âTodos tienen algo que envidiarle a los muertos: no trabajan, no se cansan, no les duele más la panzaâ, canta Juan Pablo Fernández, y con él todos los músicos invitados, y el público presente, en el ya clásico ritual de despedida de los shows de Acorazado Potemkin. Es la indicación de que no habrá más, aunque todos quisieran que la noche se extendiera, que siguieran cayendo canciones. Pero a fin de cuentas, los que están allÃ, en el segundo subsuelo del San MartÃn, pueden considerarse afortunados: en la previa, al menos otros trescientos se fueron masticando bronca por Paraná y Sarmiento, con el cartelito de âlocalidades agotadasâ colgado muy temprano en las boleterÃas. Es un buen indicador del presente de Potemkin, que para fortuna de los que se perdieron este primer show seguirá presentando Remolino, en Buenos Aires y el interior. 5q1u64
Esa es la excusa, aunque a esta altura el trÃo no necesite de justificativos para atraer al público: alcanza con saber que tocan, con la certeza de que se presenta una de las bandas ineludibles del rock argentino en el siglo XXI. Pero AP tiene un segundo disco, que ya se descarga libremente de su sitio web www.acorazadopotemkin.com.ar, y también puede adquirirse en formato fÃsico. Y ante todo, puede disfrutarse en vivo: la noche del viernes permitió gozar la redoblada intensidad de canciones que ya son por demás convincentes en el registro grabado, pero que crecen aún más desde el escenario.
Sucede que los tres Potemkin son viejos lobos de escenario, y saben muy bien cómo se juega con los matices, cuántas dimensiones surgen del balance entre sombras y luces, entre potencia y clima reposado, entre la caricia y la furia. Cuando el Cardenal DomÃnguez domina el centro del escenario para âReconstrucciónâ âuna canción compuesta para una muestra fotográfica de Rosana Simonassi, y a la vez vinculada con el âPost crucifixiónâ de Pescado Rabiosoâ, la resultante es una buena sÃntesis del espÃritu Potemkin: drama y redención, algo que repta por dentro y una catarsis que lo libera. Cuando suena âRemolinoâ, y Fernández descose la guitarra con un sonido que suspende a todos en el aire, y Ghazarossian dibuja una base indescriptible en sus cuatro cuerdas, y EsaÃn va del ritmo a lo percusivo dosificando los golpes y los vacÃos, Potemkin simplemente produce algo similar a un éxtasis, un paisaje que no se traduce en palabras. Un viaje sónico con una personalidad que lo hace intransferible: serÃa difÃcil hacer un cover de canciones como âPintura interiorâ o âCerca del solâ sin sonar a otra cosa.
Y, claro, están los momentos en los que el acorazado hace honor a su nombre y arrasa con todo, como cuando se lanza a la adrenalina de âDisueltoâ o la potente apertura (en el disco y el show) de âA lo mejorâ. Y en el San MartÃn quedó claro que Remolino ya está haciendo su trabajo desde la web: las siniestras imprecaciones de âEl pan del fachoâ encontraron un enfervorizado coro general que se entregó gozoso a la pintura de actualidad condensada en ese ¿Cañoncitos tenés? ¿Quemacoches tenés?. Pero también hubo una necesaria contracara luminosa en âSabésâ, y momentos de puro clima cercano a la lisergia como âLa otra calleâ, con ese tempo como arrastrado, que va dejando caer sus notas morosamente, o pasajes de pura belleza como âY no hace tantoâ.
Por otra parte, la primera cita con el segundo disco permitió apreciar cuán bien se articulan estas canciones con el debut de Mugre, cómo aquà y allá aparecen grandes momentos como âDesertâ, âLa carboneraâ, âAlgoâ o âDesayunoâ y la narrativa Potemkin demuestra un sentido que entusiasma, una continuidad que no es repetición, un setlist que no registra ningún bache. Suena todo el disco nuevo, claro, pero hay una explosión particular cuando Lulo EsaÃn quiebra el aire con la apertura de âPuma Thurmanâ âuno de esos temas que el público de Potemkin reclamará siempre, sea la noche que seaâ, y todo se viene abajo cuando Flopa Lestani (âElla, la que nos hace mejoresâ, anunció Fernández) aparece para âLa mitadâ, una de esas canciones de amor desesperado tan pero tan buenas que no pierden filo ni con la repetición que impone su deliciosa intensidad.
A esa altura, cuando vuelve a sonar lo de ây si es cierto que lo nuestro se termina/ y si es cierto que hay que hacerle un final/ entonces quiero que te lleves mi hombro izquierdo, que sin tu pelo no lo voy a usar jamásâ, queda claro que la noche está apurando las últimas notas. SÃ, más de uno quisiera que se extendiera, que siguieran cayendo canciones. Pero también es necesario que todo termine, que deje girando unas cuantas cosas en la cabeza y los sentidos de los participantes: el duradero efecto de un remolino eléctrico.
9-ACORAZADO POTEMKIN
Músicos: Juan Pablo Fernández (guitarra y voz), Federico Ghazarossian (bajo), Luciano EsaÃn (baterÃa, voz).
Músicos invitados: Beto Siless (voz), Javier âCardenalâ DomÃnguez (voz), Flopa Lestani (voz).
Duración: 95 minutos.
Público: 300 personas.
Lugar: Sala 3 del Centro Cultural San MartÃn, viernes 8.
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