Chitarroni, que definió el cuento âNota al pieâ como âuna oscura noche de justicia que ampara a los que trajinan sin prestigio la cultura: traductores, correctores, fantasmas acorralados en los bordes de la ediciónâ. âHa bastado evocar a Walsh como héroe polÃtico o como cultor de los géneros menores para neutralizarlo como escritor. Hay un pulso narrativo, que Walsh conocÃa mejor que nadie, en el que la economÃa de pensamiento encuentra el ritmo adecuado. No es el único ni se adapta a todos los géneros. En la Argentina, como en otros paÃses, el ejemplo sentencioso de Raymond Chandler prevaleció sobre muchos otros, pero no se adecua muy bien a la suficiencia polisÃlaba del castellanoâ, analizó el escritor. âA mà me encanta Chandler, pero no creo que pueda seguir siendo aprovechado. Hay tantas maneras de narrar, tantos estilos, libros, escrituras, escritores. A otros, cuando se nos quiere invalidar o pasar por alto, se nos acusa de ser lectores omnÃvorosâ, ironizó.
Chitarroni recordó que tuvo la âmala suerteâ de ser conscripto en 1976 y vivió en estado de âparanoia redundanteâ el ingreso al ejército en plena dictadura militar. Por esas vueltas del destino de la Babel literaria que convoca este Festival, el escritor comentó que escondió âun bono contribución a la lucha armadaâ y el último volante que se habÃa animado a repartir en una âguarida insospechadaâ: una edición de La trama celeste, de Adolfo Bioy Casares. La fortuna, en cambio, estuvo de su lado cuando conoció a C. E. Feiling, âun babélico trashumante que se lució en la revista como crÃtico de poesÃa y un lector distanciado, aunque el grano de su voz escrita tradujera la nostalgia y la reminiscenciaâ, en una columna llamada âEl cónsul honorarioâ. Chitarroni subrayó que Feiling âel âmejorâ traductor que conocióâ dejó una obra âperfectaâ âtres novelas y un libro de poemasâ en la que âresumió como nadie la mala sangre de los años de la dictadura sin condescender jamás al sentimentalismoâ. Para cerrar, eligió compartir un âpoema menor de un poeta menorâ, âUltimos años de Samuel Timoratoâ, de Ogden Nash, que Feiling tradujo y convirtió en el âmás nostálgico y feliz de la lengua castellanaâ: âAhora llegan los besos/demasiados, demasiado tarde...â.
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