âTodo es larguÃsimo de contar si empezamos por donde empecéâ, desliza Bartolomé Palermo. Y un flash en fuga hacia atrás lo recorre como un film que empieza en blanco y negro, deviene sepia y llega en colores. âYo nacà en el norte de Santa Fe ¿sabe?, pegado al Chaco. Nacà en Villa Guillermina y me pusieron asà por el médico que atendió a mi madre y porque nacà el dÃa de San Bartoloméâ, relata, intentando calibrar a punto una memoria que parece intacta. Don Bartolomé tiene 74 años y, apresurando una definición, podrÃa presentárselo âpor si hace faltaâ como una de las glorias de la guitarra aplicada al tango. Como un emisario que trae en su sino de años y rutas, el latido de un tiempo que fue. TenÃa 10 cuando empuñó por primera vez una viola, y 17 cuando se mudó a Buenos Aires. 19, 21 o 22 cuando hizo las inferiores en peñas y clubes de la agitada Reina del Plata de entonces, y 24 cuando Ariel RamÃrez, azorado por su versatilidad, lo convocó para ejecutar una versión entera de La Misa Criolla. Pero fue a través de Alfredo Gobbi, ninguneado y magistral por entonces, que ese apellido con olor fuerte a barrio porteño empezó a circular en serio por las arterias centrales del 2 por 4. âGobbi fue fundamental en mi vidaâ, sentencia Palermo, cuya vigencia refrendará pasado mañana en La Bohemia (Yerbal y Morelos), junto a su grupo Palermo 5. q4w6d
â¿Gobbi fue más importante que Alberto Ortiz, el guitarrista de AgustÃn Magaldi que lo llevó a conocer el circuito tanguero cuando usted recién habÃa llegado de Villa Guillermina?
âLos dos. Pero lo de Ortiz fue más efÃmero. Cuando me lo presentaron, él ya habÃa tocado con Magaldi y era director del conjunto estable de La Querencia. Tocamos en el camarÃn después de una actuación de él, quedamos amigos, pero la conexión fue de amistad: no me dio trabajos. Gobbi, a quien llegué poco después, habÃa terminado con su orquesta y estaba medio en decadencia y con poca plata, entonces empezó a trabajar de noche con su piano, porque él era un gran pianista, y yo lo acompañaba con mi guitarra.
âPero Gobbi pasó a la historia como violinista, incluso le decÃan âel violÃn romántico del tangoâ.
âEs cierto que en la historia figura como violinista, pero fue un gran pianista. Incluso, yo lo conocà tocando ese instrumento. Fui al club a acompañar a un cantante, y él se quedó asombrado conmigo, porque yo metÃa muchas tonalidades. Iba todas las noches, lo esperaba y nos Ãbamos a tomar un café o a comer de madrugada. Me interesaba ese personaje tan grande, que no era muy reconocido en ese tiempo. No era tan famoso como DâArienzo o Troilo, digamos.
Es Gobbi, entonces, un personaje central para desandar esta historia bañada de músicas y giros que aún tiene para decir. Porque fue vÃa Gobbi que Palermo logró grabar su primer disco (todo instrumental), pudo pasar del orgullo de ser autodidacta y orejero a la seguridad que da el estudio de la escritura musical y la armonÃa; ponerse a punto, nada menos, para acompañar a Edmundo Rivero durante todo 1975 en El Viejo Almacén o, más acá en el tiempo, arreglar los 14 temas y dirigir la agrupación con que Nelly Omar grabó su disco de 1997, a los 86 años. âOjo, yo ya venÃa con un feeling porque Villa Guillermina no era en los â40 lo que fue después como pueblo del litoral. En mi época casi no existÃa el chamamé. HabÃa algunas pocas cosas que venÃan de Paraguay, pero los compositores correntinos todavÃa no primaban. Cocomarola, Montiel, todos esos muchachos estaban tocando pero no tenÃan la trascendencia que tuvieron después. Lo que dominaba era el tango y a uno, más cuando sos un pibe de 12 años, se le pega lo que suenaâ, dice.
Trazando una elipsis hasta el presente, Palermo es uno de los guitarristas guÃa, un referente clave para la generación contemporánea de guitarristas aplicados al tango. A través de sus diferentes formatos y formaciones (Palermo TrÃo, solista, Palermo 5) ha ocupado la década pasada mostrando sus tangos con ruido a púa por el paÃs y por el mundo. âEs impresionante. Cuando estuve en Holanda me aparecÃan guitarristas holandeses muy jóvenes que tocaban tango. Tocamos en el teatro principal y, cuando fuimos al hall, habÃa al menos cien parejas bailando tango, y chicas argentinas que hacÃan empanadas para vender y bancarse los estudios allá. Esa movida me hizo acordar mucho a mis principios, porque yo, cuando llegué a Buenos Aires vivà una bohemia tremenda. HabÃa mucho trabajo nocturno, y yo hacÃa dobletes en boliches, boliches estables, salidas con cantores, en fin...â
âTerminaba destruido.
âPero bien, porque era joven, estaba solo y podÃa estar en la bohemia, en la pilcha, esas cosas. El tango habÃa invadido el paÃs completamente en los â40, como después lo hizo el rock. Se bailaba y se respiraba tango en todas partes. En Guillermina, que no superaba los cinco mil habitantes, habÃa una orquesta con cuatro bandoneones, cuatro violines, cantante y pianista... era completa. El tango me agarró en la adolescencia y se me metió para siempre.
âVolvamos a la centralidad que tuvo Gobbi para su trayectoria. Usted dijo que cuando lo conoció estaba en decadencia. ¿No alcanzaba con que Piazzolla lo âlegitimaraâ como referente principal del género a través de aquella conmovedora pieza (âRetrato de Alfredo Gobbiâ) que registró en 1967 con el Quinteto?
âTal vez sÃ, pero eso fue más bien después de su muerte. En verdad, Piazzolla no le daba mucha bola. Eran amigos, se conocÃan, sÃ, pero no estaban tanto en el bar. Astor no tenÃa mucho tiempo, estaba en plena lucha.
â¿Y usted cómo miraba esa lucha de Astor?, ¿en qué âbandoâ se ubicaba?
âYo soy un irador de Astor Piazzolla, me parece que soy el más fanático.
â¿Lo era en ese momento o lo asumió después?
âNo, desde ese momento. Yo tengo dos Ãdolos grandes: Astor y Frank Sinatra. Son mis Ãdolos máximos. Ahora, lo que nunca hice fue tocar Piazzolla.
â¿Por respeto?, ¿porque es difÃcil?
âPor respeto, porque es un estilo tan completo que no podés sacarle nada. Hay que hacer lo que él hizo, no podés pasarte. Es como la grabación de Troilo-Grela, un disco que es como un cuadro intocable: todo lo que puedan hacer un bandoneón y una guitarra juntos ya está hecho. Piazzolla es lo mismo.. Es como Gardel, o como Rivero ¿no?
âRivero tendrÃa hoy 100 años. ¿Recuerda cómo empezó a trabajar con él?
âEstaba trabajando en el boliche de Tania y Discépolo, Cambalache, todas las noches, y cerrábamos el show acompañando a Tania. Yo tocaba la guitarra eléctrica...
â¿Como Malvicino y López Ruiz?
âNo, en realidad no era eléctrica; era una criolla con pastilla y se enchufaba a un equipo. Por esos dÃas, entonces, yo habÃa grabado un disco con el hijo de Rivero, con el Muni, en el que también habÃa participado José Colángelo con el cuarteto. El Muni se lo hizo escuchar al padre y Edmundo dijo âqué bueno está estoâ. Muni lo cuenta siempre como anécdota porque pensó que el elogio iba para él, cuando en realidad el elogio de Edmundo era para las guitarras (risas). Edmundo era un fanático de las guitarras. Igual, Muni fue el que me presentó al padre, justo en el momento en que se le habÃan ido todos los guitarristas de El Viejo Almacén por un juicio laboral. Entonces, yo llevé al trÃo y, como con el trÃo conocÃamos todo su repertorio, âSurâ, âMalón de ausenciaâ, âTrenzaâ, en fin, quedé como guitarrista. Incluso grabé en el disco que Rivero hizo sobre el lunfardo, porque yo creo que Edmundo y De La Púa son los padres del lunfardo, aunque Edmundo fue quien lo proyectó, lo cantó, lo estilizó y le hizo la música.
âGeneró y desarrolló un estilo.
âY hoy los chicos están locos con eso. Los pibes de 34 Puñaladas son amigos mÃos. La verdad es que me llevo muy bien con las nuevas generaciones y les doy clases de tango a muchos pibes que vienen del rock... ellos hacen las tonalidades como tiene que ser, usan bien la mano izquierda, pero el problema lo tienen en la derecha, en el rasgueo. Y yo les digo que el gran secreto está en la mano derecha, porque es la que tiene que dar con la sÃncopa y el swing del género, es una cuestión de práctica y costumbre. Hay que usar la yema y no la uña del pulgar para darle el color del género. Ese es el secreto.
Palermo está jubilado pero aún da clases en su casa. Ya no trabaja de noche, ni toca con púa porque perdió fuerza en las manos, pero señala que los dedos âandan muy bienâ. Agradece a EPSA haber recuperado los 31 temas que registró en su tercer disco editado en 1971 (De aquà y de ahora) y allà anida el material que muestra en público cada vez que puede. âFue ese trabajo, editado aquella vez en vinilo y ahora en CD, el que me permitió poder girar con mi grupo por Europa y el que me permite seguir trabajando hoy. TodavÃa estoy tocando las versiones del â68, y hay trabajo porque el guitarrista que sabe cómo acompañar a un cantante (Palermo ha acompañado a Floreal Ruiz, Alberto Podestá, Roberto Goyeneche, Roberto Rufino, Héctor Pacheco, Jairo y Oscar Ferrari) siempre tiene trabajo. Incluso entre los â70 y los â80, cuando no habÃa nada y habÃan desaparecido las orquestas, yo pude arreglármelas bienâ, evoca.
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