Delicias de la vida virtual, la escena está ahÃ, al alcance de un clic en YouTube. En 1966, el efÃmero Sammy Davis Jr. Show, que se transmitió por la cadena NBC desde sus estudios en Burbank, presentó una âbatalla de bateristasâ que quitó el aliento a los presentes: de un lado Gene Krupa, el tipo que desde la escena de Chicago habÃa convertido su instrumento en un arsenal de recursos inesperados; del otro, Buddy Rich, que desde Nueva York venÃa a disputarle la corona con habilidades igualmente talentosas. El morocho integrante del Clan Sinatra llevaba asà a la tele un entretenimiento que los dos bateros venÃan jugando desde comienzos de los â50, y que incluso dejó dos discos editados por Verve, Krupa and Rich (1955) y Burninâ Beat (1962). Sammy sonrÃe encantado, los dos bateros se sacan chispas con aire de amable cofradÃa. Lo que tocan no tiene nombre. 193619
La contracara de esa camaraderÃa está en Whiplash, la colada entre las grandes del Oscar: empujados por el perverso juego del profesor Fletcher, los tres bateristas que compiten por el puesto titular en la banda del conservatorio son capaces de sangrar para derrotar al otro. La segunda pelÃcula del estadounidense Damien Chazelle merece un sitio entre los tÃtulos âde músicaâ que todo interesado en el tema debe atesorar. Como en los tan disÃmiles registros de The Commitments, Phantom of the Paradise y This is Spinal Tap, el film que se estrena este jueves (en pocas pantallas: se recomienda no dejar pasar demasiado tiempo para ir al cine) echa una mirada profunda y veraz sobre lo que está detrás de las grandes luces, el universo real de los músicos más allá de los lugares comunes. Lo hace, además, con el tono exacto: si hay escenas excesivas no es porque el director se haya pasado de rosca... sino porque la misma competencia entre quienes quieren llegar muy alto en el jazz abre la puerta al exceso. El âlatigazoâ del tÃtulo original refiere a una canción, pero involucra otros simbolismos.
Soberbiamente filmada y editada âlos músicos amarán cada plano que involucra a esos tipos tocando, ni hablar de algunos one liners que destilan un ingenioso veneno sobre la música y sus ejecutantes, como esa frase de Buddy Rich, âsi no tenés habilidad terminás en una banda de rockââ, Whiplash tiene el as de bastos en Miles Teller: el pibe obsesionado por el double swing que exige su profesor (âNot quite my tempo!â), irador incondicional de Rich, hace el recorrido dramático con la máscara exacta, un volcán que sólo explota cuando toma los palillos, cuando es capaz de hundir las manos en hielo para seguir practicando y practicando. Y a la vez, un actor capaz de involucrarse en una brutal escena de accidente vial cuando él mismo estuvo a punto de morir de la misma forma en 2007. Su Andrew Neiman es uno de los hallazgos de Whiplash.
Pero, claro, está el as de espadas. J. K. Simmons viene de llevarse el Globo de Oro como actor de reparto, y aunque tiene contendientes de peso en el Oscar (Robert Duvall, Ethan Hawke, Edward Norton), no es descabellado ponerle unas fichas para el 22 de febrero: lo suyo es un capolavoro que deja huella. Basta que aparezca en pantalla para que el espectador comparta el palpable terror de los alumnos. El desprecio que exuda su actitud y sus frases, que no conocen ningún lÃmite de corrección polÃtica, hacen que el doctor Gregory House parezca un blandito. Y lo notable es que consigue eso sin sobreactuar nunca, justificando cada momento con una composición perfecta. Hasta cuando muestra falsos gestos de humanidad (y esos falsos gestos son claves en la trama y el grand finale) el Fletcher de Simmons es creÃble, convincente, magnético. Un titiritero perverso incapaz de respetar otra cosa que no sea la música, y a la vez un tipo que inspira cierta misericordia cuando se entiende que su vida está regida por lo imposible, por el tempo perfecto, por la posibilidad en un millón de descubrir al próximo Charlie Parker.
No se arruinará aquà ninguna sorpresa ni se revelará nada, pero debe decirse que hasta en el final de su pelÃcula, que podrÃa haber estropeado lo pacientemente construido en los cien minutos anteriores, Chazelle toma las decisiones correctas. En su descarnado retrato de lo que significa consagrar la vida a un género que exige perfecciones a veces sobrehumanas, Whiplash es, sÃ, una pelÃcula de música, para amantes o simples aficionados al tema. Pero es también un espejo donde se refleja la esencia del ser humano, capaz de embarcarse en una batalla contra lo imposible. Y perder. Y ganar.
© 2000-2022 pagina12-ar.informativomineiro.com|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.