Charles Mingus tocó, en varios de sus proyectos más importantes, con grupos que asemejaban versiones camarÃsticas de una big band; más Ãntimas, con un mayor énfasis en las texturas contrapuntÃsticas (voz contra voz y no secciones, como en las orquestas) pero, también, con esa clase de explosión (y aceleración) que sólo logran los grupos de ciertas dimensiones. En su disco Mingus Dynasty, de 1959, se alternan un noneto y un conjunto de diez instrumentistas. La banda que en su homenaje creó su mujer, Sue, tiene, desde ya, dimensiones bastante variables. Pero respeta la idea primigenia: un instrumento por cuerda. A la brillante actuación durante la fecha inaugural del Festival de Jazz de Buenos Aires de este año, llegó como septeto: trompeta, trombón, saxo alto y tenor, piano, contrabajo y baterÃa. Y el resultado no podrÃa haber sido más contundente. Y tampoco podrÃa haber sonado más mingusiano. 6t3n42
El secreto de esta banda es que no busca imitar a Mingus ni reproducir sus discos, sino partir (como si el contrabajista estuviera vivo) de algunas ideas, de algunos temas planteados por el antiguo lÃder y desarrollarlos con la máxima libertad. Craig Handy y Wayne Escoffery en saxos tuvieron potencia e imaginación, sorpresa en la rÃtmica y fluidez en el fraseo. El trompetista Alex Sipiagin, con un sonido que puede saltar desde el susurro hasta el grito en cuestión de microsegundos y una base envidiable, conformada por el notable contrabajista Boris Kozlov âque es el arreglador de la bandaâ y el baterista Donald Edwards, tuvieron también actuaciones de gran nivel. Pero las estrellas fueron el trombonista Conrad Herwig, lÃrico, seguro, perfecto en las baladas, furibundo en los tiempos rápidos y siempre con una seguridad pasmosa, y el pianista David Kikoski, tal vez el más genial instrumentista nunca tenido del todo en cuenta de los últimos años (o el menos considerado entre los geniales) de las últimas décadas. Incidentalmente es, también, uno de los que tocan con esta banda desde hace más tiempo. Un repertorio que abarcó temas propios (âThe GG Trainâ, en alusión a aquel Tren A al que homenajeó Ellington), de Ellington (âSound of Loveâ) y obviamente de Mingus (âOrange is the Color of her Dress, Then Blue Silkâ) y, en el final, âCumbia and Jazz Fusionâ, una pieza en forma de suite de unos quince minutos de duración grabada en 1977 y que el compositor habÃa tocado ese mismo año cuando actuó en Buenos Aires.
Con la platea del Teatro Coliseo totalmente llena, la actuación de la Mingus Dynasty, que fue ovacionada, brindó una buena metáfora de lo que es jazz o, al menos, de lo que buscan allà la mayorÃa de sus oyentes. En particular, esa mezcla de libertad y control, de sofisticación y elegancia en los arreglos, virtuosismo en la interpretación, fuerza e impulso rÃtmico y, por debajo de todo, eso que aún sigue llamándose swing a falta de otra palabra que haya intentado reemplazarla. Antes, dos de los artistas que más expectativas habÃan generado, la cantante Christine Correa y el notable pianista Frank Carlberg, habÃan sido los encargados de abrir el juego. Ella comenzó a capella, con un tema basado en escalas microtonales, con influencia oriental y llamado âThe Callâ. El trabajo sobre las inflexiones y el color de cada nota no llegó a disimular, en todo caso, lo que acabarÃa siendo una constante en su actuación: un timbre monocorde, un vibrato demasiado mecánico y un registro muchas veces demasiado forzado. El primer tema a dúo, el clásico de Fats Waller âAinât Misbehavinâ, en una versión alambicada, perdió toda la alegrÃa y el empuje de lecturas más tradicionales sin ganar a cambio nada que a esta altura del partido no resulte ya tan viejo como el propio estilo stride. La melodÃa quebrada y el acompañamiento que coqueteaba con la atonalidad son parte de la enciclopedia y, eventualmente, su uso ya no se justifica a sà mismo como mero blasón de modernidad. Un contenido que ha perdido.
Más cerca del interés en los temas de Monk ââHackensackâ y âPannonicaââ, más previsible en los escarceos folk de Correa, y con algunos destellos del talento de Carlberg en desarrollos como el de âWeird Nightmareâ, de Mingus, la presentación no llegó en ningún momento a levantar verdadero vuelo. Pero el festival, por supuesto, sigue y entre los atractivos de hoy estarán las actuaciones de los brasileños Gilson Peranzetta en piano y Mauro Senise en saxo, y luego del pianista Hugo
Fattoruso, a las 21, en el Teatro 25 de Mayo (Triunvirato 4444). Mañana actuará uno de los grandes músicos invitados. En ese mismo horario, en el Samsung Studio (Pje. 5 de Julio 444) estará el impactante contrabajista Renaud GarcÃa-Fons junto a su grupo La LÃnea del Sur.
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