¿Qué es la vida si no un sueño que puede transformarse en la peor de las pesadillas, aquellas que ni se imaginan porque no se alcanza a llegar tan lejos? A algunos les pasa: todo va bien hasta que de pronto cae un rayo que los parte al medio. MarÃa Paz, hija de una inmigrante colombiana embelesada por el âsueño americanoâ, no ha llegado a los treinta años y ya pasó por el infierno: está en una cárcel estadounidense, la prisión de Manninpox, detenida por un crimen que no cometió. No mató a su marido, un policÃa gringo y rubio con prontuario en el tráfico de armas. Un sueño que ni siquiera soñó esa muchacha âque cuando tenÃa una existencia ânormalâ trabajaba como encuestadora de una empresa de investigación de productos de limpiezaâ es aprender a escribir. Un dÃa se entera de que un escritor dará un taller para las internas, y se anota. Y empieza a escribir. âPrefiero pensar en todo lo que me ha pasado como si fuera una novela y no una vida vivida. Como vida vivida está cargada de dolor, y en cambio como novela es una gran aventuraâ, anota MarÃa Paz. Hot Sur (Planeta) âque Laura Restrepo presentó ayer en la 39ª Feria del Libroâ es una novela monumental de 555 páginas que retrata el desarraigo y la fragilidad de criaturas que intentan sobrevivir en un mundo que agoniza. Ni la sombra queda del âsueño americanoâ. O dicho en palabras de uno de los personajes, pro Bono: âCuando un imperio cae, es porque ya se ha caÃdoâ. 4l42w
Laura anda de ciudad en ciudad, muy poquito en cada lugar. Ahora mismo, cuando el lector lea estas lÃneas, la escritora colombiana estará de nuevo en un avión, regresando a México, donde reside. Tanto trajÃn no hace mella en su tono sereno y relajado. âHace mucho que tenÃa en mente a esas tres mujeres, la madre y sus dos hijas: Bolivia, MarÃa Paz y Violeta. Yo escribà un texto, âMujercitas en Queensâ, en el que tomaba como punto de partida a Louise M. Alcott, pero colocando a esas mujercitas en Queens, esa barriada muy colombiana de Nueva York. Es la historia de una mujer colombiana que viaja a Nueva York en busca de un mejor porvenir para sus hijas, hasta que logra llevarlas a vivir junto con ella. En este relato está el germen de Hot Surâ, recuerda la escritora en la entrevista con Página/12.
ââLo que no se narra, no ocurreâ, se lee en una parte de la novela y es muy interesante porque sin escritura no habrÃa hechos. ¿Por qué eligió construir Hot Sur a partir de distintas voces, como la de MarÃa Paz y su profesor Cleve, que van escribiendo?
âLos puse a escribir para que fueran los personajes los que contaran su historia. MarÃa Paz, en esos ejercicios de escritura que hace para su taller; Cleve, porque es autor de novelas gráficas. No solamente escriben sobre su vida sino sobre cómo se escribe. MarÃa Paz está todo el tiempo haciendo una reflexión, primero sobre su relación con los libros, que se los encuentra por primera vez en la cárcel. Después piensa en cómo será un autor; le llama la atención la persona que está detrás del libro y qué relación establece con ella, la intimidad del lector con el libro. Al principio va al taller de escritura por pura curiosidad, pero apenas se le plantea la posibilidad de escribir, reflexiona sobre qué significa contar su vida, con qué lenguaje lo va a hacer, qué tanta intimidad debe contar. Escribir se convierte no sólo en una forma de registrar lo sucedido, sino de hacer que ocurra. Como dijiste tú al principio, la idea es que antes de ser escrito nada hubiera sucedido, ¿cierto? Las cosas suceden en la medida en que se escriben. A diferencia del testimonio, en que las cosas suceden y se registran, en la novela suceden cuando se registran. Lo que queda es el registro.
âUn registro más cerca de la ficción que del testimonio, ¿no?
âSÃ. No escribe para dejar registro de lo que pasó; el registro es lo que pasa. Yo querÃa sentar distancia frente a la simple reseña de hechos periodÃsticos o sociológicos. Decirle al lector: âAquà hay personajes de papelâ, que son en la medida en que escriben. Y, sin embargo, eso es lo que les da la fuerza y la realidad que tienen. Me estremece mucho el recuerdo de un reportaje que fui a hacer con un médico sin fronteras, que venÃa subiendo por todo el cuerno de Africa con miles de mujeres con sus hijos, en unos de esos viajes sin salida porque luego se pierden en el desierto y se van muriendo en el camino. Todos llevaban una bolsita de plástico con un papelito adentro y cada vez que veÃan a un extranjero, volaban a llevarle el papelito. Y el papelito decÃa: âYo soy fulano de tal, mi familia está en tal ladoâ, contaban algo de sus vidas. ¿Para qué? Para que quedara algún registro. Me hacÃa acordar a las frases o el nombre que un desaparecido podÃa grabar con la uña en la pared de la celda, para que quede testimonio de su existencia. Como si no fuera a quedar nada más que eso. Esos papelitos te los entregaban para dejar alguna seña de su paso por la vida, ¿no? Y esto me hace pensar en la importancia de la escritura, como si todo lo demás fuera demasiado efÃmero o inasible.
âParece haber un déficit de ficciones que narren desde el punto de vista de los inmigrantes o desplazados, ya sean los latinos en Estados Unidos, como en su novela o en Europa. Es una especie de âdeudaâ que tiene la literatura con un tema que sà aparece en los diarios, pero como una estadÃstica más...
âSÃ, puede ser. Pero fÃjate que las grandes gestas de los pueblos son historias de desplazados. Moisés sale con su pueblo a buscar la tierra prometida y pasa toda clase de penurias en el camino. Eneas sale de una Troya destruida y tiene que buscar un lugar donde fundar Roma. De alguna manera hay que recuperar una tradición muy vieja y tratar de darle el valor que tiene. No como simple masa o estadÃstica, como un dato periodÃstico que al otro dÃa se olvida. El desplazamiento tiene un carácter fundacional. Libros como Las uvas de la ira, de John Steinbeck, o La cueva del sol, de Elias Khoury, sobre el pueblo palestino están recuperando una vieja tradición de ver en el peregrino, en el nómada, la esencia del ser humano. Pero tienes razón: hoy en dÃa se lo ve más como una estadÃstica.
En los instantes que calla, los ojos de Laura chispean, como si indagaran en un minucioso detalle que no quiere olvidar. âEn el muro que divide la América del Norte de la del Sur hay un agravio, una cicatriz, algo incomprensible. El hecho de que hayamos tenido que vivir toda la vida con eso no lo hace menos atroz. La cárcel de Manninpox es como un muro dentro del muro. La cárcel todavÃa es un muro más estrecho. Si MarÃa Paz está en la cárcel por un asesinato que no cometió, tenÃa que haber un asesino que sà lo hubiera cometido. Y es un blanco. El pavor a lo oscuro y a lo distinto está en la ideologÃa americana. La novela trata de ese otro muro quizá más sólido y difÃcil de echar abajo que es el muro de los prejuicios frente al que es diferente.â
âMarÃa dice que âAmérica no está en ningún lado. América sólo está en los sueños de los que soñamos con Américaâ. Es una definición que cuestiona lo territorial, ¿no?
âMarÃa Paz tiene muy claro que el territorio es irreal. Cuando se despide, al final de la novela, dice: âAdiós Américaâ, aunque en realidad le parece que nunca llegó, después de vivir toda su vida allá. Y se va a un territorio tan irreal como el olor, porque lo que ella y Violeta tienen en mente es el olor de los azahares en Sevilla. Ni siquiera saben para dónde se van, pero se van persiguiendo un olor. El territorio desaparece como materialidad y se convierte en sueño. Todos hemos construido en nuestros paÃses un âsueño americanoâ. Y eso es lo que parece que se está esfumando hoy en dÃa. Por eso sentÃa la urgencia de escribir esta novela, para decir el tiempo que me tocó vivir. Lo que ha sido un sueño empieza a mostrar su naturaleza de sueño, no de realidad.
â¿Qué pasa cuando un sueño se desvanece?
âEs un momento histórico muy preciso. El sueño existe, lo que pasa es que no está aquÃ. Voy a perseguirlo porque está más allá. Y llegas más allá y el sueño existe, pero está más allá. Y de golpe llega un momento de epifanÃa en que la humanidad se pregunta: ¿no será que el sueño no estaba en ningún lado? Son esos instantes en que algo está cambiando y tenemos el privilegio de contemplar esos cambios como si pasaran enfrente de nuestras ventanas. No hace falta que se nos desplomen las estructuras económicas y sociales encima para darnos cuenta de que la erosión ya está pegando por la base.
â¿Los latinoamericanos perciben mejor estos cambios que algunos paÃses europeos en crisis, como España?
âMe parece que si bien los latinoamericanos hemos percibido la crisis desde siempre, para los españoles la crisis es nueva. Por eso la están viviendo con más intensidad. Toda la juventud que está saliendo a la calle en Europa porque no tiene empleo, no tiene casa pero sà la deuda de una casa, siente que no tiene futuro. La noción de que ese sueño era un falso sueño es más intensa que nunca. Hay una generación que está viviendo peor que sus padres.
âAlgo que nunca habÃa pasado...
âY la perspectiva es que los hijos vivan cada vez peor. Y esto implica el quiebre de toda una estructura mental. Se suponÃa que habÃa una especie de Dios que era el mercado, que iba a ser que todos estuviéramos cada vez mejor. En la medida en que unos se enriquecen muchÃsimo, nos van jalando a los demás y todos vamos a tener más al final. Y no resultó asÃ. La parte que unos tienen muchÃsimo sà funcionó, pero la cadena se para ahÃ. La crisis con los bancos ha sido brutal. En España tienen una consigna muy bonita: âNo es crisis, es estafaâ. La estafa serÃa como la otra cara del sueño. Ni siquiera pesadilla: estafa.
âSi se pasa revista por varios paÃses de la región como Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela, la impresión es que hay en América latina más esperanza, que está pasando por un mejor momento económico. Varios gobiernos latinoamericanos tienen la convicción de que hay que cuidar y ampliar, en la medida de lo posible, derechos civiles y sociales.
âCon todas las crÃticas que se le puedan hacer a Chávez, Venezuela puso a pensar al mundo. A Chávez nadie le quita lo bailado en la ampliación de lo social. Colombia y México siguen muy aferrados al neoliberalismo. Aunque hay movimientos sociales interesantes, los gobiernos se mantienen dentro de la vieja escuela. En este momento, Colombia y México están en la retaguardia, muy atrás. Vivimos un momento muy interesante en la región; con todas las diferencias y reservas que puedas tener frente a cada uno de esos gobiernos, es evidente que América latina hace más de una década está pensando en lo social. La población europea está reclamando justamente por lo social porque les han ido reduciendo derechos: ni casa ni trabajo. Nada. Me parece interesante lo que planteó la muchachada del 15-M en cuanto a métodos de movilización, una cosa menos doctrinaria, menos jerárquica, más abierta y horizontal, con una agilidad que no tenÃan las viejas estructuras de los partidos de izquierda, que eran paquidérmicos. Pero aún falta mucha elaboración de contenidos. Que los indignados estén en las calles y la derecha en el gobierno no parece la mejor fórmula, ¿no?
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