El piso de 103 años parece estar blindado contra los ruidos molestos. El departamento âsobre la calle Libertad, casi en la esquina con Posadasâ podrÃa ser la prolongación natural del Monasterio de la Orden Trapense, donde el poeta y sacerdote Hugo Mujica vivió siete años en el más estricto de los silencios. Pero este hombre que se define a sà mismo por su gusto por lo fronterizo âes cura, pero lleva una vida mundana; es mundano, pero creyenteâ fue artista plástico, hi- ppie y discÃpulo de Allen Ginsberg en la década del â60, en Nueva York. Su relación con la escritura poética empezó cuando entró en la vida monástica. âEl acto creador y el acto religioso tienen que ver con el misterio de que en algún momento yo no era y de repente aparecà y ese aparecer fue recibirme como alguien que podÃa escucharâ, dice Mujica a Página/12. âAhà está la pasión por tratar de llegar a lo más desnudo que se puede llegar, que es ese misterio de ser llamado antes de estar. La creatividad es jugar con ese vacÃo donde hay nada, pero uno apuesta a que algo va a aparecer. Religioso implica religarse con ese momento, por algo todas las mitologÃas empiezan con que dios crea, lo más original es crearâ. La publicación de su PoesÃa completa, 1983-2004 (Seix Barral), es la excusa a partir de la que el poeta y sacerdote se refiere a sus elecciones estéticas, el silencio, la brevedad, lo esencial, y en la que sugiere que el celibato deberÃa ser optativo. â¿Cómo se llevan el poeta y el sacerdote? âNo me parece que sean vocaciones incompatibles. La vocación sacerdotal tiene que ver prácticamente con la palabra, sobre todo en el cristianismo que comienza diciendo que la palabra se hizo carne. La idea del verbo, la palabra, la gran tradición occidental de la escritura, de la hermenéutica, viene de una raÃz religiosa. Esta idea de que la palabra se abre al sentido es algo que comparten tanto la literatura y el pensamiento como la religión. Hay un lugar todavÃa donde no se separan las cosas y en ese lugar no hay contradicción sino enriquecimiento. La diferencia enriquece, no se contrapone. â¿Por qué en sus poemas aparece dios escrito con minúscula? âMi poesÃa no tiene nada que ver con la religiosidad en el sentido de lo explÃcito, con el discurso y con la simbólica religiosa. Dios con minúscula implica un dios desnudo de poder. El hombre tiende a divinizarse para elevarse y dios es dios por la aceptación absoluta de lo humano; en todo caso serÃa para aceptar el abismo humano y no la altura divina. â¿La importancia que le atribuye al silencio en la poesÃa está vinculada con su experiencia en el monasterio trapense? âSÃ, la experiencia fundante de mi literatura ha sido el silencio; de ahà que para mà escribir es escuchar. Al menos ése fue el horizonte, no intelectual, sino el habitar fÃsico donde nació la idea poética como receptividad de la palabra, en vez de ser uno el que habla y el que dice. Para mà el silencio es cuando la palabra todavÃa no se desgajó de su raÃz, cuando todavÃa no entró en la verticalidad de estar depositada en la cabeza y combinada con otras. Es la palabra aún en su temblor naciente. Y en este sentido silencio y palabra es una misma cosa, después se separan, y el silencio va por un lado y la palabra por otro. Pero toda palabra es el silencio expresándose, saliendo de sÃ. âEn sus primeros poemas aparece la preocupación por la brevedad. ¿Cómo explica esta estética y con qué la asocia? âMe gusta pensarla como un trato con lo esencial, que es una caracterÃstica de mi vida. Es un vÃnculo con algo que aparece mucho en mis poemas, que es la desnudez. Dar expresión es llegar a ese lugar donde las cosas todavÃa no se complejizaron, incluso donde la palabra es lo que dice y no lo que señala. La brevedad en mi poesÃa es un encuentro con lo esencial, quizá por eso nunca he escrito una novela, porque me parece que es salirse de ese lugar naciente y ponerse a la deriva. âPero en el conjunto de su obra aparece un solo libro, ParaÃso vacÃo, que pareciera implicar una ruptura con esta brevedad los poemas se extienden y son en prosa. ¿Cuáles fueron las causas de ese cambio? âEs el libro con el que menos me identifico. Como en ese Ãnterin, escribà un libro de cuentos, quizá la idea de la narrativa sea un interregno entre la poesÃa y el cuento. Pero es una excepción en mi obra, no tiendo a la narrativa y cada vez mis poemas son más despojados. âY no son barrocos ni crÃpticos, se despliegan como en una llanura... âHay una gran llanura, es cierto, pero mis poemas tampoco son comprensibles; presentan la situación y creo que irradian sugerencias. Es una poesÃa pensante, más que reflexiva o filosófica. Si volvemos a lo esencial, lo originario, lo naciente, asà empezó Occidente. Todos los documentos que tenemos, los fragmentos de Heráclito, los poemas de Empédocles, de Anaximandro revelan que nuestro origen fue poético. El pensamiento, cuando es esencial, necesita la flexibilidad poética; después se volvió categorÃa, se empezó a endurecer y se encerró en lo conceptual, pero en principio habÃa una fluidez en la cual la poesÃa expresaba la comprensión. Mi poesÃa está en el orden de una comprensión poética de la existencia. â¿Esta comprensión poética es también plástica, visual? âSÃ, tengo una concepción visual de lo poético, a pesar de que me gusta muchÃsimo leer. A veces paso tanto tiempo en trabajar un poema como en su forma visual, en su diagramación en la página. Para mà eso está comunicando y sobre todo está puntuando. No se lee de la misma forma un poema en una página grande en blanco que con márgenes pagados y acotados. Tengo la idea de que el poema ocupa un paisaje. â¿Y qué paisaje ocupa su obra dentro de la poesÃa argentina? âMe siento más situado en España, allá tengo más espacio que acá, se fue dando asÃ. Para los españoles estoy en la tradición de lo que se llama âla poesÃa del silencioâ. Acá me ubicarÃa en la lÃnea de Juarroz, de Olga Orozco, a quien se asocia más con la metafÃsica, una palabra que no me gusta. Mi poesÃa tiene otra velocidad, es una poesÃa de la morosidad, en la cual hay que detenerse. O contemplativa; una poesÃa más para la escucha que para la lectura. â¿Cómo usa sus conocimientos antropológicos y filosóficos en los poemas? âEstoy atravesado por todo ese conocimiento y eso aparece en la expresividad poética, de la misma forma que leo ensayos poéticamente. Nunca leo para tratar de comprender y sistematizar, para mà es un gozo, incluso cuando escribo ensayos, que están basados en el pensar con palabras. Siempre es el lenguaje el conductor de la idea y no la idea la que se expresa con el lenguaje. Nietzsche lo que hace es romper la filosofÃa en el sentido de lo conceptual y mete literatura, es decir Nietzsche es un escritor. Otro filósofo que está muy presente es Heidegger, tengo dos libros escritos sobre él y uno no sale inmune de atravesar una obra como la de Heidegger. También MarÃa Zambrano, Maurice Blanchot, que son difÃciles de ubicar meramente del lado del pensamiento. â¿Hay un gusto por los bordes? âSÃ, me gusta lo fronterizo. Siento que soy una persona de interregno: soy cura, pero mundano; soy mundano, pero creyente, o soy poeta, pero reflexiono poéticamente. Siempre miro a los costados y reconozco que estoy en el âentreâ. Y leo a autores como Clarice Lispector, Marguerite Duras o Robert Walser, que son escritores que tienen más que ver con el lenguaje que con el argumento. âAunque la religión sea palabra revelada, ¿no tiende más hacia el argumento que hacia el lenguaje? âVenimos de un lastre de 2000 años, pero al principio la religión era el anuncio: vos anunciabas, Cristo te salvó, y ese anuncio te ponÃa en una decisión salvÃfica. Pablo dice que la fe viene de la escucha; la idea era que escuchar la palabra era ser transformado. La religión tuvo siempre que ver con esa idea de que es una palabra que se pronuncia y vos la encarnás. A Mujica la vocación religiosa le llegó con la madurez. Se ordenó sacerdote en 1983, a los 40 años, y desde entonces celebra misa en la iglesia Patrocinio de San José. âMe acuerdo de que nos Ãbamos de retiro, para ser ordenados, y mientras viajaba en el tren escuchaba por la radio que ganaba (Raúl) AlfonsÃnâ, cuenta el poeta. No vive en la iglesia y explica cómo tomó esta decisión: âEncontré en la iglesia que si vos inventás la libertad, te la consienten. Lo que pasa que como en todos lados uno se refugia en el âno se puedeâ. Pero si vos abrÃs un espacio, ocurre que se puedeâ. â¿Está de acuerdo con el celibato? âNunca fue obligatorio, no es esencial, en un momento se puso por conveniencias prácticas. Pienso que deberÃa ser optativo, pero también me parece ingenuo el planteo que normalmente viene de la sociedad, algo asà como si los curas nos casamos está todo bien, mientras que todos los casados se están matando a golpes y se están separando. En una cultura donde se desintegra el matrimonio, ahora quieren que nos casemos nosotros (risas). Es muy gracioso eso de que lo que la sociedad rechaza piensa que es nuestro remedio. 4p1810
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