Se puede ingresar a su universo por dos vÃas: una puntual, directamente relacionada con Prima Donna, su último disco, y otra extendida, vinculada con un pasado que se pasa de prolÃfico: veintidós años radicado en Nueva York, catorce discos en tal perÃodo, un promedio de cincuenta conciertos por año y confluencias directas con Quincy Jones, Kronos Quartet, Eddie Gómez y Paquito De Rivera. âEs una celebración de la carrera de mi mamáâ, lanza él, Fernando Otero, empezando por la primera vÃa. ââPrima Donnaâ, el tema, equivale a lo que ella hubiera escrito cuando se sentaba al piano e improvisaba una canción para mÃ. Los otros son los que yo hacÃa y a ella le gustaban... digamos que el disco lo armamos entre los dos, e incluso la selección de las piezas la hizo ellaâ, extiende este pianista, compositor, arreglador e intérprete, sobre el nodo del disco que presentará esta noche, a las 21, en la Usina del Arte (Caffarena y Pedro de Mendoza), y que apela a la figura de su madre, la actriz, pianista y cantante de ópera Elsa Marval. âElla fue la que siempre me estimuló; la que, de chico, me compraba todo tipo de instrumentos y me hacÃa saltar de una cosa a la otra, jugar a grabar todo el tiempo en grabadores de cuatro canales. Era un consentido espantosoâ, se rÃe Otero, que subirá a escena junto al cellista Patricio Villarejo. 2b6i67
Prima Donna, publicado por Soundbrush Records, está poblado de obras para piano, piezas orquestales, una sonata para violÃn solo, más una versión de âEl porteñitoâ, viejo tango de Angel Villoldo, y otra de Quincy Jones (âThe Pawnbrokerâ) que el músico grabó bajo la sugerencia y la supervisión directa del destacado productor y compositor de Chicago. âQuincy me pidió que arreglara ese tema, uno de los que más quiere, con aires de Buenos Aires, y de paso me devolvió a algo que me encanta, que es hacer arreglos... hacÃa mucho que no lo hacÃaâ, señala el músico. âCon el tiempo fui yendo por otro lado, pero arreglar me parece algo fascinante, porque implica un desafÃo para la imaginación, ver de qué manera vas a colorear esa pintura cuyo croquis ya está hecho. Puntualmente, a esta pieza de Quincy no le cambié nada, porque nunca cambio nada, ni acordes ni melodÃas. Sólo me meto con la cosa del color, que fue lo que me pidió él. Ya me habÃa pasado algo parecido con Mercedes Sosa y su versión de âDistanciaâ, de Alberto Cortez, o con Paco de LucÃa.â
No sólo fueron ellos quienes descansaron en el inquieto talento de Otero, claro. Y de aquà parte el ingreso a la vÃa dos, a su prolÃfico universo por el lado de la historia. En 1992, luego de veinte años de vida intensa en Buenos Aires, el pianista migró a Nueva York siguiendo un amor. Y se quedó. âNo sentÃa que me podÃa ir bien o mal, incluso siempre pensé que Argentina es un lugar excelente para los músicos. No me fui por trabajo, quiero decir, pero pasó que llegué; las cosas se fueron enlazando y me quedé. La sensación es que vivo a una estación después de Ezeiza, e incluso, parece que me fui ayerâ, se rÃe Otero, frente a la exposición de ese largo ayer. Del desarrollo de una estética instrumental que hace confluir música clásica contemporánea, improvisación y sonidos inconfundiblemente ligados a su cuna porteña, en diversos formatos: orquesta sinfónica, cuartetos de cuerdas, quintetos de vientos y conciertos para piano, bandoneón y cello, además de músicas para cine y teatro. âYo creo que hay una continuidad en todo lo que hago, y es la música de Buenos Aires, que en parte es intencional y en parte espontánea. Pero hay otra cosa y se relaciona con el momento en que conocà las músicas de Piazzolla, Gismonti y Fattoruso. Me las mostró un profesor, Marcelo Braga, y me dijo âen vez de intentar tocar igual que Bill Evans, fijate que ellos tres están usando el lenguaje de su infancia para manifestarseâ. Fue una guÃa permanente para mÃ, porque hasta ese momento yo querÃa ser Stravinsky, Jarret y Hendrix juntosâ, se rÃe.
âUn punto de inflexión, sin dudas.
âClaro, porque me llevó a mi origen. Yo nacà en Corrientes y Callao, y lo primero que vi fue Zivals. Ahà descubrà todo. Al Bocha Muñoz recomendándome discos todo el tiempo. El me hizo descubrir a Dino Saluzzi, al Chango FarÃas Gómez, en fin, y después Domingo Marafiotti, un amigo de mi mamá, que una vez le dijo a ella âprometeme que este chico no va a ir nunca a un conservatorioâ (risas).
âTodo esto entra en el marco de las continuidades respecto de sus obras. ¿Y las rupturas cuáles serÃan?
âQue me fui poniendo más viejo, y fui conociendo otra gente, otros medios. Un dÃa dije: ¿Y si hago un disco con piano y violÃn para hacer una gira enorme? Y fue un acierto, porque a uno de esos conciertos vino a verme Paquito DâRivera y me dijo: âEsto está bárbaro, pero serÃa mejor si yo tocara en élâ (risas). Fue por 2005 y, luego de varios acercamientos, me invitó a grabar en su disco Funk Tango, además de tocar en vivo cuarenta mil veces y en muchos formatos: trÃo, quinteto, cuarteto, todo, hasta que armó un dúo con una arpista paraguaya. Son como noviazgos musicales... De vez en cuando nos volvemos a juntar, y para mà es como volver a escuchar esos discos que amás, después de mucho tiempo.
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