Desde Angoulême 55202y
Es muy difÃcil ver las portadas de Métal Hurlant y (A suivre) en la exposición que les dedica el Musée de la BD (Museo de la Historieta) de Angoulême, Francia, a las dos revistas que revolucionaron la historieta entre 1975 y 1997. Y no es que sea difÃcil verlas porque están mal ubicadas o mal iluminadas (todo lo contrario). Se complica el asunto porque al entrar en grupo, hay serias posibilidades de encontrarse de frente con un original a color de Moebius. AsÃ, sin anestesia ni aviso previo, un encuentro directo con la perfección hecha historieta. Es imposible escuchar al curador de la exposición, o a su asistente, o a cualquier colega de los que comparten la visita para prensa una tarde calurosa del verano boreal. Moebius a color pone el tiempo en suspenso.
Tras ese shock inicial, siguen varias salas y un largo pasillo con un nivel autoral que no tiene que avergonzarse por compartir cartel con el creador de Arzach. Hay 150 originales de 43 autores de ambas publicaciones, incluyendo a próceres como Hugo Pratt, Phillipe Druillet, Milo Manara, Jacques Tardi, Nicolas de Crecy, Enki Bilal o el argentino José Muñoz. Todos ânombres de calleâ: en Angoulême, donde la principal rue comercial se llama Hergé, en homenaje al creador de Tintin, la expresión es más válida que nunca.
âNos propusimos que fueran todas obras originalesâ, comentan en el museo, aunque a último momento un pedido de la viuda de Moebius frustró la intención. Cuatro de los originales de su marido que se incluyen en la muestra fueron retirados y reemplazados por reproducciones facsimilares. La muestra conserva otros, incluyendo el color del comienzo de esta nota. Página/12 tuvo la fortuna de llegar a ver esos originales antes del cambio, con una excepción: una página mÃtica de Silver Surfer que Moebius realizó junto al norteamericano Stan Lee.
Métal Hurlant / (A suivre) está organizada de un modo sutilmente sencillo que propone tres posibles recorridos: se puede ver primero el ala izquierda dedicada a Métal Hurlant, que inició el movimiento, o explorar el ala derecha, consagrada a (A suivre). Y también se puede ir saltando de un lado a otro, pues los trabajos de cada publicación se dividen en perÃodos separados por salas, lo que permite comparar cómo marchaba la ârevoluciónâ historietÃstica que generaban ambos tÃtulos no sólo en el mercado francobelga, sino en el mundo entero. El impacto de las obras allà publicadas alcanzó a cada paÃs de buena tradición comiquera (Argentina no fue la excepción), pero también a otras disciplinas, como el cine.
Los conocedores de la bande-desinée podrÃan señalar que en la época habÃa una tercera revista de alto nivel, Pilote. Sin embargo, desde la curadurÃa consideraron âque la auténtica revolución ocurrió en el mundo de la historieta adultaâ y por eso no incluyeron esa publicación. âEs en Métal Hurlant donde Giraud explota como Moebiusâ, señalaron. Moebius fue uno de los fundadores de Métal Hurlant. Lo interesante de este primer perÃodo de la revista es que él no era la estrella de la publicación. Ese lugar lo ocupaba Druillet, de quien hay originales enormes (120 x 85 centÃmetros) con un grado de potencia y detalle pasmosos.
El caso de (A suivre), que empezó su andadura unos años después (1978) y sobrevivirÃa a su par por diez años, es curioso. (A suivre) no nació como un proyecto autoral, sino de Casterman, la editorial que por entonces publicaba a Tintin y El Corto Maltés, pero todavÃa no era un sello especialmente reconocido por su trabajo con la historieta. En esos últimos años de la década del â70, mencionar Casterman significaba pensar en textos escolares y religiosos. De ese perfil conservador, saltó a una revista prácticamente sin filtros temáticos, de altÃsima calidad y que, además, pagó âmuy bienâ a sus autores.
â(A suivre) era internacional: tenÃa belgas, italianos, polacos y argentinos, además de ses, asà que para la editorial era un acto de apertura total respecto de su historia previaâ, confÃan en el museo. Aún más, allà aparecerÃa un cambio central de la época: âCon Muñoz y (Carlos) Sampayo se mete la polÃtica en la historieta, encontramos entre muchos otros temas sociales, crÃticas a la intervención militar en Vietnam, la situación de los negros en Estados Unidosâ. Las dos publicaciones suman una revolución adicional que excede la puramente artÃstica. Cambiaron el paradigma de la concepción del historietista, que pasó a ser considerado como autor y artista. Además de pagar bien, los autores empezaron a cobrar derechos de autor. Paradoja: mientras esta exposición sigue su curso, en Angoulême y toda Francia los autores ven retroceder sus derechos y conquistas históricas, e incluso se rumorean acciones de protesta durante el próximo festival en esa ciudad, en enero del año próximo.
¿Eran buenos viejos tiempos, los de las revistas? Quizás, pero el curador de la muestra prefiere hablar de âetapasâ. Es que âhubo varias eras de oroâ, justifica y se suma a la preocupación generalizada del mercado por la sobreproducción: âno sé si ahora, que se publican tantos libros, revistas de esta calidad conseguirÃan hacerse verâ.
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