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âLa noche que ande Argamonte/ tiene que ser noche negra/ por si lo vienen siguiendo/ y le brillan las espuelas...â, escribió Manuel Castilla. El personaje, un gaucho que huye y es a la vez guÃa de otro que también escapa, está tomado de una novela de Federico Gauffin titulada En tierras de Magú-Pelá y publicada en 1932. El Cuchi Leguizamón le puso música, en la âZamba de Argamonteâ. El nombre de aquel gaucho es la firma, hoy, de Keko Ferro, un diseñador y fotógrafo notable, radicado en Salta. Y Argamonte es quien rubrica, junto al pianista Pepe Angelillo, el saxofonista Pablo Ledesma, el Mono Hurtado en contrabajo y el percusionista MartÃn Misa, Orillas, una de las ediciones más originales, trascendentes y, por añadidura, bellas producidas en la Argentina en los últimos tiempos.
âPuede entenderse como un libro de fotografÃas o como un disco, o también como ambas cosas, estableciendo una relación entre lo que se ve y lo que se oyeâ, dice Angelillo a Página/12. âEl origen âcuenta Ledesmaâ fue un viaje, hace mucho tiempo, que hicimos con Argamonte. El sacaba fotos y yo las encontraba inmensamente inspiradoras. Eran fotografÃas de orillas, de paisajes desolados: tierra o piedras junto al agua. Nada más. HabÃa allà un territorio que convocaba sonidos.â Angelillo y Ledesma tocan habitualmente en dúo, con Hurtado lo hacen en trÃo desde hace años y Misa, que actualmente vive en Salta, donde toca en la Orquesta Sinfónica y con quien también han participado conjuntamente en numerosos proyectos, aparecÃa como socio natural. Hurtado habla del conocimiento que cada uno tiene del otro. De que nadie espera otra cosa que lo que cada uno es pero, al mismo tiempo, sabe todo lo que puede dar como música. El, Ledesma y Angelillo coinciden en una palabra: âConfianzaâ. Y es que lo de ellos es tocar sin red. âEl sonido en sà mismoâ, define Ledesma.
Existe una clase de jazz, crecida a la vera de los movimientos por la lucha de los derechos civiles de los afroamericanos, que lleva la libertad inscripta en su nombre. Free Jazz se llamó aquel disco legendario en que los cuartetos de Ornette Coleman y de Eric Dolphy improvisaban simultáneamente y sin planteos previos. âLa improvisación libre o, en todo caso, la libertad de la música, a secas, hoy pasa por poder liberarse también de ese rótuloâ, dice Angelillo. âSi el estilo es una cárcel, no sirveâ, agrega Hurtado. âNosotros nos manejamos sin ceñirnos a una tonalidad, por ejemplo, pero tampoco le tememos a una consonancia. Si sucede, si lo que estamos haciendo lo pide, entonces está bien.â Y Ledesma remarca que âno hay casillasâ. âTodos nosotros hemos transitado por diferentes músicas. De tradición popular y de tradición académica. Yo he tocado años en la Orquesta del Argentino de La Plata, por ejemplo. No hay un intento de estar aquà o allá. Todo lo que aprendimos, todo lo que escuchamos, aparece en algún momento en lo que tocamos.â
Los paisajes de Argamonte, muchas veces inquietantes, siempre muestran, de alguna manera, aquello que no está. Sus silencios, podrÃa decirse. Hay allà un correlato perfecto de la música. Si bien aparecen texturas de gran densidad, predomina la trasparencia. Como en las imágenes, los sonidos generan un espacio propio a su alrededor. En unas y otros se percibe el aire. âSon relaciones no evidentes, no fijadas de antemanoâ, dice Ledesma. âLas establece, en realidad, quien escucha y mira al mismo tiempo.â Argamonte es considerado por ellos, con justicia, como el quinto integrante del grupo. El ya habÃa estado presente como diseñador en uno de los primeros álbumes de Ledesma y Angelillo (Vivo en La Plata, de 1998, en cuarteto con Ezequiel Dutil y MartÃn Lambert). El libro/disco Orillas, que fue presentado en la ciudad de Salta, aborda, con placer por el riesgo estético pero también con una base de gran solidez, una búsqueda poco frecuente en la música artÃstica de tradición popular. âLa música como juegoâ, dirá alguno de ellos a lo largo de la charla. âEl valor de lo sonoro como objeto en sÃâ, redondeará otro. De lo que se trata, al fin y al cabo, es del viejo truco de reconocer la libertad como un valor inseparable de la creación.
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