Un albañil de Barracas no entiende la escena. Como todos los dÃas a la misma hora, viaja parado en el 45 rumbo a Constitución y curiosea la entrada del Borda, sobre la calle Carrillo, pero algunos movimientos le llaman la atención. No son iguales a los de siempre. âEmilio âle dice a su amigo, que va sentado y medio dormidoâ, mirá esos tipos todos de negro: ¿el loquero se transformó en una milonga ahora? Nunca vi esto, che.â Su amigo no le da importancia, pero él, sin entenderlo, estaba dando en el blanco. Los personajes que merodeaban el neuropsiquiátrico ayer, cerca de las diez de la mañana, eran precisamente milongueros, gente de la noche. El Festival Buenos Aires Tango iba por su quinta jornada y la apertura estaba prevista para horario y lugar inhabituales: 10.30 AM, en el Borda. 3k5h6l
Un rato después, esa gente de negro que habÃa despertado las dudas del albañil estaba bailando en el cuarto piso del neuropsiquiátrico. Eran las cuatro parejas que la organización habÃa invitado para que, siguiendo el compás del DJ Damián Boggio, aliviaran la mañana de los que sufren dentro. La jornada, original, necesaria, motorizada por el doctor Honig y la licenciada Silvana Perl, también despertó el avispero dentro. El camino entre la entrada y el cuarto piso, donde funciona el teatro del hospital, deschava un fresco del ambiente, bastante poco habitual: un interno se cruza en el pasillo silbando Sur, bajito; otro está vestido como si se preparara para una noche en el Parakultural, y un chico, de no más de 30 años, le indica en spanglish a ciertos gringos curiosos dónde es que toca La Chicana. El ascensor que no llega nunca obliga a los concurrentes âuna mezcla de fotógrafos, turistas, doctores, internos y acérrimos del grupo de Acho Estolâ a subir los cuatro pisos por la escalera. Y esos 10 minutos, agotadores, son un mundo aparte: en cada descanso hay por lo menos cuatro internos pidiendo monedas y cigarrillos; otro que va y viene, desesperado, tratando de trocar un libro de poesÃa por dos pesos y, ya en el cuarto, dos hombres de unos 40 años, intentando recuperar la mirada en el otro mientras venden golosinas y chupetines, como en el cine.
Y la movida fue un éxito, porque las butacas del teatro estaban casi completas, y porque todo lo que siguió despertó una sonrisa, al menos un gustito de vida en los que están dentro. A una milonga amateur, con internos bailando viejos y detonadores tangos, le siguió la presentación formal de los âhombres de negroâ âJuan Manuel Fernández y Gachi Fernández, entre otrosâ, a quienes se les pliegan unos que bailan mal y se creen fenómenos ây se aplaudenâ, otros que son fenómenos en serio y otros que de a ratos se encienden e improvisan unos pasos y de a ratos se evaden. En ese cúmulo de parejas desparejas y seres con la mirada en el más allá se mezclan viejos peinados a la gomina con otros en pijama y jóvenes vestidos con remeras de los Stones. âEyyyy âgrita uno desde la nadaâ, son 11 y cuarto. Vamos a comer.â Su amigo, que lo cuida, calma su apetito, le agarra la mano y le dice, con voz sanadora: âEsperá un poco, esperá... veamos a estos que vienen ahora. Me dijeron que cantan bienâ.
Y no es mentira. La que canta bien es Dolores Solá y el grupo que le recomendaron al pibe es La Chicana, que se lanza con un repertorio impecable lejos de la noche, pero muy cerca del corazón. Al quinteto le cuesta dos temas acomodar el sonido âQué querés con ese loro y el bellÃsimo La foto del escarabajo, de Estolâ, pero después brinda un concierto respetuoso y compacto. A la milonga Baldosa floja le sucede un takirari boliviano âEl cambáâ; a otra innovación de Estol âSopapaâ, el clásico Oro y plata, de Homero Manzi. Y asà hasta que irrumpe la estrella de la mañana, Hugo López, un paciente externo que forma parte del Frente de Artistas del Borda y de Radio La Colifata... un personaje increÃble. âEl humor, el entretenimiento y la música hacen bien. Curan cualquier enfermedad: está comprobado en el mundoâ, lanza López, que la tiene muy clara, y se adueña del show con chistes âsanosâ, tangos de Gardel a capella y un cierre a dúo con Dolores que resuena como una caricia al alma: âPor una cabeza / toda la locura / su boca que besa / calma la tristeza / borra la amarguraâ. Jubilosos, los internos se pierden por escaleras y pasillos, los gringos buscan el ascensor y la sala queda vacÃa, esperando revivir antes de que pase un año.
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