Cincuenta y cuatro directores. Veintiséis largometrajes. Seis cortos. Un problema nodal. Con la idea de concientizar al público y a las autoridades sobre las dificultades con que se topan jueves tras jueves las pelÃculas nacionales para llegar al circuito comercial, la Asociación de realizadores Proyecto Cine Independiente (PCI) organiza el ciclo âCine argentino al cineâ, que se desarrolla desde ayer en la sala Cosmos-UBA (ver recuadro). âEl tema de la exhibición siempre es una urgencia para el cine argentino. Tenemos un gran apoyo del Estado para producir y nos parece que tiene que haber una intervención para que también se dé en la distribución y exhibición. Es un sistema muy antiguo que hay que modernizarâ, diagnostica el actual presidente de la entidad, Pepe Salvia. El director de Cuento chino clasista y combativo y sus colegas Andrés Di Tella, Julián Giulianelli, Anahà Berneri y Tamae Garateguy analizaron ante Página/12 el actual panorama del mercado cinematográfico. 13692x
Los guarismos parciales determinan que 2011 será uno de los mejores años para las empresas exhibidoras. Según informó el sitio Cinesargentinos.com, el martes se superaron las 38 millones de entradas vendidas a lo largo de 2010, lo que marca un crecimiento interanual del once por ciento. De seguir esa tendencia, y si la recientemente estrenada Amanecer y la inminente El gato con botas logran insuflarle a la taquilla el oxÃgeno suficiente, es posible que el total alcance los 42,9 millones de 2004, record absoluto de la era multipantalla. Sin embargo, el cine nacional mantiene su porción de mercado estanca, en alrededor del diez por ciento de ese total. âHay que pensar una polÃtica cultural para proteger al cine argentino, que actualmente es una de las cinematografÃas más importantes y respetadas del mundo. Además son nuestras imágenes, es lo que nos representa, y eso hay que cuidarlo y defenderlo más allá de lo comercialâ, afirma Garateguy. El contexto conduce al quinteto a una visión generalizada: asà como el Estado invierte fuerte en producción, es necesario que haga lo mismo en exhibición y distribución.
âLa búsqueda de espacios para el cine nacional es una problema que, desde la Ley de Cine de 1994 en adelante, ha estado muy presente. ¿Hoy es más urgente que antes?
Pepe Salvia: âEl problema se va agravando. Es como un cÃrculo vicioso: a medida que el cine norteamericano se afirma, el público se acostumbra a un lenguaje en particular y responde a ese marketing. Mientras tanto nosotros vamos perdiendo progresivamente público y presencia en las salas. Ellos tienen una posición hegemónica en el comercio del cine mundial, pero particularmente en la Argentina ocupan un gran espacio. También es un dumping escandaloso: Piratas del Caribe habrá ganado en este paÃs alrededor de tres millones de dólares y su costó fue treinta veces mayor. Si esa pelÃcula se hubiera hecho acá, la productora hubiera perdido casi la totalidad del costo, y sin embargo aquà la venden a costo cero. Ellos recuperan la inversión afuera y acá no tienen que cubrir ningún costo salvo el de marketing y publicidad, por lo que pueden gastar tranquilamente un millón de dólares en eso. Nosotros tenemos que competir contra eso, y si no hay una regulación del Estado es imposible que batallemos ahÃ. Es muy injusto pedir que con nuestras pelÃculas compitamos contra eso.
Julián Giulianelli: âLo que pasa hoy es que el cine nacional no tiene a las salas no porque haya mucha oferta, sino porque hay cuatro pelÃculas que acaparan todo. Nuestros trabajos no cuadran en ese criterio y son muy diferentes entre sÃ, entonces el público no tiene la posibilidad de acceder a ellas.
âPero además de la cuestión económica, se establece una hegemonÃa cultural peligrosa.
P. S.: âTotalmente. No es ninguna novedad que el lenguaje estructura el pensamiento, y tener un lenguaje de otra cultura genera un pensamiento diferente al nuestro. Y aquà estamos desatendiendo eso.
Andrés Di Tella: âSÃ, también a nivel interno con la cuestión de variedad. Hay un discurso que tiene a cierto tipo de cine como el único válido y que considera que el fin de las pelÃculas es el de ser vistas por la mayor cantidad de gente posible. Es muy común escuchar que se diga que âa la gente no le interesaâ el cine argentino y que el Estado no deberÃa apoyarlo. Pero es lo mismo que decir que deberÃa financiar solamente a los programas de televisión con rating. Esas pelÃculas âno le interesan a la genteâ porque directamente no se enteran de que existen y quedan invisibles. Entonces se empobrece la capacidad del cine para imaginar distintos universos. Todo es parte de la riqueza cultural y da la sensación de que por momentos se busca empequeñecer al cine argentino justo cuando alcanzó un punto de expresividad reconocido mundialmente. Aquà se revolucionó la producción en los últimos años, pero la exhibición sigue siendo un gran problema.
â¿Por qué esa ârevoluciónâ no alcanzó a la exhibición y distribución?
P. S.: âEs que la hegemonÃa estadounidense permite que existan leyes de protección al cine local. Para ellos, las pelÃculas nacionales son un dique de protección para que no se desarrollen otras cinematografÃas: en Argentina hay cine argentino y norteamericano, en Colombia están el cine colombiano y el de Hollywood, en Italia se ven pelÃculas italianas y estadounidenses. Ellos no tienen problemas con las producciones locales, siempre y cuando no salgan de las fronteras y alteren mercados externos. Pero si los paÃses quieren modificar ese mercado, ahà sà se meten. Por ejemplo, cuando los coreanos establecieron una cuota de pantalla muy favorable para el cine local, Estados Unidos amenazó con no venderle más productos si no la modificaba.
â¿La solución, entonces, está en una intervención estatal más rÃgida o en la búsqueda de espacios alternativos?
P. S.: âEs una sumatoria de cosas. En ningún lugar del mundo se resolvió la problemática de la exhibición y la distribución, entonces nadie tiene una receta para hacerlo. Lo más inmediato es una cuota de pantalla, una reforma en el sistema de distribución, la consolidación de las salas alternativas, la inclusión del cine en los programas educativos de los colegios. Necesitamos cambiarle la cara al cine argentino, hablar de él como un conjunto y no salir a pelear cada uno por su lado. Todo es reversible con información y marketing. Pero para eso tiene que haber una polÃtica en conjunto de todos los actores de la cinematografÃa, y el único que puede aunar todos esos esfuerzos es el Estado.
A. D. T.: âUn ejemplo muy sencillo, y que me toca de cerca, es el Bafici, que generó una costumbre tal que hoy lleva al público a arrasar con las entradas para ver una determinada pelÃcula. Y después cuando se estrena no va nadie porque se exhibe en malas condiciones o falla la comunicación. SerÃa un cambio importante si los espacios Incaa, que me parecen una iniciativa muy buena y que en algunos casos funcionan muy bien, tuvieran mayor publicidad y mejores condiciones técnicas. Eso es algo concreto que podrÃa hacerse con un porcentaje de dinero que, en relación con lo que se gasta en producción, no es mucho.
Anahà Berneri: âEn este contexto también es fundamental la educación del espectador. El otro dÃa le contaba a mi hijo de once años que no es fácil conseguir salas para pasar nuestras pelÃculas y él me decÃa que es porque la gente no quiere verlas. Creo que habrÃa que pensar de qué forma mostrar cine argentino a las nuevas generaciones. Esa es una de las batallas que hay que ganar: no sólo son los exhibidores, también hay algo cultural. Hay que cambiarle la idiosincrasia al espectador.
âLos principales espacios para la exhibición de cine independiente argentino reciben el apoyo económico del Estado (Cosmos-UBA o Espacios Incaa) o, en el caso de los privados, de los sectores más rentables del mismo emprendimiento (Malba, Proa o el Centro Cultural de la Cooperación). ¿Es viable la creación de un circuito sin esos apoyos?
P. S.: âBueno, el cine Gaumont da ganancias. Eso es una muestra de polÃticas a largo plazo: al principio no funcionaba bien y ahora es el lugar de cine argentino que más espectadores alberga.
A. D. T.: âSi el Estado decide invertir en la producción cinematográfica, el segundo paso es que lo haga para que el cine llegue a la gente. En ese sentido tampoco deben exigÃrsele cuestiones económicas a una exhibición que tiene fines culturales y de divulgación. Es una inversión que hace el Estado para proteger un bien que tiene ver con la cabeza del pueblo. Puede o no dar ganancias, pero el rédito pasa por otro lado.
A. B.: âUn ejemplo de lo que dice Andrés podrÃa ser el Artecinema, que hace un año lo programa el Incaa y cada dÃa va más gente. Para mà eso sà es algo a largo plazo.
â¿El arancel a las copias de pelÃculas extranjeras beneficia al cine argentino?
P. S.: âEs una de las tantas cosas que se deberÃan hacer para solucionar la problemática, pero no es en sà mismo una solución. Está claro que es mejor que exista a que no, pero no alcanza. Además, a las grandes compañÃas no las afecta demasiado ya que estrenan sus pelÃculas a costo cero y ese impuesto es uno de sus únicos gastos.
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