Considerando el nombre, podrÃa tratarse de la versión porteña de la Factory neoyorquina de Andy Warhol. De hecho, las similitudes no son pocas. Cuando se visita el lugar, siempre puede encontrarse un proyector encendido, una máquina de coser sonando o la brocha de algún pincel bailando sobre los lienzos al son de Bob Dylan. Pero este galpón enorme en el barrio de San Telmo, repleto de salas, salones y pasillos, fue, allá lejos y hace tiempo, una enorme fábrica de pantalones industria nacional. Hoy comparten aquà su trabajo diversos artistas. 3vc2x
MartÃn Lapalma, santafesino, antes de recalar por estos lares, anduvo por Europa, donde se nutrió de galerÃas, pero también de arte callejero. Hoy se dedica de lleno a la pintura, objeto central de la exposición que inauguró este fin de semana en el Centro Cultural Matienzo. Observando su trabajo, es difÃcil no pensar en Jean-Michel Basquiat. âPero la gente tiene que entender que el hecho de que haya palabras en mis pinturas no significa que sean iguales a las de Basquiatâ, explica. No son sólo las tipografÃas lo que tiene en común con Basquiat, con quien, evidentemente, ya lo han comparado. Acaso algún átomo de Jean-Michel reencarnó en él, y no lo sabe. Explosión de color, aves, figuración y abstracción en armonÃa, su próxima muestra se llamará Fear (âMiedoâ).
âEn 2010. Si bien en el taller de al lado eran diez, en mi área éramos sólo dos pintores, asà que era perfecto. No tengo problema de que pase la gente mientras estoy trabajando, pero por momentos me gusta pintar algunas cosas en solitario. Entonces, compartir esas pausas hace el trabajo mucho más llevadero. Si estás solo en tu estudio es más difÃcil que suceda.
âHacemos comidas, incluso planes juntos. Si alguno de los músicos va a tocar, tal vez yo lo acompaño, y viceversa.
âNo exactamente, es más bien aleatorio. Como en todos los grupos, te vas juntando con uno u otro por cosas en común, afinidad. Pero está todo bien con todo el mundo, desde ya.
Escándar Pinto, otro de los plásticos, cocina papas fritas. En una de las salas, pasando el patio con graffiti, se ubica su micromundo, donde no sólo hay pinturas, incluyendo su serie sobre banderas latinoamericanas. Está también montada la baterÃa de Florencia, su compañera, que toca mientras él pinta. Aunque desde la llegada de su primogénito, Nehuén, los horarios no son lo que eran.
Constanza Dellea se arrima y ceba mate. Es diseñadora de indumentaria. Y, siguiendo con los paralelismos anglosajones, se la podrÃa pensar como una Vivienne Westwood de los suburbios porteños. Sus prendas denotan aires de pop y punk rock, sin que sus vestidos parezcan mÃnimamente sumisos a los regÃmenes de esas abrumadoras revistas de moda que dictan cátedra de uniformidad. Percheros, telas, libros, su PC, latas con collares y objetos kitsch conforman su universo. âYo habÃa venido a fiestas. Acá trabajo el diseño de las piezas desde la computadora o directamente sobre las telas. En este momento estoy generando producción; en otras etapas me encuentro realizando trabajos para alguna fábrica o para particulares. El año pasado, por ejemplo, hice uniformes para un boliche. Y doy clases.â
âNunca me gustaron la industria, la moda, las tendencias. No sé si llamarlas âobras de arteâ, pero definitivamente mis piezas no son industriales. Siempre me interesó indagar en las diferentes formas de armar ropa, desde que era chiquita y veÃa un programa horrible de Nelly Raymond, pero que, asà y todo, me influyó. Estar acá me abrió la posibilidad de pensar mi trabajo de otras maneras. No esa cosa de buscar insertarse en la industria. La sustentabilidad es la única opción. Yo resignifico la ropa, me hago de otros materiales. Este lugar no es un circuito convencional. Y a las piezas las concibo como únicas. Eso es precisamente lo que me mueve, lo que me gusta.
Alina Folini es bailarina e investigadora. âEste espacio funciona como un centro fuera del centro, reconociéndose en el hacer en equipo. Los artistas que aquà nos alojamos estamos estimulados por el compartir. Es un centro de resonancia en niveles simultáneos: permite la aventura delirante, la colaboración, el desarrollo individual, el colectivo, la inspiración, el andar errático, la circulación de afectos. Nada muy habitual en estos tiempos de implacable capitalismo financiero.â
Mateo y Max son, respectivamente, baterÃa y trombón de la banda Morbo y Mambo. Max también participa de una banda llamada Mompox, y aquà ensaya Banda de Turistas.
Max: âTenemos ya dos discos en la calle. El 6 de julio tocamos en Niceto.
Mateo: âSomos independientes, en vistas de tener manager. No creo que las dos cosas deban ir separadas. Hasta ahora, lo que nos dio un estrato donde movernos ha sido, por suerte, la música, el show en vivo.
Un colectivo de fotógrafos, Luz y Fuerza, llevó a cabo su primera gran muestra, Documentos de verano, el 18 y 19 de mayo. Cuenta Lorena Fernández, integrante del grupo: âBuscamos armar ambientes donde circule una energÃa propicia para el trabajo. El habernos juntado como colectivo fue buscando otro lugar de circulaciónâ. Juan Tobal es quien ideó este espacio. El galpón era de su abuelo y, luego de su retiro, se convirtió en depósito. âEl espacio estaba abandonado. Junto a mi hermano empezamos a usarlo para desarrollar nuestros propios proyectos. Eso fue llevándonos a abrirlo a la gente alrededor nuestro. Hoy hay tres bandas ensayando y cinco plásticos, un colectivo de fotógrafos, una bailarina, Luis Garay (que es director), un DJ, y un montón de gente en o con nosotros. Y vamos por más.â
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