La última vez que Koko Taylor cantó en público no fue el 7 de mayo de 2009, durante la entrega de los Blues Music Awards. Asà lo marca la historia oficial, pero no la fáctica. Fue dÃas después, exactamente el domingo 17 de mayo, 48 horas antes de caer, vÃctima de un sangrado gastrointestinal, en un hospital de Illinois, y 15 dÃas antes de morir por no poder superar los efectos de la operación. El show fue en The Rocking Horse, el club que regentea su marido, y el último guitarrista fue el estable de la casa: Max Valldeneu, un argentino. âCuando ella no estaba de gira tocaba en el club y yo era parte de la banda del lugar. Me tocó acompañarla, con mi guitarra, el último dÃa que cantó. Fue triste, porque a los dos dÃas la internaron y no salió más. Era como una abuelita para mÃâ, dice él, a punto de presentar su disco debut, Itâs about Love, esta noche en el Teatro Sha (Sarmiento 2255) junto a su Smooth Jazz Band: Joewaun Scott en bajo; el ex baterista de B.B. King, T.Y. Drums; James âJazzikalâ Richardson en piano y la cantante Precious Taylor, sobrina de Koko. âTocar para la reina del blues fue lo mejor que me pasó âsigue él, con foco en la Taylorâ. Fue tan emocionante como abrir el show de Aretha Franklin en el Ravigna Festival y poder llevar a mi vieja al backstage, que me habÃa venido a visitar, o como estar en el escenario con George Benson.â 2pk4y
Bien podrÃa esta historia de vida narrar un cuentito envidiable, el de un porteño de 41 años que a los 6 emigró a Santa Fe, que se convirtió allà en un enfermo del blues y la guitarra cuando escuchó por primera vez el solo de Pappo en âPantalla del mundo nuevoâ, que se nutrió de Steve Ray Vaughan viajando todos los meses a Córdoba para que le grabaran los discos del texano en casetes, y que fundó una de las bandas del género más representativas de la provincia: La Fulana. âTocábamos Hendrix, Muddy Waters, John Lee Hooker y Howlin Wolf. Asà fue mi cosa hasta que me tomé unas vacaciones en Chicago y mi vida cambió: era mi lugar en el mundoâ, relata. El viaje relámpago fue en 1996 y tres años después, con los clubes de blues en las retinas, Max cerró el cÃrculo de sus haceres en Santa Fe y migró definitivamente. âNo podÃa creer que todos esos Ãdolos inalcanzables que tenÃa tocaban los lunes, los martes, los miércoles, todos los dÃas, en clubes que estaban uno al lado del otro. Fue demasiado: lo que acá no podÃa alcanzar en años, allá lo tenÃa concentrado en dos cuadras. Me voló la cabeza.â
El comienzo del itinerario de Max Boy en Chicago fue como el de cualquier inmigrante latino que posa un pie en tierra extraña. Durante un año trabajó quince horas por dÃa batiendo helados en un bar para conseguir un techo. âNo querÃa ni ver la guitarraâ, se rÃe. Vivió en Streamwood, barrio de los suburbios de la cuna del blues eléctrico, hasta que, vÃa Little Milton (lÃder de la renombrada The World Band), fue metiéndose en las entrañas de la música negra. âEl me hizo ver no sólo cómo reaccionar ante determinadas situaciones del negocio de la música o del manejo de bandas, sino que el blues, que yo creÃa que era casi toda la música que escuchaban los afroamericanos, representaba sólo el 10 por ciento. Asà me fui abriendo al soul, al smooth jazz, al funk, al rhythm & blues, al gospelâ, dice y redefine lo que su guitarra expresa hoy: un abanico abierto de todos esos sonidos de raÃz negra que se expone pleno en Itâs about Love.
El cuentito deviene en que Max se mudó más al centro de Chicago y hace diez años vive allÃ. Tiene un estudio de grabación, produce discos, toca como músico de sesión (lo ha hecho, además de la reina del blues, para Eddie Campbell, Otish Rush, Billy Branch, Johnny Drummer, Mississippi Heat y Otis Clay), recorrió el mundo como parte de la banda de Artie White. También de The Platinum Band, la banda que acompañó a Tyron Davis hasta sus últimos dÃas, y de Nelly Travis y Lurrie Bell. âTuve que lidiar con lo peor de allá y con el desarraigo, algo que al cabo te hace más fuerte. Hay mucha gente que, cuando va a la cuna de algún lugar representativo, lo único que quiere es recibir y recibir. Yo fui a dar y no a sacarme fotos con tal... Todo fluyó por dentro, natural, y asà me empecé a involucrar en el ambiente. Hoy soy un músico respetado. Estoy todo el tiempo de gira y, bueno, la vida del músico es difÃcil en todos lados... La paga no es siempre la que corresponde, pero tengo un lugarâ, redondea Valldeneu, quien luego del concierto en el Sha retornará al Norte para seguir con su gira impensada, interminable.
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