Es la primera vez que no está escribiendo. El escritor peruano Santiago Roncagliolo lo cuenta como un dato más de las circunstancias vitales a las que se vio sometido desde que ganó el premio Alfaguara de Novela en 2006 y se convirtió en el autor más joven que obtuvo este prestigioso galardón. No hay en su tono de voz el más mÃnimo rastro de preocupación: hasta se toma con humor el hecho de que un âneurótico y compulsivo del trabajoâ, como él mismo se define, no tenga en mente ninguna historia. âPubliqué cinco libros muy distintos en los últimos tres años, pero he estado más promocionando libros que escribiéndolos. Llevo dos años sin pasar un mes entero en mi casa. Voy a ser papá y es la primera vez que algo me parece más importante que escribirâ, dice a Página/12. Aunque nació en Lima, vivió un tiempo en México y regresó a Perú, hace siete años se radicó en España, al principio en Madrid, actualmente en Barcelona. âQuiero ser un viejo burgués que vive en un solo sitioâ, bromea Roncagliolo, que acaba de publicar La cuarta espada (Debate), biografÃa, ensayo y crónica periodÃstica sobre Abimael Guzmán, lÃder del movimiento terrorista Sendero Luminoso. 4z72h
Todo empezó cuando en 2005 Roncagliolo le ofreció a un editor del diario El PaÃs, de España, donde escribe habitualmente, intentar conseguir un reportaje con Guzmán. Como ningún periodista habÃa logrado entrevistar al lÃder de Sendero Luminoso, el escritor peruano consultó distintas fuentes âsenderistas como la novia del lÃder guerrillero, Elena Iparraguirre; policÃas, militares y familiares de Guzmán, entre otrasâ, acumuló material y pronto esa pesquisa se fue transformando en un proyecto de largo plazo que excedÃa la escritura de un mero artÃculo periodÃstico. En la introducción a La cuarta espada, Roncagliolo cuenta que en las calles de Lima la gente responde sin dudar que Guzmán es âun monstruoâ, âun psicópataâ, âun asesino sin escrúpulosâ. Más allá de esos adjetivos, el escritor peruano âque se llama Santiago porque sus padres se enamoraron en la capital de Chile, en alguna marcha polÃtica, cuando gobernaba Salvador Allendeâ observa que la pregunta más simple parece la más difÃcil de responder: ¿quién es este hombre, detenido desde septiembre de 1992, que declaró una guerra contra el Estado peruano que duró más de diez años, con 69.280 muertos y desaparecidos, y que se consideraba a sà mismo la âcuarta espadaâ del comunismo internacional, tras Lenin, Stalin y Mao?
âUna de las cuestiones que descubrà haciendo la investigación es cómo una persona es lo que ven los demás. Las primeras miradas que aparecen en el libro son de su familia, personas que llevan veinte años preguntándose cómo es que este hombre se convirtió en eso, en qué momento, si han jugado juntos cuando eran niñosâ, subraya el escritor. âLos policÃas de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo miran a Guzmán como un intelectual, un tipo hábil y escurridizo que los desafÃa. Para muchos de los terroristas es prácticamente un dios, el faro que guÃa la revoluciónâ, compara Roncagliolo. âTodos los seres humanos somos observados de distintas maneras, quizá no de un modo tan radical, pero cada quien ve en nosotros algo muy distinto.â
âHay un momento en que establece cierta empatÃa con un aspecto de la infancia de Guzmán, cuando cuenta que, como sus compañeros de clase lo ridiculizaban por ser hijo natural, se refugiaba en los libros, âuna buena patria para los que no son de ninguna parteâ.
âHe tratado de ser muy neutral, pero es verdad que sentà cierta cercanÃa con la infancia de Guzmán, porque cuando yo volvà de México era un niño raro; cuando empecé a leer, hablaba raro, venÃa de una familia de izquierda, pero estaba en un colegio de clase alta, conservador y católico. El libro trata sobre cómo alguien que es como tú en algún momento de su vida deriva hacia una persona que tiene razones para volarte en pedazos. Muchos de los senderistas no son pobres, han estudiado en la universidad, lo cual implica cierto nivel económico y cultural, pero tienen algún grado de frustración de expectativas sociales, y como sus familias son progresistas, radicalizaron los valores asimilados en la niñez.
âMuchas de las fuentes que usted consultó coinciden en señalar que Guzmán no llora. ¿Por qué cree que no manifiesta de este modo sus emociones?
âEs algo que me ha sorprendido muchÃsimo. Creo que desde muy pequeño, por ser hijo natural, aprendió a ocultar sus emociones. Progresivamente, no llorar se convirtió en un elemento muy importante de su carácter. Ninguna de mis fuentes recuerda que se lo haya presentado un amigo; todos los han conocido dando una charla que podÃa durar diez o doce horas. Supongo que él asumió el púlpito como otra herramienta para ocultar su mundo interior, y su progresión hacia Sendero implicó el aniquilamiento de un mundo anterior, o que el mundo no existiera fuera de su actividad polÃtica. Cuando les pedà a algunos terroristas que me contaran cómo se habÃan enamorado y sus historias de pareja, hablaban en términos de polÃtica partidaria.
â¿Contaban sus historias de amor apelando a la dialéctica marxista?
âPeor aún: le pregunté a Osmán Marote, pareja de MarÃa Pantoja, cómo fue que se enamoraron y se casaron. Me dijo que âen función de los intereses del partido, en esta coyuntura polÃtica, encontramos que habÃa coincidencias...â. ¡Explicaba el amor como si fuera un trámite más del partido! (risas). Yo se lo planteaba, y él me decÃa que no concebÃa su vida fuera del partido. Guzmán nunca usa el pronombre âyoâ, él siempre habla de un ânosotrosâ, porque su existencia está completamente fundida con el colectivo del partido. Todos los senderistas han decidido no tener una voluntad individual, y como las decisiones las toma un colectivo del que forman parte, la responsabilidad no es de nadie. Si cometen un crimen, no son culpables; es el partido que lo decidió.
â¿Los senderistas creen en la ideologÃa marxista-leninista-maoÃsta como si fuera una religión?
âSÃ, para ellos el marxismo funciona como una religión. HabÃa un mesÃas, Guzmán, encarnación de las cosas en que ellos creÃan. El marxismo te explica el mundo, te ofrece una ética sobre cómo comportarte y un paraÃso, si te comportas según la norma. Muchos senderistas venÃan de la religión católica, era gente que querÃa creer en algo, en un mundo sin matices, sin fisuras, donde estuviera claro quiénes eran los buenos y quiénes los malos.
â¿Por qué en el libro relativiza los vÃnculos entre el narcotráfico y Sendero?
âLo habitual ha sido pensar que Sendero era un ejército de los narcos. Sendero funcionaba como el Estado para los campesinos: organizaba la producción de coca, fijaba el precio, cobraba el impuesto y era la guardia de defensa de los campesinos ante los narcos. Durante muchos años la guardia armada de los narcos fue el Estado, la policÃa. La estrategia de Sendero era legitimarse en los sectores donde el Estado no llegaba; entraban al pueblo, mataban al alcalde, a las autoridades, creaban un vacÃo de poder y llenaban ese vacÃo. La estrategia final era ir llenando el espacio que el Estado dejaba hasta asfixiar la ciudad, pero se volvieron demasiado violentos y perdieron el apoyo de la gente.
â¿Qué aspectos de la situación polÃtica y social del Perú explican el protagonismo que tuvo Guzmán y Sendero Luminoso?
âEl marxismo es muy útil para capitalizar la desigualdad por la lucha de clases. A la gente no le molesta tanto ser pobre, lo que le molesta de ser pobre es si hay un rico al lado. La lucha de clases explica cómo resolver esa situación, y le dio mucha capacidad de movilización a Sendero. Explica también el abismo que hay entre el campo y la ciudad en Perú, y lo precario que era el Estado peruano, que no podÃa cubrir todo el territorio nacional; y explica lo mal articulada que está la sociedad peruana y cómo el Estado no sabÃa qué hacer: los policÃas se peleaban con los militares, los militares se peleaban con los civiles. Estamos hablando de setenta mil muertos y desaparecidos, que es como Chile, Argentina y Uruguay sumados. En estos paÃses está bien claro quiénes son los malos, unos militarotes que no habÃan sido elegidos, pero en Perú los muertos y desaparecidos fueron vÃctimas de las democracias civiles. Las vÃctimas no existÃan para el Estado, eran campesinos invisibles que no tenÃan ni documentos.
â¿El Estado peruano se fortaleció o sigue siendo tan débil como entonces?
âNo sé si se fortaleció como Estado, pero es más consciente. Ahora ha habido atentados en la zona cocalera, columnas de Sendero que ya no tienen una dirección polÃtica y trabajan para el narcotráfico, y por lo menos han surgido voces que plantean que mientras no haya un proyecto de desarrollo, no se puede combatir la violencia. Si decÃas esto en los ochenta, eras marxista, hoy forma parte del sentido común. Mucha de la gente que estuvo cerca de Sendero, como Ignacio Obregón, ahora está en el Congreso, y la llegada de Hugo Chávez y Evo Morales hizo que la gente tomara conciencia de que si los pobres son más y votan juntos, ganan las elecciones, lo cual aleja a la gente de la violencia.
âEn un momento, Guzmán dice que le gusta la literatura, pero siempre âme gana la polÃticaâ. En su caso, ¿habrÃa que invertir los términos y plantear que le gusta la polÃtica, pero siempre lo gana la literatura?
âNo lo sé, escribo mucho de polÃtica... La polÃtica siempre ha estado en mi vida. Crecà en una familia que hablaba todo el dÃa de polÃtica. Además, siempre ha habido cuestiones polÃticas que alteraron mi vida: el exilio en los â70, la violencia en los â80, la dictadura de Fujimori en los â90. En realidad, me gustarÃa que no me gustase la polÃtica, pero siempre está encima de mÃ, es ella la que se mete conmigo.
â¿Es cierta la anécdota que cuenta en el libro, que el dÃa de la entrevista con el director de la escuela a la que estaba por ingresar, cuando le preguntó a qué le gustaba jugar, contestó que âa la guerra popularâ?
âSà (risas), pertenezco a una generación que creció muy politizada, pero cuando llegaron los â90 quedamos completamente fuera de sitio. Me entrenaron para ser un perro de caza polÃtico, y en los noventa hablar de polÃtica era de mal gusto. Pero no estoy tan seguro de que a los jóvenes ya no les interese la polÃtica. Al contrario, después del 2000 y ahora mismo se ha recuperado la polÃtica. En los noventa no se hablaba de polÃtica porque parecÃa que todo estaba resuelto: se habÃa caÃdo el Muro, lo que implicaba que ibas a ser un paÃs rico, desarrollado, con carreteras y computadoras... Han pasado diecisiete años y seguimos teniendo los mismos problemas que tenÃamos, y eso generó una necesidad de volver a pensar ciertas cosas. Somos una generación muy escéptica, que no cree en los grandes discursos. Un amigo, que tiene veinte años más que yo, siempre me dice: âNosotros querÃamos cambiar el mundo y ustedes se contentan para ver cómo hacen para que no revienteâ.
âLa cuarta espada generó mucha polémica en Perú. Algunos han cuestionado que haya comparado la ideologÃa de los senderistas con La guerra de las galaxias. ¿Qué opina usted?
âEs banal leer un libro de 280 páginas y creer que lo más importante es una metáfora. Me pareció interesante presentar el libro en la cárcel de Castro Castro y por primera vez estar con terroristas pro Guzmán, anti Guzmán, del MRTA, militares y gente del servicio de Inteligencia presos por violación de los derechos humanos y polÃticos detenidos por corrupción. Todos en la misma sala, todos hablando del tema, y todos, lo más extraño, escuchándose. Eso es lo más interesante que he conseguido con este libro, algo que nunca consigues con una novela. Siempre he pensado que la literatura no sirve para nada, puede cambiar la vida de algunas personas, como ha cambiado la mÃa, pero no cambia las sociedades. Esta biografÃa de Guzmán no está cambiando la sociedad peruana, pero ha creado un efecto social que por lo menos la convertirá en el libro más útil que he escrito en mi vida.
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