El PH de Acho recibe visitantes con dos fotos gigantes de Mao. Una tiene toda la intención de reproducir, en amplio, una eventual arenga del chino âen chinoâ a la revolución cultural. La otra parece de una época más tardÃa. Más identificada, tal vez, con el Tse-Tung conservador, el que duda de los beneficios de aquella patriada y la da por concluida. Cuatro pasos más hacia el fondo, la iconografÃa hogareña se diversifica en varios planos: un piano de batalla se entremezcla con fotos a escala standard del Bhagavad-guitá, el libro sagrado de los hare krishnas, cuadros de Jesús, fotos de Eva Perón y mil discos âo másâ en los que Rubén Blades y Kiko Veneno yacen muy cerca del Cuchi Leguizamón y Liliana Herrero, y asÃ. El veredicto visual da un sincretismo clavado. O, visto de otra forma, una especie de maoÃsmo lisérgico, ensoñado. âIgual, lo religioso es sólo porque me gustan los dibujosâ, se rÃe la pata masculina de La Chicana, que comparte vida, casa y música con Dolores Solá. Y que, en la coyuntura, está a punto de ofrecer un concierto junto a otro personaje inquieto: Manuel Moretti. â¿Otro sincretismo? Más bien, creo que tenemos la misma caja de herramientas y cada uno usa la herramienta que más le gusta. Manuel aprovecha estos conciertos acústicos para acercarse al tango y yo para alejarme de éste y acercarme al rock o a una canción de autor que no necesariamente sea tangueraâ, arranca Estol, mientras el cantor y autor de Estelares le sostiene la mirada de coté en el sillón que ocupa el extremo del living y redondea el primer cÃrculo: âEs eso, sÃ, y también la confluencia de cariños que nos tenemosâ. 6h1o5c
O trata de redondearlo, porque el cÃrculo completo se podrá cerrar con nitidez recién cuando ambos pisen el escenario del Ultra (San MartÃn 678), hoy y el próximo jueves a las 21. Y activen un cruce de plumas y sonidos que dieron en llamar âEl rocknauta de la tangopistaâ. âNo es un nombre muy âgancheroâ para vender, pero todo bienâ, se rÃe Estol. âLo tomamos de aquel libro de Cortázar (Los autonautas de la cosmopista) y creemos que refleja muy bien ese encuentro, ese diagrama de Venn en el que la intersección del tango con la canción y el rock aparece definida de una forma surrealista. Pienso a este encuentro no como una fusión, sino como un entrar por la calle del rock y aparecer en la del tango. O como un living con margen abierto a la improvisación, a cosas que no podemos predecir y que van a surgir en el encuentroâ, se pronuncia Acho, ante la inminencia de un concierto que, dicho está, resolverá tango, rock y simples canciones en dos horas de música. Que tendrá al director musical de La Chicana presentando temas de su último disco (Perro que ladra y muerde) y a Moretti cantando tangos al piano o temas de Estol (âEse barâ, âEl desertorâ o âMi involuciónâ) con su autor al lado. âDisfruto del encuentro, porque son shows que me permiten tomar cierto aire de Estelares y proponer algo más intimista. Con Acho ejercito la veta de intérpreteâ, cuenta Moretti.
Dicen que el primer encuentro real entre ambos fue en los camarines del Ateneo y que tiempo después, tras cerrar varios códigos en común, el de La Chicana invitó al de Estelares a ponerle voz a un tema del disco Buenosairius (âEl Desertorâ) y el vÃnculo siguió su curso. âCreo que lo que nos unió directamente fue la canción de autor que, en mi caso, es lo primero que me relaciona con la música. Digamos que comimos del mismo alimentoâ, sostiene Moretti que, paradoja al plato, entró al mundo de la música a través del tango y de la música melódica. âEn verdad, llegué a la música desde las drogas, desesperado, y mi primera banda era tremendamente corrosiva, pero lo que ya tenÃa como data familiar era la música que escuchaba mi viejo, viajes y viajes en camión escuchando tangos con él, y mi vieja escuchaba lo melódico. Y todo eso mezclado con Velvet Underground, Lou Reed y Bowieâ, se historiza Moretti, que aprovechó un alto en la batalla con Estelares también para refrendar su cantor tanguero. âEste es un formato que implemento sólo tres o cuatro veces al año, porque Estelares me demanda mucho tiempo. Pero hay una necesidad en mÃ, que es la de cantar tangos, y necesito probarlaâ, cuenta el Estelar, mientras la banda se apresta a festejar veinte años de existencia con la presentación del CD DVD Vivo Gran Rex, a fines de agosto en el teatro de la calle Corrientes.
El breve lapsus de Estol, en tanto, ocurre poco antes de grabar el próximo disco de La Chicana en Porto Alegre, y con amigos gauchos, por supuesto. âCon La Chicana hemos hecho treinta giras mundiales, tantos escenarios grandes, tanta cosa orquestal que este tipo de shows me genera estar más relajado. Puedo relajar porque es Ãntimo, y me permite explorar cosas en otros tiempos. Perro que ladra y muerde, por caso, lo pensé en noviembre del año pasado, porque se atrasó el que vamos a grabar en Brasil con La Chicana, y dije â¿qué hago ahora?â, y lo saqué, algo que no puedo hacer con La Chicana. Digamos que es un arrebato que sólo puedo hacer con un disco solista, con un disco en blanco y negro, despojadoâ, desarrolla el cantautor, y ahonda en la compatibilidad de caracteres estéticos que lo une a Moretti. âSiento mucha identificación con los personajes que retrata Manuel, porque son muy parecidos a los que me gusta retratar a mÃ. Ellos tienen algo de perdedor, pero del perdedor con dignidad, con redención, y una mirada sutil y cotidiana, que se extrapola a algo más grande. Me pasa mucho con él que escucho una canción suya y digo, âtendrÃa que haberla escrito yoâ. Lo confieso sin ninguna vergüenzaâ, sentencia Estol.
âSiento que, corrida del género tango que es cierto que impone reglas, la canción de autor de Acho es descriptiva, sensible, simbólica, desesperada, afiebrada y lúdica. Lo que noto en su manera de escribir es que utiliza mucho bagaje en la palabra y la música, y yo tal vez sea más sintético. Pero la intención es retratar siempre dicha, desesperación, miseria o virtud en la fórmula melodÃa, armonÃa, verso. Poder registrar en tres, cuatro o cinco minutos sensaciones que son enormes para cada unoâ, devuelve Moretti por su lado, y le deja la última elipsis âel remate que faltabaâ a su interlocutor. âLa verdad es que el complemento entre ambos también tiene ribetes insospechados... yo llegué a las drogas por la música, exactamente al revésâ, se rÃe Estol, y cierra la puerta hasta que su guitarra se prenda en mi y transcurra hacia destinos también insospechados.
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