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De vez en cuando, el diente de oro que Damon Albarn lleva por paleta izquierda destella en el Gran Rex infestado. Y cuando lo hace, la prótesis es un agujero negro que arremolina imágenes de sus dos décadas encremado en la crema. Si le falta una pieza dental es por descuido, por bardo, por falopa. Si ocupa el lugar una pieza de metal precioso es por onda, por fortuna, por estrellato. Desde âGirls & Boysâ y âParklifeâ, publicadas con Blur cuando el tsunami brit pop, en 1994, Albarn permanece apeado a un lugar alto en la consideración de los intérpretes últimos del rock & pop: el público sistemáticamente adolescente-joven-adulto-adolescente-joven... Pero piel adentro, fueron 20 años de subibajas, calesitas y trampolines.
En los â90 acomodó allà a Blur, la nave moderna del brit pop, una banda que basta con calificar como indispensable. En los 2000 inoculó a Gorillaz en una nueva generación macerada por el rap, los locos dibujos animados y la creciente aparatocracia tecno; y digitó un disco excepcional, Plastic Beach. Este año, previa conclusión del operativo retorno de Blur (con visita a Buenos Aires en el Quilmes Rock 2013, hace casi un año), Albarn publicó Everyday Robots, un disco extraño, rebosante de lugares comunes y a la vez iluminado; todo un fenómeno climático en sÃ. âLonely Press Playâ lo inicia todo en el Gran Rex: âCuando estoy solo, apreto âplayââ, canta y no dice nada del otro mundo. Tampoco en âEveryday Robotsâ, cuando versa sobre robots cotidianos que en autos adyacentes van camino a ser vendidos. La ciencia ficción viene hablando sobre esto hace años, cierto. Pero a que la poesÃa rima sobre mujeres hace milenios y Arjona igual tiene trabajo.
El asunto con Albarn es âBlur y Gorillaz y The Good, The Bad and The Queen y música incidental y étnica medianteâ que el tipo no puede estarse quieto; una elegante paradoja para el autor de âBeetlebumâ, que pasó dÃas enterrándose más y más en una alfombra, al amparo de unas cuantas agujas. El tipo volvió del infierno y trajo consigo toda la música negra que un inglés rubio, de ojos claros y diente de oro puede llevar por cuento a su aldea. No porque el infierno esté en Africa, más vale, sino porque es allà donde se purgó. Everyday Robots es su lectura del dub, con su porción de afrobeat y su naturaleza ¿britbeat?, más coros gospel y violines. Es denso, profundo, hay un abismo a cada vuelta de tambores, al final de cada paseo de bajo. Y en ésa, The PSM y Seye, batero y bajista/violero, son el espÃritu negro de The Heavy Seas, la banda que lo acompaña en esta gira.
Muchos momentos de su concierto en el Gran Rex (que replicaba anoche, al cierre de esta edición) corresponden a instancias de trance más o menos fÃsicos (âYou and Meâ, âKids with Gunsâ de Gorillaz), más y más mentales. O a los criterios de su disco solista, más âlógicosâ. Esta modernidad es un lÃquido que para Albarn se sirve frÃo. Pero eso sÃ, a respetar las marcas. âPerdonen, pero yo suelo tomar vodka con Coca-Cola y esto tiene gusto a vodka con Pepsi-Colaâ, zarandea tras frenar en la segunda estrofa de âEnd of a Centuryâ, himno de Blur que tiene estructura y recovecos de tal. El sabor errado de la gaseosa lo lleva a volver a empezar al piano (lo ocupó alternativa y correctamente, al igual que la guitarra) uno de los pocos temas de Blur (hizo âOut of Timeâ y el raro âAll Your Lifeâ).
Gorillaz, sin embargo, tiene despliegue en plan marabunta. Desde abajo, desde el sustrato, llegan pronto a los cuerpos como un gran Ãdem negro âTomorrow Comes Todayâ, âSlow Countryâ y âKids with Gunsâ. Y hay sitio para âThree Changesâ, de The Good, The Bad and The Queen. Y hay, claro, un cierre con âHeavy Seas of Loveâ, pero antes âMr. Temboâ, su último hit, una suerte de acercamiento hippie chic al problema ambiental y social africano con el figurativo de un simpático elefantito, el tal Señor Tembo.
âMr. Temboâ es lo más sonado de Everyday Robots, como âClint Eastwoodâ tal vez lo más reproducido de Gorillaz. Lindas canciones que refractan la luz blanca y devuelven colores al grito de âInthili, Inthiliâ, uno, o de âI Ainât Happyâ, otro. Pero lo fundamental de la obra de Damon Albarn en este siglo está en cómo su diente dorado descompone otra luz, la negra. En cómo su sonrisa es ahora el punto de fuga del universo, y ahora Africa es el sol, las butacas del Gran Rex se queman, la gente aplaude de frente a la selva, las fieras se calman y el elefantito puede vagar libre al fin.
Presentación de Everyday Robots
Músicos: Damon Albarn (voces, piano, guitarra), Seye (guitarra, bajo), Jeff Wooton (guitarra, bajo), Michael Smith (teclado), The PSM (baterÃa).
Duración: 90 minutos.
Público: 3000 personas.
Gran Rex, 6 de octubre.
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