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El 13 de enero de 2006, siete hombres robaron el Banco RÃo de Acassuso y desaparecieron delante de los 300 policÃas que rodeaban la manzana. Cinco de estos hombres entraron disfrazados por la puerta principal. Otro los esperaba en el asiento de una camioneta a quince cuadras. El último hombre estaba a unos centÃmetros de la bóveda del banco, bajo tierra, en el tramo final del boquete que habÃan construido sobre las cloacas de Acassuso. En apenas dos horas se llevaron 19 millones de dólares y 80 kilos de joyas (cifra del arqueo del Banco RÃo). Dejaron como único rastro las cinco pistolas de juguete que usaron en el robo y un cartel en la bóveda: âEn barrio de ricachones / Sin armas ni rencores / Es sólo plata y no amoresâ. Mientras el lugar estaba colmado de policÃas y la televisión mostraba al Grupo Halcón ingresando al banco, ellos ya habÃan escapado en dos gomones a través de las cloacas, habÃan subido a una camioneta y se encontraban en una habitación separando el botÃn.
El robo habÃa sido perfecto. Los ladrones no dejaron ninguna pista a través de la cual pudieran llegar a ellos. Pero habÃa algo que no podÃan planificar. Un mes después del robo, la policÃa detuvo a Rubén de la Torre, al que encontraron con U$S 900.000. Su esposa, Alicia Di Tullio, hermana de Pepita la Pistolera, lo habÃa delatado. A través de su testimonio, la policÃa encontró a otros cuatro de la banda. Los cinco fueron juzgados y declarados culpables del robo. Ellos dijeron que eran inocentes durante todo el juicio y en los años de cárcel. En ese tiempo, el periodista Rodolfo Palacios comenzó a visitarlos. HabÃa cubierto el robo en 2006 y pretendÃa escribir la historia. Pero le faltaban demasiados elementos para hacerlo. Trabajó durante más de tres años hasta conseguirlos. Y en diciembre del año pasado apareció en las librerÃas Sin armas ni rencores. A través del testimonio de los de la banda, quienes por primera vez iten su autorÃa, Palacios relata cada uno de los pasos que llevaron a cometer El Robo del Siglo.
â¿En qué momento comenzó a escribir este libro?
âTomé la decisión de escribirlo cuando logré dar con el verdadero lÃder, Fernando Araujo. Eso ordenó todo. El libro está estructurado en tres partes: la primera es sobre cómo logro dar con el lÃder del robo; la segunda es acerca de la génesis del robo, de cómo se planeó; y la última cuenta lo qué pasó después, la caÃda de ellos y cómo continuaron sus vidas. A mà me interesaba entender la psicologÃa de los hombres que fueron parte del robo más audaz de la historia argentina. Son muy distintos y querÃa contar cómo piensan, cómo llegó cada uno a ser parte de la banda. Mantuve largas charlas con ellos en la cárcel. Cuando salieron, seguà visitándolos, Ãbamos a comer, conocà a sus familias. Rubén de la Torre fue el primero de ellos en contarme que habÃa robado el Banco RÃo.
â¿Por qué cree que decidieron confesarle que fueron los autores del robo?
âEn ese momento ya estaban todos condenados por la Justicia. Si no hubiesen ido a juicio, como uno de ellos que nunca cayó (en el libro aparece como âDebauzaâ) y todavÃa se mantuviesen en las sombras, nunca habrÃan hablado. Creo que en algunos jugó el tema del ego, en otros, las ganas de ponerle la firma al robo. Ellos lo cuentan como una aventura que vivieron, como alguien que hizo una travesÃa, se extravió y volvió. En el caso de Araujo es distinto porque nunca dio entrevistas. Siempre mantuvo un perfil bajo. Fue muy difÃcil que me diera su testimonio. Me dijo que decidió hablar porque yo iba a escribir acerca de él y del robo de cualquier manera, entonces preferÃa que aquello que se dijera saliera de su boca. Vitette Sellanes, el Uruguayo, habló por todos los medios, casi en cadena nacional. Es la cara más visible de la banda. Ãl se casó hace poco, me invitó y entregó el libro como souvenir.
âUsted dijo que ésta era una banda âatÃpicaâ dentro de la historia criminal. ¿Por qué?
âPorque no hacÃa falta pertenecer al mundo del delito para haber sido parte del robo. Más allá de que hubo rehenes y damnificados, la violencia no fue una herramienta para ellos. Usaron armas de juguete, un dato que confirmó casación. Araujo, el lÃder, nunca habÃa robado un banco. GarcÃa Bolster, el único que ha negado su participación en el hecho, pero que ha sido declarado culpable, no tenÃa ningún antecedente penal. El ideó el dique que les permitió navegar. Utilizaron las matemáticas para sacar la tangente del túnel y llegar a la bóveda, estudiaron las mareas para poder meterse en las cloacas. Es como si vos o yo tuviésemos el conocimiento y nos hubiésemos metido en el robo. De la Torre era el que tenÃa más experiencia, porque habÃa estado en la Superbanda. Debauza también. Pero creo que si uno agarraba a un tipo ânormalâ, lo sacaba de la oficina y el tipo estaba hastiado, podÃa haber terminado adentro de la banda. Araujo siempre dijo que era un robo que cualquiera podÃa cometer. No hacÃa falta ser un pesado, ni tener os con la policÃa, ni contar con una gran infraestructura. Lo que no sé es lo que puede pasar después. Si un tipo común puede sobrevivir en la cárcel, si puede atravesar un simulacro de fusilamiento hecho por la policÃa sin delatar a sus compañeros.
âAraujo, el lÃder del robo, relata en el libro que él planificó el delito dentro de sus lÃmites morales, ¿cuáles eran?
âAraujo veÃa el robo al banco como algo artÃstico. Ãl se dijo: âEl misil va a ir a los bancosâ. Luego se preguntó: â¿Voy a dañar a la gente. No. ¿Va a haber lastimados? No. ¿Vamos a escapar sin enfrentarnos a la policÃa? SÃâ. El decÃa que no todos terminaban perdiendo con este robo. Los damnificados arreglaban con el banco y podÃan declarar cifras superiores a lo que les habÃan robado. Ellos se quedaban con el botÃn. Quizá los bancos, pero los bancos nunca pierden. Algunos de los policÃas fueron ascendidos. No fue que el robo al Banco RÃo se llevó puesto a alguien.
â¿Usted cree que por eso el robo fue visto casi como algo heroico?
âSÃ, puede pasar por ahÃ. También por el hecho de que fue contra un banco, que es una de las instituciones más odiadas por la sociedad. El robo fue como hacerle un agujerito a ese sistema que parece impenetrable. Es raro que alguien vaya a un banco con felicidad. Toda esa falsedad de vida idÃlica que te muestran en las publicidades bancarias, con la parejita feliz que no se ama pero que igual se va de viaje, el padre al que no le importa nada porque le dieron un préstamo. Y todos son vÃctimas. También por el hecho de que no hayan lastimado a nadie, que hayan hecho un artificio, un truco que les permitió estar contando el dinero cuando la policÃa entraba al banco. Fue un robo único, que sucedió en dos planos. Ellos actuaron de marginales, Vitette utilizó un lenguaje especÃfico con el negociador. Pidieron pizzas. Les hicieron creer que estaban jugados. Y lo más importante estaba pasando abajo, en la bóveda. TenÃan un plan perfecto. Ellos sabÃan cómo iba a actuar la policÃa, habÃan estudiado sus manuales. Este robo, sin la masacre de Ramallo, hubiese sido imposible. La policÃa debÃa negociar, no podÃa tener ningún muerto, y ellos usaron eso a su favor, para ganar tiempo, sabiendo que no lastimarÃan a nadie.
âEl sentido común instalado en la sociedad une la delincuencia a la pobreza, a las adicciones y a la marginalidad. Sin embargo, el perfil de los integrantes de este robo se aleja por completo de ese prejuicio.
âEso fue lo que más me interesaba del robo. Me atraÃa el perfil de los de la banda. Empezando por Araujo y el Marciano, que eran de Acassuso. Robaban el banco dos vecinos de clase media acomodada, que no tenÃan amigos ladrones. El padre de Vitette era empresario gastronómico hotelero, y él tuvo una educación religiosa. ZalloecheverrÃa venÃa de una familia de campo con tradición en Coronel Vidal. Ellos empezaron a robar sin la necesidad de hacerlo. Acá está bien claro que no todo delito es marginal ni tumbero. Los delincuentes no son analfabetos, personas que nunca leyeron un libro o que no son capaces de escuchar a Bob Dylan. Siempre nos metemos en las villas a mostrar a los pibes que salen a robar, que muestran sus cicatrices, sus tatuajes, que dicen âyo disparé, yo matéâ. Acá los que robaron fueron personas de clase media, que andan por la calle y pasan inadvertidos.
âUsted escribió las historias de reconocidos ladrones y asesinos como el Gordo Valor, Yiya Murano, Barreda y Robledo Puch. ¿Cree que ellos han elegido ese camino o que fueron llevados allà por las situaciones que vivieron?
âNo sé si siempre hay más de una opción. No creo que matar sea una búsqueda. Algunos ladrones cuyos padres también lo son no pueden salir de ese mandato paterno. Otros matan y se matan a sà mismos. Para Barreda, matar fue una liberación. Hay en algunos algo de placer. Es algo de lo que se planteaba Erdosain, el personaje de Los siete locos de Roberto Arlt, que quiere saber qué siente su conciencia a través del crimen. A veces está la imposibilidad de encontrar otro camino, otras la fascinación por la violencia, otras el poder que da robar. En muchos casos, el ladrón roba y, al salir impune, eso funciona como un tónico. Y ahà se vuelve muy difÃcil parar. Viene un golpe, después otro. Aparece el vacÃo. Lo que se persigue es la adrenalina. Pero es muy difÃcil encontrar el origen de esos actos. Aunque ellos muchas veces digan que lo hacen por sus familias, luego tienen que frenar por ellas. La jubilación del ladrón es la muerte o el envejecimiento. No hay nada más decrépito que un anciano con un arma.
Informe: Diego Fernández Romeral.
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