Un dÃa, sin avisar, Luis Longhi convocó a una conferencia sobre el pasado, presente y futuro del tango. Fue bajo el nombre de Carlos Alberto Villagrán (el licenciado Rataplán) y se presentó camuflado para que no lo reconocieran: peluca y bigote atado con hilo. Para que le creyeran, se anunció acompañado de sus amigos cantores (Guillermo Fernández y el Chino Laborde, entre ellos) y uno de los ejes de la charla era hablar sobre el Gardel que no fue. âCuando Rataplán, que ama y odia al tango por igual, se puso a hablar de la supuesta homosexualidad de un famoso cantor de tangos muerto en MedellÃn en 1935, se levantaron diez tipos y me querÃan cagar a trompadasâ, evoca él. âTuvimos que blanquear la cosa... fue un gran happening.â Longhi, actor, bandoneonista y escritor, piensa estas batallas culturales bajo una pregunta matriz, â¿por qué los tangueros no se rÃen de sà mismos?â, y a partir de ella construye, no sólo estas conferencias âque ya son parte del under agitado del géneroâ sino sus músicas, como bandoneonista de Demoliendo Tangos, y libros como El Pulpo o la muerte del tango, que acaba de publicar vÃa Editorial Abrazos, y opera como una especie de continuación novelada de las bizarras conferencias de Rataplán. âNo sabe las barrabasadas que digo sobre los cantantes de tango... es para cagarse de risaâ, lanza. 2o5a46
El libro, segundo de una saga que comenzó con Cabareteras, ratifica la intención. Trata el devenir de un quinteto de tango que, a cambio de un poco de fama, debe incluir algo que odia con devoción: un cantor. Y ese cantor es, precisamente, el Pulpo. âEncuentren un grupo de no choque milonguero que no odie al cantante, ¡son todos!â, se rÃe Longhi, mordaz. âCon Tangata Rea âorquesta que el bandoneonista dirigió en el pasadoâ tenÃamos grandes discusiones cuando nos pedÃan un cantante como condición sine qua non. Siempre era un â¡no!, la concha de su hermana, ¿otra vez?â (risas). Era un gran conflicto, porque los cantantes se llevan todo: terminan haciendo una gira con un guitarrista, se garcan las minas, los afiches dicen âorquesta tal, con tal cantanteâ y los nombres de los músicos ni figuran. Igual, como el libro está dedicado a mi amigo Guillermo Fernández, lavo las culpas por ese lado.â
El Pulpo, personaje nodal de la novela, representa algo asà como el lado facho del tango. Machista, colaborador de la dictadura, âbipolarâ, y recluido en un geriátrico de Barracas por haber participado de un grosso lÃo de polleras, es clave para lograr una parodia que evoque, precisamente, el fin madre: que el género se rÃa de sà mismo. âEs un libro humorÃstico, una parodia tanguera con piso en la realidad. La verdad es que me excita la idea de devolverle el humor al tango. Si Villoldo escribÃa cosas como âafeitate el siete que el ocho hay fiestaâ o âqué polvo con tanto vientoâ, hace más de cien años. O Discépolo hacÃa temas como âJusto el 31â o âVictoriaâ, ¿por qué no desacralizar hoy?... es algo que están haciendo la Orquesta Petitera y Juan Vattuone, a su modo. En este caso, el humor pasa por rescatar del ostracismo a un cantante y, encima, darle un final glamoroso a un tipo que fue un sorete, lo que termina transformado a todos en soretes.â
Longhi también es actor. Viene de hacer los dos primeros protagónicos de su vida (Los rulos de Lulú, de José Santiso, y Punto ciego, de MartÃn Basterretche), y tiene un pasado intenso como actor de telenovelas. Hiperactivo, también fue parte de central de la Orquesta Tangata Rea que, junto a El Arranque y Vale 4, fue una de las que devolvió el tango en vivo a las milongas durante los noventa, y hace doce años forma parte de Demoliendo Tangos. âLa verdad es que nunca estuvo en mà la idea de ser bandoneonista hasta que un dÃa dije â¿qué puedo estudiar raro?â y empecé. Estudié cinco años con Mederos y, con varios alumnos suyos, formamos Tangata Rea, orquesta con la que estuvimos de gira por todo el mundo hasta que dije â¿qué estoy haciendo de mi vida?... no quiero ser bandoneonista por el mundo, quiero ser actorâ. Entonces colgué el bandoneón en el roperoâ, cuenta, y revela su carácter inquieto.
El parate tanguero duró hasta que trabó o con Federico Mizrahi âotro de su estirpeâ en la obra de teatro Tres mañanas, y ambos fundaron Demoliendo Tangos. âEs la fórmula ideal: café concert, más la música de Mizrahi y mis stand up tanguerosâ, define. En 2001, ambos trabaron relación con Guillermo Fernández en El Romance de Romeo y la Julieta, y los tres conformaron un sólido equipo de trabajo, que desembocó en Zarpando Tangos, el último programa por televisión abierto dedicado al género, y la obra para niños El tango es puro cuento. âSomos militantes tangueros y polÃticos también, sabemos que a Cristina no le gusta tanto el tango, pero vamos a hacer que se acerque un poco másâ, dice, mientras anticipa lo que vendrá: un musical sobre la vida de Gardel, con 37 personajes en escena, entre ellos el mismo Fernández en el rol de Gardel y Longhi en el de Tito Lusiardo. âEs el proyecto más ambicioso que tenemos.â âDado su doble rol, ¿nunca planeó adaptar la novela a un film o una obra de teatro?
âSÃ. Como soy actor y pienso todo dramáticamente, la novela tiene acción desde el arranque. Soy un gran irador de Osvaldo Soriano, y una de las cosas que me apasionaba de él, en No habrá más penas ni olvido, era su arranque vertiginoso. Vos no sabés quién está hablando y no importa, lo que importa es instalar el conflicto y el tema. Y esto me lo planteé premeditadamente en El Pulpo..., con esto quiero decir que mis personajes son actores actuando, porque siempre pienso una pelÃcula, pero me sale en formato novela.
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